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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

“Lo que necesitamos ahora es un 'mayo español”

A estas alturas de su vida, se siente desencantado y defraudado, porque dice que las palizas y los porrazos que aguantó su generación en los años 60 y 70 no eran para llegar a “esta desfachatez enorme, a la gran mentira que ha sido Europa y el sistema democrático”. Propone que el derecho al pataleo se recoja en la Constitución y que se recurra al humor para alejarse de la realidad. Encuentra la paz en los bosques de La Palma y en la playa de Los Cancajos.

-¿Qué puede hacer el humor en estos tiempos difíciles?

-El humor puede ayudarnos a relativizar las cosas, a hacernos ver que los problemas no son tan graves como nos parecen. El humor es una especie de filosofía que te aleja de la realidad y que permite que te des cuenta de que esa realidad no te está envolviendo ni asfixiando y de que, en el fondo, tienes más control de tu vida del que crees. La risa tiene un poder maravilloso de contagio y es lo único exclusivamente humano, por encima de la inteligencia y de la intuición.

-¿Le ve algo bueno a esta crisis?

-En los buenos tiempos somos bastante ridículos. Los seres humanos tendemos a ponernos ridículos cuando nos ciega el poder, el dinero, el bienestar económico, cuando creemos que nuestra vida está asegurada porque el Estado va a cubrir todas nuestras desgracias, cuando tenemos todos los derechos y olvidamos los deberes? La crisis puede ayudar un poco a limpiar todo eso. Esta austeridad que introduce ahora mismo el factor de pobreza siempre ha sido muy sana y creativa. Pero con eso no quiero decir que no tengamos que ayudar al que está jodido, porque el que está jodido está jodido, y es muy triste. Comprendo que la situación es muy dramática, y que hay un porcentaje de gente que lo está pasando realmente mal. La necesidad de emigrar es una desgracia, pero yo también emigré, estuve seis años fuera del país y ese periodo lo recuerdo como el más emocionante de mi vida.

-¿Qué receta propone para salir de la recesión?

-Si te refieres a una receta económica, todo el mundo sabe que no es verdad que nuestro país se haya empobrecido, lo que ha ocurrido es que la riqueza ha tenido un reparto excesivamente desigual. Ha habido gente que se ha enriquecido durante todos estos años, y ahora tenemos que pagar esos desastres. Y encima nos dicen que la culpa es del pueblo. Como dice mi cuñado: 'La culpa es mía que estaba trabajando'. Todos estos mangantes han hecho una gestión económica nefasta en todo lo que llevamos de democracia, y no se salva nadie. Y ahora nos encontramos con un montón de multimillonarios en este país que viven de la leche puñetera, mejor que los señores feudales. Se han cogido la mayor parte de los beneficios del trabajo del pueblo, y se ha generado un problema de desequilibrio económico. El desequilibrio lo han creado ellos, pero quien camina sobre la cuerda floja es el pueblo. Eso es triste.

-¿Cómo es su vida de jubilado?

-Es curioso, pero aquí nadie habla de las jubilaciones de los políticos, sino de las de los que hemos cotizado 30, 35 o 40 años. A muchos compañeros les dicen ahora que tienen que trabajar más para cobrar menos, pero eso se lo podrían haber dicho antes y haberle quitado diez años de trabajo. Las cositas hay que decirlas claras y no coger a uno por sorpresa. Yo como jubilado he sido de los que me he salvado de la quema, y si me congelan la pensión, pues qué le vamos a hacer, un poquito de frío tampoco viene mal, en La Palma tenemos buen clima y nos podemos descongelar al sol.

-¿La indignación sirve de algo?

-Por supuesto. El derecho al pataleo debería estar recogido en la Constitución, en vez de que se nos diga que los ciudadanos somos iguales ante la Ley o que todos tenemos derecho al trabajo y a la vivienda, y nos entren ganas de reírnos. Si nos miente la Constitución, cómo vamos a pensar que no nos miente el resto. Ahora les gritamos a los árbitros más que nunca, y deberían estar mejor pagados porque están aguantando toda la indignación. Nos estamos indignando con los de abajo, y esas son visiones conservadoras y ultraderechistas. Una época miserable, por cierto.

-¿Le haría una canción a la Troika y a sus hombres de negro?

-Claro que se la haría, aunque es posible que en nuestros trece discos haya alguna canción irónica y sarcástica de corte europeísta, porque a estas alturas, con casi 20 años de trayectoria, no queda nada que no hayamos vivido o pasado. Lo que estamos viviendo ahora es simplemente una desfachatez enorme, la gran mentira que ha sido Europa y el sistema democrático, y todas esas cosas por las que mi generación luchó en los años 60 y 70, exponiéndonos en las calles, aguantando palizas y porrazos, escondiéndonos? Aquella lucha no era para llegar a esto, para crear una clase con unos privilegios como nunca y tan poco expuesta a peligros. Yo a la Troika le escribiría una ópera; es más, me voy a poner a la tarea.

-¿Se ha planteado entrar en política?

-Creo que en el mejor sentido del significado de la palabra 'política', siempre he estado en ella. Milité años en la izquierda, de joven también fui militante católico de buena fe, hasta que me desengañaron; he estado en todos los frentes, en los sindicatos, y en barcos en los que me decía: 'Me gusta la bandera, pero con esta tripulación no vamos a llegar a ningún lado'. Pero ahora, a mi edad, de ninguna manera me metería en política, estoy forzado a ser independiente. Sí, siempre he hecho política y la seguiré haciendo, seguiré opinando. Milito en el pensamiento crítico.

-¿Cómo le va al Trío Zapatista?

-Le va de acuerdo con los tiempos. Nosotros también tuvimos unos años maravillosos en los que éramos ricos y famosos, queridos, llegábamos a los pueblos como los Rolling Stones, o como decía yo, los 'Ruralis Stones', nos esperaba la comisión de fiestas, nos ofrecían grandes banquetes, nos alojaban en hoteles con habitaciones individuales? Hemos pasado por esos tiempos, pero ahora estamos en la época de las vacas flacas, siento decirlo. Hay menos conciertos, han desaparecido fiestas del circuito, los caché se han reducido espantosamente, y estamos trabajando prácticamente como animadores. Pero seguiremos mientras la gente llene las plazas, porque tenemos una alta popularidad y en las redes somos muy seguidos, recibimos muchas muestras de simpatía. También, en ocasiones, hemos sido censurados y vetados. En cambio, gente de diferentes colores políticos ha demostrado mentalidad liberal sentándose en una silla y escuchando nuestras críticas a la hipocresía y a la vanidad del poder.

-¿Usted confía en los bancos?

-Esa pregunta es casi contradictoria, es como si dijeras: '¿Confías en la desconfianza?'. El lucro básicamente consiste en que los desconfiados arrebatan el dinero a los confiados. Los bancos son el mayor mal necesario de la humanidad. Existen desde los tiempos más remotos, y se dedican fundamentalmente al lucro. Pero tengo que decir una cosa en su favor: yo no les he votado. Y lo digo como un piropo. Yo he votado a los políticos que tenían que controlarlos, y no lo han hecho. Yo no he votado por el Fondo Monetario Internacional ni por Rodrigo Rato ni por Botín. Una cosa está clara: los bancos son entidades lucrativas, pero a los políticos los elegimos y les pagamos para que los controlen, para que me hagan una buena ley hipotecaria, para que eviten movimientos especulativos que perjudican a la mayoría de ciudadanos. Por tanto, la única responsabilidad que hay en nuestra crisis es de los políticos.

-¿Hay en La Palma talento creativo?

-Sí, mucho, toda La Palma es un espacio creativo. Lo único que falta es contrastar el trabajo que se hace aquí con el de otros lados. Debemos pensar si evolucionamos. La Palma debe mantener su pureza creativa y su carácter autóctono y enraizado en la tierra, pero con una visión amplia y universal.

-¿Cuánto tiempo dedica a la televisión?

-Estoy abonado a la televisión de pago y veo mucho cine, al que soy aficionado desde hace muchísimo tiempo. Pero, a veces, lo que dan en televisión, lo veo en internet. Me gustan las grandes series, muchas magníficas, algunas de carácter político, comedias? Veo cine de estreno, pero los años de jubilado los he dedicado más a leer que a la tele.

-¿Ve a los palmeros aplatanados?

-Sí los veo aplatanados, lo que no sé es si es bueno o malo. En algunos aspectos considero que es bueno, porque, por ejemplo, siempre nos hemos quejado de que cuando vamos a un restaurante los camareros tardan en atendernos, pero, por otro lado, que el camarero tarde es lo nuestro. A mí me gusta sentarme en un bar y que tarden un rato en atenderme. La gente de Casa Goyo y Chipi-Chipi ya está corriendo, porque tienen muchos clientes, y lo comprendo, pero incluso ahí hay una pausa. Eso es un buen servicio. Al final, puedes quedarte en la mesa y mantener una tertulia, porque nadie te apura. Hay mucha gente en el mundo que necesita ese aplatanamiento, esa calma, y prueba de ello es que los alemanes que vienen a vivir en La Palma, con el tiempo, se vuelven más aplatanados que nosotros. Pero aplatanados sí que estamos.

-¿Con quién le gustaría tomarse un vino?

-Con algunos de los escritores que leo, me gustaría charlar con ellos tranquilamente, escuchar lo que tienen que decir, porque son la leche. Quisiera conversar con estos tíos, algunos de los cuales son grandes desconocidos, o están retirados y no hablan prácticamente nunca con la prensa, ni conceden entrevistas; viven casi escondidos en monasterios o en pequeños ranchos en Minnesota o en el carajo. Admiro el equilibro que han conseguido entre la vida y el arte, que todos buscamos.

-¿Qué lee últimamente?

-Ahora estoy leyendo un libro que lo había iniciado en otra época, pero no era el momento. Se trata de 'Vida y destino' de Vasili Grossman, una especie de novela oceánica comparable a 'Guerra y paz ' o 'En busca del tiempo perdido', que entra en el corazón de una época, esa época nefasta de los años 40, de la Guerra Mundial, del sitio de Stalingrado, de la pugna entre Alemania y Rusia? Pero lo que más he leído últimamente es fantasía épica. También algunos autores contemporáneos que tienen una visión diferente; lo que no suelo leer es novela que refleja el mundo que yo ya conozco perfectamente.

-Aznar está dispuesto a volver a la política ¿le preocupa?

-Eso es una amenaza grave. Aznar es un señor que en los cuatro primeros años de su mandato, sorprendentemente, parecía bueno, negociaba con los nacionalistas y los sindicatos, pero los últimos cuatro años fueron nefastos. Tuvo una cara y una cruz, no sé cuál de ellas vuelve. Si regresan los últimos cuatro años y los que se ha dedicado a hacer declaraciones por ahí, es super friki. A mí, realmente, Aznar lo que me parece es un friki de la política, pero un friki con las alforjas llenas, porque es un tipo que se ha lucrado, prácticamente como todos los expresidentes españoles.

-Dígame un método para controlar a las masas

-El único método para controlar a las masas es que las masas sean masas. Lo que tiene que aumentar ahora es la masa crítica, ponernos de acuerdo y decir 'esto no nos gusta, nos están tomando el pelo', convertirnos en una masa operativa, porque como decía Jefferson: '¡Ay del pueblo que pasa 20 años sin una rebelión!'. No estoy hablando de revolución, porque esas se producen cada 200 o cada 1.000 años; necesitamos una rebelión, un 'Mayo francés', un 'mayo español', salir a la calle a reclamar una democracia, pero no este tipo de democracia de casta privilegiada que nos han impuesto. Lo que ocurre es que no nos ponemos de acuerdo porque cada uno va con su bandera, anteponiendo su ideología a las necesidades colectivas.

-¿La izquierda sigue estando a la izquierda o se ha desplazado?

-La izquierda parece que está hecha para la oposición, porque cuando ha llegado al poder, aunque ha hecho los cambios que había que hacer, también se ha acomodado, se ha convertido en una casta y se ha burocratizado. ¿Por qué la izquierda tiene esa tendencia tan fuerte a la burocracia, a legislarlo todo, a poner una especie de dictadura legal absurda en muchísimas cosas, a regular, a catequizar?. Criticamos a la derecha por su catequesis, pero al final caemos en las mismas catequesis.

-¿Teme por su pensión?

-Soy demasiado viejo para temer por mi pensión, la he cobrado ya siete años y se la debo al pueblo, porque realmente sale de los impuestos y de las cotizaciones de los ciudadanos. Lo que menos me preocupa es mi pensión, me preocupa mucho más la estabilidad del sistema, de mi país, el futuro de mis hijos y de mis nietos, a dónde van a ir a trabajar si aquí no hay posibilidades de progreso. El problema no es solo los seis millones de parados, sino que los que están trabajando lo hacen en unas condiciones esclavistas. Preocuparme por mi pensión sería indigno y miserable

-¿Cuántas horas pasa en Los Cancajos mirando el mar?

-Bastante tiempo, aunque suelo alternar con el monte. En el mar encuentro una paz y en el monte, otra. Siempre vengo a Los Cancajos a leer y a pasear. Pero el monte también tiene algo especial. La Palma nos ofrece naturaleza y buen rollito con la gente, porque los palmeros son buenos y hospitalarios. Aquí tenemos unos bosques únicos. Esta es una isla idílica.

-¿La Palma está bien encarrilada?

-Encarrilada está, lo que no sé es hacia dónde. Aquí cada uno coge un carril. La Palma debe aceptar que tiene una gran pantalla que es Tenerife, y que todos sus problemas turísticos vienen de ese gran monstruo de ahí al lado que la tapa, estamos un poco a la sombra del Teide, y el Teide es muy poderoso. Tenerife es una potencia turística con una gran tradición en el sector, y eso no se consigue en cuatro días. Nosotros aquí estamos un poco dormidos a la sombra del Teide, aunque también disfrutamos de la sombrita. La única pena es que no sabemos de qué van a vivir nuestros jóvenes. Algo habrá que hacer, yo no sé cuál es el carril, pero alguno tenemos que coger. Y aquí solo tenemos dos salidas: por mar o por aire, porque ni siquiera podemos irnos por tierra.