Mientras tanto

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La madrugada está tranquila. Oscura. Más oscura que otras veces. O puede, igual de oscura y sea mi percepción la que la transforma en otra. La ciudad está ausente; la especie humana no la agita.

Somos alguien nuevo a cada instante que cae sobre nosotros. Con tanta frecuencia cambia nuestra identidad interior que, en ocasiones, no nos reconocemos.

Dice Elizabeth Cady Stanton en su ensayo ‘La soledad del ser’: Y, sin embargo, existe una soledad que cada uno de nosotros ha llevado siempre consigo, más inaccesible que las montañas heladas, más profunda que el mar a medianoche: la soledad del ser. Ni mirada ni mano alguna, ni de ser humano ni de ángel, ha alcanzado nuestro ser interior al que llamamos nuestro yo.

El día anterior acabó como muchos días. Los periódicos y los noticieros no proponen solución alguna. Siguen los egos y las vanidades y el poder desgarrando a la especie humana, siguen las propuestas para engendrar odio, las verdades a medias y sigue el ser humano desangrándose. Del nuevo día nada sabemos. La oscuridad de la noche no limpiará ni sanará lo sucedido en el día anterior, únicamente apartará la resaca del dolor y las lágrimas durante unos minutos debido a la modorra.

Dejamos de ser para ser nuevamente a cada instante. La naturaleza de las cosas de la vida no pide permiso ni da razones de sus derroteros y sus coyunturas. Las sombras susurran el desgarro a sus creadores, sean dioses o escritores.

La lámpara que alumbra el libro que leo es el único testigo. El libro, el único refugio al que huir en esta madrugada de insomnio. Mañana seré otro, mientras tanto, abandono en la lectura esta identidad que apenas soy ahora, tan fugaz como el propio instante.

Andrés Expósito

www.andresexposito.com