Ahora a las bajaradas
llaman “olas de calor”,
porque así suena mejor
a las gentes refinadas.
Las olas enrabietadas
son temporales ligeros
con efectos pasajeros
imposibles de evitar,
que suelen calificar
de “fenómenos costeros”.
Jócamo, 11.VIII.2024
NOTA: Nadie ni nada se libra de las modas. Las palabras se gastan por el uso y los conceptos se degradan y caen en desuso desplazados por otros, a menudo más por esnobismo que por necesidad.
En Canarias, desde siempre, hemos utilizado el término “bajaradas” (derivado del culto vaharadas) para referirnos a los embates de calor estivales, con frecuencia acompañados por episodios de calima arrastrada por el siroco africano.
Ahora, desde los medios de comunicación, el término que nos invade es el de “olas de calor”, del que ignoramos su significado preciso pero que casa muy bien con el del manoseado “cambio climático”.
Algo similar ocurre con el enigmático “fenómeno costero” con el añadido o no de “adverso”, que ha sustituido a los tradicionales “reboso”, “mar de leva” o “mar de fondo” que periódicamente afecta nuestras costas, como reminiscencia de borrascas septentrionales o de temporales subtropicales.