“Se debe visibilizar el papel de las mujeres de La Palma dedicadas al turismo rural”
La socióloga Ana Morales Hernández, máster en Cooperación al Desarrollo y doctorado en Desarrollo Regional, realizó su tesis doctoral sobre la mujer en el turismo rural de La Palma, un trabajo que fue codirigido por el palmero Carlos Fernández Hernández, profesor de la Universidad de La Laguna (ULL) e investigador.
La tesis lleva por título La oferta alojativa de turismo rural en la Isla de La Palma: análisis desde la perspectiva de género y fue defendida en 2017 en la Universidad de La Laguna.
En sus conclusiones, Ana Morales, de madre palmera, asegura que “La Palma ha sido pionera en la implementación de iniciativas de turismo rural. Sabido es que esta actividad ha fomentado la revitalización de sus entornos rurales, y reconocidas son sus contribuciones económicas, socioculturales y medioambientales a la Isla. Sin embargo, cuando se aborda el sector del turismo rural se suele pasar por alto la participación diferenciada de sus agentes implicados: mujeres y hombres promotores de la actividad”.
“Si atendemos a las labores necesarias para el desarrollo de la oferta de turismo rural, se observa la influencia de los roles de género propios de la sociedad rural tradicional. Así, la limpieza y mantenimiento de las casas rurales y la atención de los visitantes, son labores indispensables que suelen ser asumidas, principalmente, por las mujeres en el desarrollo de la actividad turística. Estas tareas domésticas y de servicio son semejantes a las labores tradicionales que las mujeres han ejercido en sus hogares familiares. Por su parte, los varones que participan en la actividad turística se encargan, preferentemente, de las obras de restauración y el mantenimiento de los exteriores de los establecimientos de la casa rural, tareas concebidas como de desempeño propio de los hombres en los valores de la sociedad rural tradicional”, explica.
“El tiempo y el espacio de desarrollo de la actividad turística son aspectos que también permiten entender esta implicación diferenciada. Características propias del turismo rural, como la discontinuidad de la demanda turística a lo largo del año, la flexibilidad horaria requerida y el espacio doméstico de la casa rural, han favorecido la relevante participación de las mujeres en la oferta alojativa de turismo rural”, afirma.
“Estas particularidades, unidas al mantenimiento de roles diferenciados por razón de género en la oferta de turismo rural, repercute en la invisibilidad de las contribuciones productivas de las mujeres rurales dedicadas a la actividad, en tanto permanecen vinculadas al trabajo en el espacio privado y doméstico. Esta realidad distorsiona, además, la percepción que de sí mismas tienen las mujeres como profesionales del turismo rural, definiéndose, principalmente, bajo otra categoría profesional, y, en pocos casos, como empresarias o emprendedoras de turismo rural”, expone.
“En cuanto a la propiedad de las casas rurales, se observa que el número de hombres registrados como propietarios es superior al de mujeres en el contexto de la isla de La Palma. Cabe señalar aquí la mayor dificultad histórica que las mujeres han tenido en el acceso a recursos patrimoniales, especialmente en los entornos rurales. Asimismo, el hecho de que los hombres sean los propietarios de los alojamientos rurales no se traduce necesariamente en que sean ellos quienes se encargan del trabajo cotidiano de las casas rurales. Por el contrario, se evidencia que los hombres tienden más que las mujeres a contar con otras personas como soporte para la realización de la actividad; personas que, por las características propias del turismo rural, es posible suponer que sean mujeres miembros de sus familias”, detalla.
“En lo que respecta a la participación de las mujeres en la oferta turística, se encuentra que son ellas quienes se emplean en turismo rural como su principal ocupación productiva, en una proporción significativamente mayor a la de los hombres. De este modo, los hombres participan en mayor medida de otras actividades productivas que les reportan mayores ingresos económicos. Estos datos apuntan a la menor participación de las mujeres en el mercado de trabajo y a las mayores alternativas laborales de las que disponen los hombres”, subraya.
“En relación a la renta generada, no se puede afirmar que el turismo rural sea una actividad económica que reporte ingresos económicos estables como para constituirse en la renta principal. La razón se debe encontrar, principalmente, en el reducido tamaño de los emprendimientos de hospedaje rural y en la discontinua demanda de la actividad. Partiendo de esto, a pesar de que el turismo rural ha permitido a las mujeres contar con unos ingresos económicos adicionales, que para un grupo de ellas resulta ser la única fuente de ingresos disponibles, estos no alcanzan a corresponderse con la expectativa de una renta completa y estable, que permita su independencia económica a través de la actividad”, resalta.
“Este aspecto económico limita la capacidad que tiene el turismo rural para convertirse en instrumento de cambio y ruptura con la desigualdad que experimentan las mujeres en el acceso al mercado laboral remunerado, de manera especial en el medio rural, puesto que su desempeño en la actividad turística no aporta una renta acorde con las necesidades básicas que requiere una plena autonomía económica. A ello se añade el tipo de labores reproductivas que demanda y el espacio doméstico de la casa rural en el que se desenvuelve, aspectos que refuerzan la invisibilidad de las contribuciones productivas de las mujeres en el medio rural”, indican.
“No obstante, pese a ello, las mujeres valoran positivamente su desempeño laboral en el turismo rural como una actividad propia que les ha brindado realización personal. El desarrollo de la actividad turística ha mejorado la capacidad económica de las mujeres, a través de su acceso a unos ingresos económicos personales que, además, mejoran la situación económica familiar. Asimismo, la participación de las mujeres en el turismo rural ha contribuido a la conservación de un patrimonio arquitectónico familiar”, destaca.
“A su vez, el turismo rural ha ampliado las posibilidades de acceso de las mujeres a espacios de socialización, mediante el conocimiento de nuevas personas y culturas. Así, el intercambio cultural permite a las mujeres conocer otros valores y formas de vida, más allá del espacio doméstico y rural en el que se desenvuelven cotidianamente, lo cual reduce su aislamiento y contribuye a aumentar sus aspiraciones personales. También, a través de la actividad turística, las mujeres hacen pública sus contribuciones a la vida familiar y comunitaria de los entornos rurales de la isla”, sostiene.
“La mejora de la situación de las mujeres dedicadas al turismo rural pasaría por el impulso de la profesionalización de la actividad, de manera que se potenciará la identificación de las mujeres promotoras como empresarias. En esta línea, la mejora de los rendimientos económicos de la actividad facilitaría una renta completa de ingresos que permitirían la autonomía económica de las mujeres, quienes, como se ha comentado, se ocupan en significativa mayor medida que los hombres de forma exclusiva a la actividad. Este mejoramiento económico puede fomentarse agregando valor a la experiencia turística a través de la implementación de actividades complementarias a la oferta alojativa, lo cual favorece el atractivo del emprendimiento en turismo rural”, dice.
Asimismo, agrega, “se debe favorecer la visibilización de las labores que las mujeres realizan como cuidadoras de la experiencia turística en la promoción que se realiza del turismo rural, potenciando el reconocimiento y la valorización del papel desempeñado en la oferta de turismo rural, así como de sus contribuciones a la sociedad rural de la isla de La Palma”.
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