La emergencia volcánica en La Palma “está claramente atenuada”, puesto que el cráter no emite lava, no hay señal de tremor desde la noche del lunes, no hay inflación del terreno y la sismicidad es baja, datos que mantienen a los científicos en situación de prudente espera.
“No podemos decir que nos encontremos ante lo que usted quiere y yo más que usted: que esto se acabe”, contestó Miguel Ángel Morcuende, director técnico del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca) ante la petición de los medios para que interpretara los indicadores favorables de las últimas horas.
También hace dos días la situación parecía calmada y sin embargo el lunes, entre las 17.45 y las 19.00 horas hubo “una importante fase explosiva” con eyección de ceniza y caída de bombas lávicas, antes de desaparecer la actividad, que ha quedado en “una débil actividad fumaroliana”, detalló Morcuende.
Por eso, “la impresión puede ser una y la realidad puede ser otra”, así que la actitud del comité científico del Pevolca es “de prudencia, tranquilidad y espera. En principio esto va razonablemente bien pero nada más”, indicó el portavoz.
Para ilustrar esta incertidumbre sobre la evolución de la erupción, Miguel Ángel Morcuende también apuntó que en los últimos pulsos eruptivos del volcán hace dos días llegó a preocupar el ancho de la salida de la lava, de 200 metros, aunque luego se frenó la emisión.
A partir del último episodio de emisión de piroclastos y la formación de una importante columna de ceniza en la tarde del lunes fue cuando se vio que el tremor, un indicador del movimiento subterráneo de lava, comenzó a disminuir.
Desde las ocho de la tarde bajó la señal y dos horas después ya solo se percibía “ruido de fondo”, que sigue en este momento, es decir el ruido que se escucha “cuando no hay actividad”.
Esta remisión del tremor está acompañada por una sismicidad baja en niveles intermedios y muy baja en niveles profundos, por una estabilidad en la deformación del terreno y por un aporte de lava muy debilitado que en todo caso procede de tubos lávicos en cotas bajas, puesto que no hay emisiones en el cono.
Los pequeños aportes de lava se dirigen al frente de la colada 9, por el suroeste de la erupción, con pequeños derrames por encima de la montaña de Cogote, explicó Morcuende, quien matizó que hay aún mucho calor residual.
Uno de los indicadores sobre la evolución volcánica no acompaña al resto, la emisión de dióxido de azufre en el penacho, que se mantienen en niveles altos (de entre 1.000 y 29.999 toneladas diarias) si bien se mantiene una tendencia descendente desde el máximo del 23 de septiembre.
Con respecto al lunes, cuando fue preciso un confinamiento domiciliario en todo el Valle de Aridane, la presencia de dióxido de azufre en las zonas pobladas ha mejorado hasta niveles buenos.
Las partículas menores de 10 micras (PM10) se mantiene en niveles buenos en todas las estaciones excepto en la de Los Llanos de Aridane, donde ha ido empeorando la calidad a lo largo de la mañana hasta el nivel desfavorable.
La dispersión del penacho volcánico hacia el este y sureste mantiene el escenario desfavorable para la operatividad aérea, una situación que permanecerá al menos 24 horas, según las previsiones meteorológicas.
Las coladas ocupan 1.195 hectáreas, con una anchura máxima de 3.350 metros, y no hay nuevas mediciones de la superficie sobre el mar de los dos deltas lávicos, que suman 48,2 hectáreas, de acuerdo con los últimos cálculos.
Las edificaciones destruidas son 1.628, según el recuento del Catastro y 3.063 construcciones, entre destruidas (2.910) y afectadas (153) según el sistema de satélites europeo Copernicus.
En los tres hoteles dispuestos para albergar a personas desalojadas hay 551 personas, y otras 43 personas dependientes están en instalaciones sociosanitarias.