“Cuando pierdo una paloma estoy dos días que no levanto cabeza”

Si pierde una paloma en ruta está dos días que “no levanto cabeza, y hasta se que quitan las ganas de comer y dormir”. Alonso Lugo lleva la colombofilia en la sangre –es una herencia familiar- y la vive con verdadera pasión. “Tengo palomas desde los 8 años y ya he cumplido 60, así que practico este deporte desde hace más de medio siglo”, ha recordado a LA PALMA AHORA en su palomar, en la azotea de un céntrico inmueble de la Calle Real de Santa Cruz de La Palma. “Cuando este edificio, que es de la familia, tenía solo las estructuras, yo, que era un niño, ya había construido el palomar y subía, sin ascensor ni nada, con los sacos de comida para atender a los animales”, relata este veterano colombófilo, que durante más de 30 años fue presidente del Club Centro Colombófilo de Santa Cruz de La Palma y máximo responsable, durante otra etapa, de la Federación Insular de Colombofilia. “Estoy jubilado y he dado paso a otras personas; ahora me dedico a disfrutar más de las palomas y de mi familia”, dice.

No concibe la vida sin palomas y confiesa que “lo han sido para mí prácticamente todo; gracias a ellas he superado muchísimas problemas y contrariedades que te surgen en la vida; son mi psiquiatra, mi psicólogo, una terapia tremenda; yo me siento aquí, las observo mientras comen, y ya no pienso en otra cosa, y si por las noches no puedo dormir porque algo me preocupa, pienso en las palomas y me quedo frito; la colombofilia es un mundo, una cultura”, asegura.

Alonso Lugo no se apartó de las palomas ni en el servicio militar, que realizó en Zaragoza en 1976. Logró un cambio de destino y su ingreso en la Unidad de Transmisiones. “Me quitaron los rombos de infantería y me pusieron los de ingeniero, con galones de palomero, y para mí se acabó el cuartel, porque todo lo que hice fue maniobras con las palomas, y hasta me licenciaron tres meses antes, me dieron una placa y me nombraron soldado distinguido del reemplazo por las palomas mensajeras”, rememora.

En total, este colombófilo tiene unas 150 palomas “para volar” y 12 parejas reproductoras. A todas las llama por su nombre y las distingue por las tonalidades del plumaje o por el tamaño del cuerpo o de la cabeza. De muchas de ellas, incluso, se sabe el número de anilla. Las razas que predominan en su palomar son Stasart, de Cuba; Sion, de Francia, y Jan Arden, de Holanda.

En Europa, la colombofilia “es un deporte elitista, de gente muy pudiente”, señala. “Holanda ha superado a Bélgica, porque los holandeses están muy formados y son muy competitivos, muy trabajadores”. En cambio, en Canarias, subraya Lugo, “como dijo un colombófilo famoso, Pedro Perera, es un deporte de ricos practicado por pobres”. “Con 30 euros al mes se puede mantener un palomar”, afirma. Estas aves precisan, además de unos exquisitos cuidados, una buena alimentación a base de cereales, complementos vitamínicos, vacunas y medicación para combatir distintas enfermedades o evitar contagios en viajes. “Una buena paloma mensajera de nivel no tiene precio; los pichones normales se venden sobre los 100 euros, pero una paloma contrastada, de elite, se monta en mucho más de 12.000 euros”, resalta.

En los últimos tiempos “la afición a la colombofilia ha mermado algo, ahora hay muy poco relevo generacional; con todo esto de la informática, los juegos de consola y los móviles, los chiquillos están pendientes de otra cosa, así que el futuro de este deporte lo veo un poquito comprometido a largo plazo”, indica. En La Palma existen tres clubes en la zona del Valle de Aridane y otros tres en Santa Cruz de La Palma, que suman unos 300 socios y 10.000 palomas. “La colombofilia tiene mucho arraigo en toda Canarias y en la Isla hay mucha afición”, sostiene. “Antiguamente, en los años cincuenta o sesenta, llevaban las cajas de palomas a los partidos de fútbol a Bajamar y cuando marcaba el Mensajero les ponían una cinta roja y la soltaban, y al llegar al palomar ya las mujeres sabían que había marcado el Mensajero; si la cinta era blanca, el gol era del Tenisca”, cuenta.

Las palomas también le han servido a Alonso Lugo para mantener una estrecha relación con Cuba, que lo ha convertido en socio de honor –hay solo tres en España- de la Federación Cubana de Colombofilia, una distinción que conlleva “entrada diplomática” en la isla caribeña. “Soy como un embajador de Cuba en Canarias; las palomas me han abierto puertas a nivel internacional”, dice. Como hecho anecdótico cuenta que tuvo un ejemplar macho que le regaló Fidel Castro a un amigo común cubano y éste, a su vez, se lo regaló a él. “Le puse de nombre Fidel Castro; ya murió, y ahora tengo una hija”.

Alonso mantiene diariamente una tertulia con otros palomeros, y a estas alturas del año ya están planificando las competiciones, que comenzarán después de Navidades. “Estar aquí un día esperando las palomas de viaje es lo máximo, tenemos todos emisora y estamos en contacto; cuando compañeros de Fuencaliente me dicen que las han visto pasar, ya sé que en 20 minutos están en el palomar”. Vive con desbordante emoción el regreso. “Recuerdo que en un derbi –modalidad de suelta de una paloma sola- de Las Palmas, que es muy difícil, llegué al palomar por la tarde-noche porque no había llegado el macho bronceado que mandé; ya me iba, y me llamó un compañero para preguntarme cómo me había ido el concurso, me quedé hablando un rato y, bendita llamada, porque ya de noche llegó. Me quedé cortado, no me podía mover, a esa hora el macho no tenía por qué haber llegado, hizo el esfuerzo y yo, si me voy, no lo hubiese visto. Pudo participar en el concurso porque la hora límite de llegada eran las 22.00 horas”, detalla.

Otro recuerdo inolvidable para este colombófilo fue “cuando me llegó una paloma de Sakura, de África, la única que vino de toda la Isla; regresó al tercer día -tenía un plazo de cinco- y cuando salí del trabajo y la vi en el palomar, me tuve que sentar de la emoción, te da un subidón de adrenalina que te cambia todo, pareces que te vas a caer al suelo”.

Las palomas mensajeras de Canarias realizan rutas interinsulares y con el continente africano. “La última suelta, la más lejana, la hacemos en Casablanca, a más de 1.000 kilómetros de distancia y con diferencia horaria”. El récord del mundo de vuelo marítimo está en La Palma, en Los Llanos de Aridane, recuerda. Las palomas, explica, “se orientan por campos magnéticos; tienen una especie de pequeño GPS en la cabeza en forma cristalitos, por eso el fenómeno que más pérdidas de aves ocasiona -más que los temporales de viento y la calima- son las descargas eléctricas en la atmósfera, y también las explosiones solares que forman las auroras boreales”. “Incluso el día después de una tormenta eléctrica, aunque sea luminoso, no se pueden volar palomas porque todavía hay magnetismo en la atmósfera y se pierden”.

Alonso Lugo, director artístico de la Danza de Los Enanos, pasa horas y horas abstraído en su palomar, desde el que se divisan las instalaciones de otros colombófilos de edificios cercanos y bandadas de palomas que sobrevuelan continuamente la ciudad. Allí tiene bien ordenados los estadillos con todos los datos de sus aves, desde las características de cada ejemplar (color, sexo etc.,) hasta los viajes que ha realizado, las distancias recorridas o el número de anilla. Dispone de esta información también en soporte digital. A pesar de que lleva más de medio siglo sufriendo con estas aves, todavía no se ha acostumbrado a su pérdida. “Son mucho años y lo tengo más asimilado, procuro tomármelo con tranquilidad, pero si la paloma no llega estoy un par de día mal, no me dan ganas de comer ni de dormir”. “Ahora, entre Los Enanos y las palomas no tengo tiempo para nada”, concluye.