Alcanzar la Península con la protección equivocada, el menor migrante que fue derivado como adulto

A las siete de la mañana del 21 de abril, Alioune (nombre ficticio) vio por última vez las lonas blancas que cubren el campamento para migrantes de Las Raíces. En ellas, aún 1.300 personas conviven sobre el barro de una de las zonas más húmedas de la isla de Tenerife. En la guagua de camino al Aeropuerto Tenerife Norte, Alioune miró por el cristal y se despidió de una vecina haciendo un gesto con la mano. A esa hora, solo los coches de los trabajadores de Accem, organización contratada por el Gobierno de España para gestionar el recurso, rompían el silencio. Entre la emoción por abandonar el recinto, apareció también la tristeza y la desesperanza. Alioune es menor. Al menos, así lo sentencia su partida de nacimiento que, aunque no la tiene de forma física, su familia le ha hecho llegar a través de una fotografía.

El 29 de noviembre de 2003 es la fecha de nacimiento que aparece en este documento. De acuerdo con él, Alioune tendría 17 años. Sin embargo, en su documentación española aparece el 23 de enero de 2003. Una diferencia de meses, en una posible falta administrativa, que le hizo perder la oportunidad de crecer en uno de los centros para menores no acompañados preparados en el Archipiélago. “Alioune es menor”, aseguraban todos sus compañeros del campamento de Las Raíces antes de su partida, quienes en lugar de llamarlo por su apellido se refieren a él como Alioune “el menor”. “Pero no solo él, hay muchos menores en Las Raíces”, señaló un compañero de viaje.

El viento azotaba las jaimas que algunos migrantes levantaron a las puertas del antiguo acuartelamiento militar en señal de protesta. El termómetro marcaba 13 grados la mañana en la que Alioune partió del recurso. Desde que salió en noviembre de Mbour, un pueblo pesquero al norte de Senegal, su camino no ha sido fácil. Después de sobrevivir a una travesía de 15 días en el mar, fue tratado como adulto al llegar a El Hierro. A partir de ese momento, convivió con adultos en un recurso alojativo primero y luego durante dos meses y medio en el macrocentro de Las Raíces, uno de los dos recursos para hombres adultos que el Ministerio de Migraciones ha instalado en La Laguna y que tiene capacidad para 2.400 personas. En él, ha crecido un par de centímetros, también le ha salido barba, pero sobre todo ha tenido miedo en muchas noches.

El pasado 31 de marzo, Alioune cenaba en el exterior del campamento la comida donada por una vecina. En cuestión de minutos, la situación se tornó peligrosa. Gritos desde el interior del campamento y sonidos de golpes hicieron que la seguridad encargada del recurso cerrara el portón principal ante la mirada de desconcierto de todas las personas del exterior. Durante el conflicto, muchos migrantes se hacinaron en la puerta pidiendo entrar ya que, a las 21.00 horas, todas las personas que estén fuera pasan la noche en la calle, según las normas de la ONG. Alioune observaba perplejo y pasivo, con la mirada de quien ha vivido en el caos y ha normalizado la realidad, mientras una vecina trataba de protegerlo. “¡Es menor!, ¡es menor!’’, gritaba la mujer desde fuera.

Una semana después, el 6 de abril, dos días de revueltas en el recurso, con presencia policial permanente, hicieron que Alioune buscase cobijo fuera del recinto de nuevo. Arropado por algunos vecinos de la isla, paseaba entre los periodistas tratando de evitar el ruido. Alioune perdió la esperanza mucho antes de coger un vuelo rumbo a la “gran España”, como conocen muchos migrantes a la Península, tampoco sabe qué más hacer para poder ser tratado como un niño, así que con resignación se adaptó a su nueva vida.

Fuentes cercanas a Accem aseguran que, desde el recurso, los trabajadores se han percatado de la presencia de posibles menores. “A veces porque ellos mismos lo denuncian y otras porque el personal de la ONG los identifica”. Por otro lado, fuentes jurídicas revelan que muchas veces los menores presentan “comportamientos más infantiles”. “Tienen menos facilidad para relacionarse, suelen estar más cohibidos y hablar mucho menos”.

La otra vida de los menores

Con datos del mismo día en el que Alioune salió de Tenerife, la Consejería de Derechos Sociales del Gobierno de Canarias mantenía 2.776 menores bajo su tutela. La Comunidad Autónoma canaria tiene prevista una capacidad de 500 menores en acogida. Sin embargo, la llegada de menores no acompañados en 2020 ha obligado al Gobierno a crear varios recursos de emergencia por todo el archipiélago. Estos niños están distribuidos entre 29 espacios temporales. De los hoteles que acogieron a menores desde noviembre de 2020 solo se mantienen abiertos dos apartamentos en Tenerife y uno en Gran Canaria, mientras que el resto son recursos diferentes controlados por el Ejecutivo autonómico o los cabildos insulares. Desde esta área afirman que “si fuera necesario abrir más recursos para atender a los derechos de los menores, se haría”.

A 20 minutos de Las Raíces vive Pape, un menor de 17 años que llegó a las Islas en patera. Un centro para menores habilitado en Santa Cruz es su residencia desde hace unas semanas, antes de él vivió en un recurso de La Esperanza. Las historias de ambos nunca llegaron a cruzarse a pesar de que, de haber seguido su ficha de nacimiento, Alioune podría haber acabado en uno de los centros en los que ha vivido Pape. Los recursos son limitados también para los menores extranjeros no acompañados que se encuentran bajo la responsabilidad del Estado, pero tienen acceso a la educación y crecen en unos entornos más seguros. No hay peleas por la escasez de comida, tampoco presencia policial constante.

También para los menores a punto de cumplir la mayoría de edad, el Gobierno de Canarias a través de la Dirección General de Juventud cuenta con programas y espacios destinados a personas extuteladas por el Estado. Desde ella se financian siete centros repartidos por el Archipiélago: dos en Tenerife, cuatro en Gran Canaria y uno en Fuerteventura. En total, la capacidad máxima de todos es de 64 personas. A estos recursos hay que sumar los de los cabildos. En el caso de La Gomera, El Hierro y La Graciosa no hay centros alojativos para estas personas.

Según cifras ofrecidas por Derechos Sociales, 58 menores tutelados por el Gobierno canario han sido trasladados a la Península durante estos meses. Ordenados por número de niños acogidos, Extremadura (25), Castilla y León (18) y la Comunidad Foral de Navarra (15) son los territorios que, por el momento, han dado refugio a estos migrantes. Otras comunidades también han pactado con el Archipiélago la acogida de menores extranjeros. Se prevé que Cataluña sea quien más acogida ofrezca, con 43 plazas; seguida de Cantabria y Galicia, con 20 plazas cada una; Valencia, con 18; y Asturias con 16. En total, el Ejecutivo regional tiene concretada la derivación de 182 menores, aunque falta aclarar cifras con Aragón, Castilla-La Mancha y País Vasco.

Alioune no aparece registrado como menor. El Ejecutivo autonómico, a través del área de Derechos Sociales e Igualdad, asegura que “desde la Consejería no hay registro” de estos posibles menores. Al estar inscritos en centros de adultos, el Ejecutivo autonómico no tiene competencia para conocer quiénes son trasladados a otras comunidades y quienes permanecen en la isla. “No es que el Gobierno de Canarias los considere adultos, es que ni si quieran pasan por el Ejecutivo”, explican fuentes gubernamentales. Por este motivo, desde el área de la consejera Noemí Santana (Sí Podemos Canarias) apuntan que para poder detectar casos de menores en campamentos de adultos es la Fiscalía de Menores correspondiente, en la situación de Alioune la de Santa Cruz de Tenerife, la que debe informar y actuar al respecto.

Esta redacción ha tratado de contactar con la Fiscalía de Extranjería de Santa Cruz de Tenerife, que ha remitido a la fiscal jefa de la provincia, María Farnés. Después de varios intentos, ella tampoco ha atendido a las peticiones de ahora.plus.

Reencontrarse con su familia

Una vez en el aeropuerto, Alioune se bajó de la guagua vestido con un chaleco acolchado y sin sudadera debajo, aunque confesó tener algo de frío su emoción por salir de Canarias dejaba en un segundo plano la voluntad de abrigarse. Seis meses después de su llegada al Archipiélago, el joven está más cerca de un familiar que vive en la Península. Sin embargo, por el momento, prefiere esperar para el reencuentro.

Antes de pasar el control de seguridad del aeropuerto, los trabajadores de Accem repartieron unas carpetas de papel con indicaciones, billetes de avión y el itinerario del día. Siempre se sigue esa rutina al bajar de la guagua que hace el traslado desde Las Raíces a Los Rodeos. El día que Alioune abandonó Tenerife junto a una veintena de migrantes se entregaron dos tipos de carpetas: las azules y las verdes. La de Alioune es azul porque su vuelo partió a las 9.55 horas. “Si pierdo esta carpeta, no viajo”, vacila Alioune, que no le quita ojo a sus papeles en el tiempo de espera para ir al embarque. Junto a los documentos del viaje, antes de despedirse de Tenerife, mostró su solicitud de asilo ya presentada.

Él y otros 19 compañeros partieron en un trayecto entre Tenerife y Madrid. El mismo día, aterrizó en la capital y fue trasladado a un recurso en Valencia. “Quiero llegar allí y aprender mucho español, quiero estudiar”, confesaba minutos antes del embarque. “Luego, más adelante, iré a reencontrarme con mi tío”. Alioune quiere primero solucionar su situación jurídica en España, hacerse con el idioma que tanto le ha costado entender y comenzar una nueva vida. Después ir al País Vasco a vivir con su tío. Tras aterrizar en Madrid, fue trasladado a Valencia. Aunque por el momento se adapta al nuevo recurso, aún es incapaz de olvidar la gestión administrativa que lo ha llevado hasta ahí.

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