La Asociación Canaria de Entidades de Caza (ACEC) reclama que “las Administraciones empiecen a desarrollar una política efectiva para la prevención de incendios, a la vista de la catástrofe que ha provocado el último incendio de La Palma, ya que el modelo actual está agotado y nos lleva siempre al desastre”.
Para la ACEC es necesario “un cambio urgente en la forma en que se afronta la problemática de los incendios forestales, pues llevamos décadas manteniendo un modelo de gestión de los mismos que poco o nada ha cambiado, cuando la realidad del rural canario sí que ha evolucionado rápidamente hacia unos modelos de combustible cada vez más propensos a facilitar que cualquier conato se pueda convertir en un gran incendio de miles hectáreas”. “El actual modelo de gestión que predomina en Canarias ha facilitado que los montes y campos estén cada día más carentes de cuidado, hecho que debemos asumir de una vez por todas y pensar que ha llegado para quedarse”.
Dicen que “mientras que en los medios de comunicación las Administraciones, las asociaciones de agentes forestales, los grupo ecologistas y los colectivos afectados directamente parecen estar de acuerdo con la necesidad de potenciar la realización de trabajos de prevención de incendios, sobre todo después de que se produzca un gran incendio, la triste realidad demuestra que a los pocos meses esa urgencia de cambio se vuelve a dejar olvidada o metida en el fondo de un cajón y se repite de nuevo el mismo modelo que, realmente solo se basa en la dotación de medios para la extinción”. “Millones de euros, posiblemente pagados con fondos europeos que realmente deberían estar destinados a la prevención y no lo son, porque se invierten en pagar sueldos y horas de vuelo en espera y extinción. Cientos de medios aguardando por el siguiente aviso de emergencia, como si se tratase de un macroparque de bomberos de una ciudad; ese es el modelo de prevención que tenemos y no solo en las Islas Canarias”, aseguran.
En opinión de la ACEC, todo esto ha generado “una economía del fuego de la que nadie parece poder escapar y que hace imposible realmente que el modelo de gestión varíe lo más mínimo. Y que no es otro que cuando llegan de nuevo los incendios, a los ciudadanos parece que no le son suficientes los helicópteros contratados y piden a los políticos que se contraten más, el personal de extinción quiere que se les reconozca su categoría profesional como bomberos que apagan fuegos, los ecologistas reclaman que se restauren las zonas destruidas y los alcaldes solicitan que sus municipios se declaren zonas catastróficas”, apuntan.
A los pocos meses, añaden, “la Administración central libera miles de euros para restaurar las zonas quemadas y el proceso se reinicia de nuevo, dejando desatendida mientras tanto la necesidad de realizar un importante esfuerzo en las labores de prevención de incendios en las zonas que aún no se han visto afectadas”.
“Hay que empezar a ser conscientes de que debemos hacer un esfuerzo en mantener los bosques y montes que tenemos, porque mientras no seamos capaces de aplicar sobre ellos una verdadera política preventiva, de nada sirve querer recuperar lo que ya está destruido o invertir en aumentar las superficie forestal”, aseguran.
“Esta paradoja debería hacer reflexionar a la sociedad civil para entender que debemos pedir a las Administraciones un giro en sus políticas. Para ello será preciso formar alianzas y manifestarse públicamente, pero no solo después de que se produzca un gran incendio”, sostienen.
“Si no lo hacemos, de nada servirán los esfuerzos que se hacen en la extinción, las pérdidas materiales o los fallecimientos de aquellos amigos, como ha sido el caso recientemente, que no han dudado en enfrentarse al peligro que suponen los incendios forestales. Por tanto, finiquitemos la economía del fuego y pongamos en marcha la gestión y mantenimiento de los espacios agroforestales canarios mediante iniciativas productivas, tanto para las personas como para la biodiversidad”, afirman.
Y al mismo tiempo, concluyen, “trabajemos de verdad en crear discontinuidades en las masas forestales, cortafuegos, fajas en carreteras y caminos, desbroces en los alrededores de los núcleos urbanos y viviendas, limpiezas arbustivas en barrancos, eliminación de vegetales invasores, recuperación de terrenos agrícolas y un largo etcétera. Compartimentemos con todo ello nuestro territorio, para evitar que los conatos y pequeños incendios se puedan convertir en grandes incendios forestales como los que vivimos actualmente”.