Mar Abierto es un espacio para visibilizar, a través de la investigación y la experiencia, complejidades que afectan a la vida de personas en movimiento. Ponemos sobre la mesa aquellas cuyo camino tiene relación con las Islas Canarias como lugar de encuentro, de cruce, de paso; como destino u origen. Hablemos de migraciones para comprenderlas ya que, como dice Drexler, «somos una especie en viaje».
Ruta migratoria a Canarias: ni origen ni destino.
Hay tantas historias como personas se mueven, todas son diversas, pero podemos encontrar algunos puntos en común. Desde este lado de la orilla se tiende a caer en dos errores con respecto a la imagen que tenemos de la llegada en patera, ese momento de entrada a Europa: hay quien piensa que es en este punto donde comienza el trayecto migratorio de estas personas; que es aquí y ahora donde se convierten en “migrantes”. También hay quien cree que, una vez han llegado, su trayecto migratorio se puede dar por concluido. No es una idea ni la otra.
Muchísimas de estas personas han recorrido un largo camino y han vivido años de periplo migratorio antes de llegar a esta orilla. Por ejemplo, quien sale de algún punto de la región occidental de África probablemente haya recorrido, poco a poco y de manera muy precaria, trabajando y ahorrando por el camino, varios países hasta llegar a una costa desde la que poder embarcarse en una patera. La serie “los migrantes de la Covid: un viaje a los puntos de salida para alcanzar Canarias”, del periodista Xavier Aldekoa ilustra, precisamente, esto último.
Tampoco su viaje termina aquí. Por un lado, para mucha gente Canarias y/o España no son más que un punto de tránsito para llegar hasta otras partes de Europa. Por otro, arrastrarán durante mucho tiempo las dificultades que supone migrar en las condiciones en las que se ven obligadas a hacerlo, y las consecuencias que conlleva la irregularidad administrativa (“no tener papeles”) por no tener la opción de tomar otra vía. En este tiempo, el estigma y la falta de acceso a muchos recursos y espacios marcará, salvo contadas excepciones, su vida.
Las preguntas que nos planteamos a menudo son: ¿Por qué viajar así? ¿Por qué arriesgar la vida?
Teniendo en cuenta la complejidad y la multifactorialidad del fenómeno migratorio por vías no seguras, las/os expertas/os en migraciones llevan años hablando de que la diferenciación categórica entre los conceptos de “migrante económico” y “migrante forzoso” o “refugiado” no son aplicables a la vida real, pues la complejidad de los flujos y, por supuesto, de la vida de cada persona, hacen que no se puedan encasillar sus historias en una u otra definición. Esto es grave porque esta categorización determina, en el plano de su realidad diaria, su situación administrativa, sus opciones de regularización, las condiciones en las que tendrán que vivir, su acceso a derechos sanitarios, de movilidad, de trabajo, de educación, etc.
Ya en 2003 Stephen Castles hablaba de que las desigualdades a nivel global y sus dinámicas de exclusión suponen conflictos y, por tanto, migraciones forzosas. En este contexto, Castles hace hincapié en que “la distinción entre la migración forzosa y la económica resulta borrosa”. Y añade: “Las economías fallidas generalmente suponen también estados débiles, grupos dominantes abusivos y violaciones de derechos humanos (...). Resulta imposible separar por completo las motivaciones económicas y las relacionadas con los DDHH.”
“Las economías fallidas generalmente suponen también estados débiles, grupos dominantes abusivos y violaciones de derechos humanos (...). Resulta imposible separar por completo las motivaciones económicas y las relacionadas con los DDHH.”
Castles sigue argumentando que ambos tipos de migración son “formas de expresión de las desigualdades globales y de crisis sociales que están estrechamente relacionadas y que, de hecho, muchas veces resultan indistinguibles”. Lo preocupante es que esta visión es sistemáticamente ignorada en la creación de políticas públicas y la generación de instrumentos jurídicos para abordar la cuestión migratoria y todo lo que esta supone.
También queremos detenernos en el imaginario colectivo que sostiene la población africana con respecto a Europa. El informe sobre las nuevas dinámicas migratorias en Senegal de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) desvela que el 61% de las personas que decide migrar tiene un familiar que ha intentado hacerlo, por lo que esta decisión, aunque se tome de manera individual, puede ser influida por los familiares y allegados. En “Salvados: la lucha eterna”, escuchamos los testimonios de varios senegaleses debatiendo sobre la imagen que tienen de Europa los africanos, especialmente los jóvenes: «Piensan que Europa es la buena vida, El Dorado, que vas a tener todo lo que quieras (…)».
Estas afirmaciones reflejan la falta de información a la que se enfrentan muchas personas antes de embarcarse en la ruta hacia Europa. A las falsas expectativas, probablemente reforzadas por una visión de origen colonialista que favorece la percepción del norte con respecto a la del sur, se añade la falta de interés de los gobiernos de países de origen, tránsito y llegada para informar sobre las circunstancias de las rutas, pues esto supondría reconocer una realidad de la que son responsables y/o garantizar vías legales que respondan al derecho humano a migrar con seguridad.
Además, internet y las redes sociales contribuyen, como es evidente, a crear una imagen determinada de una sociedad: todas tendemos a compartir la parte positiva de nuestras vidas. Bien sabido es que lo que transmiten nuestros perfiles en redes sociales poco se parece a nuestro día a día, a nuestras luchas y obstáculos. No es diferente para una persona que ha migrado, de la manera que sea, y esta es parte de la información que llega directamente a las sociedades de origen. Pero también la responsabilidad es colectiva y es política: la Europa abanderada de los derechos humanos es la misma que los niega sistemáticamente según de dónde procedas, tu estatus socioeconómico y la manera en que consigas desplazarte hasta su territorio.
La Europa abanderada de los derechos humanos es la misma que los niega sistemáticamente según de dónde procedas, tu estatus socioeconómico y la manera en que consigas desplazarte hasta su territorio.
Los esfuerzos de España, Europa y Marruecos por securitizar e impedir las llegadas a través de la ruta del Mediterráneo central, el estrecho de Gibraltar y Ceuta y Melilla han desviado la migración hacia la ruta Atlántica, manteniendo los puntos de salida a lo largo de la costa occidental africana. Sin embargo, según un estudio del Mixed Migration Center, esto no influyó tanto en las percepciones de las personas que migraron a través de la ruta canaria. Las personas citaban, como factor influyente, la percepción de esta ruta como más rápida y directa para entrar a Europa, añadiendo también a esto la información de familiares y allegados que ya la habían tomado. En su estudio sobre las nuevas dinámicas migratorias en Senegal, la OIM distingue entre diferentes etapas previas al viaje: la búsqueda de información, el contacto con un facilitador del viaje – o passeur – y la consecuente preparación. Por último, el contacto con la persona que se encarga de reunir a los y las migrantes en un punto de encuentro. Solo el 42% de las personas que embarcan son conscientes de los riesgos que conlleva la ruta canaria.
Como contó Hamza a Natalia G. Vargas en su artículo en este mismo periódico, “mientras este negocio mueva dinero, habrá pateras” y nosotras debemos hacer un apunte fundamental: si hubiera alternativa a este tipo de servicios, es decir, a los viajes en patera y otras formas de movilidad irregular, no se darían entornos favorables para este tipo de actividades y estas necesidades quedarían suplidas por las vías legales, seguras y realistas. Así se acabaría con tan alto volumen de personas que arriesgan su vida por cambiar su lugar de residencia. Luchar contra el tráfico no tiene sentido si se siguen manteniendo las estructuras de las que se alimenta.
Luchar contra el tráfico no tiene sentido si se siguen manteniendo las estructuras de las que se alimenta.
Por otro lado, es importante destacar que solo una mínima parte de las personas migrantes emprende el viaje a Europa. La mayoría permanece en sus países de origen como desplazadas internas o como refugiadas en los países vecinos. En la región occidental africana 2 de cada 3 personas migradas permanecen en otro país de esta misma región, llegando a porcentajes de hasta más del 75% como es el caso de malienses y marfileñas. Mauritania, por ejemplo, alberga a hasta 61 mil personas refugiadas originarias de Mali.
Datos como estos evidencian que los discursos de odio que señalan, criminalizan y tachan a las personas migrantes como “invasoras” o similares son falsas ideas que no tienen ningún tipo de sustento más allá del racismo y la falta de información.
Es preciso señalar que la situación migratoria actual en Canarias no se trata de un evento fortuito; no es espontáneo ni azaroso. El contexto de las personas llegadas a Canarias presenta una idiosincrasia y una relación de factores que les llevan a abandonar su lugar de origen. Sin embargo, todas ellas tienen un elemento común en su motivación a emprender el salto entre continentes de esta manera: la falta de garantía de vías migratorias regulares y seguras. La base de esta carencia tiene que ver con la influencia de intereses políticos, económicos y diplomáticos entre países en la gestión migratoria, lo que deriva en una serie de dinámicas de poder que resultan en la securitización de un fenómeno humanitario: bloquear las fronteras para que “dejen de llegar” en vez de abordar la situación desde la defensa de los derechos humanos.
Este bloqueo de puntos de entrada no hace más que desvíar las rutas migratorias: no detiene el flujo, pues la emigración en estas condiciones tiene más que ver con lo que uno/a deja atrás que con la perspectiva de lo que se va a encontrar. Al tiempo que se bloquean unos puntos de salida y entrada en cada continente, los contextos en los países de origen y la falta de alternativas permanecen.
Dadas estas circunstancias, el futuro descenso o simbólica ausencia de llegadas registradas por esta vía no será sinónimo de haber dado fin a esta necesidad. La activación de esta ruta, así como la permanencia de las personas llegadas en territorio insular, es temporal y forma parte de un todo mucho más complejo. Canarias no es más que un episodio transitorio en el proceso y realidad migratoria. Mientras no se garanticen vías legales y seguras y se establezca la promoción de los DDHH como objetivo central en la gestión migratoria, la pérdida de vidas humanas nos seguirá abrumando aunque varíe el punto de origen y/o destino.
Hay tantas historias como personas se mueven, todas son diversas, pero podemos encontrar algunos puntos en común. Desde este lado de la orilla se tiende a caer en dos errores con respecto a la imagen que tenemos de la llegada en patera, ese momento de entrada a Europa: hay quien piensa que es en este punto donde comienza el trayecto migratorio de estas personas; que es aquí y ahora donde se convierten en “migrantes”. También hay quien cree que, una vez han llegado, su trayecto migratorio se puede dar por concluido. No es una idea ni la otra.