Sombrero espectacular
que cubre al Teide gigante,
anticipo fascinante
del viento que va a soplar.
Una toca singular,
una capucha encantada
sobre la cumbre nevada,
que se levanta del suelo
para perderse en el cielo
con la faz difuminada.
Jócamo, 7.I.2025
Nota.-“El Teide está tocado, barrunta tempestad”. La frase era habitual entre la gente, cuando se miraba más al paisaje que a la televisión, y se atendía a las señales atmosféricas de las nubes en particular, para preconizar con relativa precisión el tiempo probable de los días sucesivos.
La toca, sombrero, sombrerito, capucha, boina, cucurucho, etc., son algunos de los nombres comunes con los que se conoce a los denominados “altocumulus lenticularis” que coronan la montaña. Su significado meteorológico siempre es el mismo: anuncian tiempo revuelto o cambiante, preludio de borrascas que se resuelven en tormenta nival, si es invierno, y suelen vestir de blanco a la montaña, que pasa de difuminada entre las nubes a dibujar un cono níveo sobre el cielo azul de los días postreros a la tempestad.
Este fenómeno obedece a perturbaciones de las masas de aire que giran en torno a montañas oceánicas aisladas y elevadas. Se repite en distintos lugares de La Tierra, tan alejados como el Teide en Tenerife o el Fujiyama en Japón, cuya toca imita a la perfección el típico sombrero picudo de sus gentes.