Dos décadas de migraciones en la Frontera Sur a través de los ojos del fotoperiodista Juan Medina
“Fue en una playa de Gran Tarajal (Fuerteventura). Un chico recién desembarcado de una patera, que estaba ya vestido con la ropa que le dio Cruz Roja, iba gateando porque no podía ir a pie hasta donde estaban sus compañeros. No podía caminar, estaba completamente exhausto. Y había gente en el fondo, sentados en la playa”. El fotoperiodista Juan Medina (Buenos Aires, 1963), que trabaja para la agencia Reuters, recuerda la instantánea que hizo en 2005 en la isla, donde comenzó a documentar las llegadas de las barquillas que partían desde Marruecos y el Sáhara Occidental desde finales de los años 90. En la imagen, se observa a una persona migrante con la boca entreabierta y la mirada perdida mientras se apoya con sus manos y sus rodillas en la arena, a unos metros y desenfocadas, dos mujeres y un hombre están sentados en toallas con ropa de baño.
“Mi idea no era ridiculizar a las personas que están sentadas en la playa, pero sí es verdad que en un mismo lugar pueden pasar muchas cosas, hay un punto de contraste: unos pueden tomar el sol y otros están al borde de la extenuación. Para esa información pasé más fotos en las que se veían personas que iban a ayudar, pero esa impactó más”, explica. Lo que a juicio de Medina expone esa escena, es que “ante el mismo hecho, cada uno se retrata como es. Hay gente que por más que vea 25.000 fotos le va a dar igual el prójimo y hay otras que tratan de ayudar. Eso es el ser humano”.
Durante más de 20 años, Medina ha documentado las migraciones desde África Occidental hacia el continente europeo, cubriendo las llegadas a Canarias a principios del siglo XXI, los intentos de saltar la valla en Ceuta y Melilla, los flujos a través del eurotúnel desde Francia a Reino Unido o los rescates del Open Arms. Pero también se ha desplazado a los países de origen o de tránsito como Malí, Senegal, Mauritania y Marruecos. Este viernes, se ha desplazado a Casa África para presentar la exposición ‘Migraciones en la frontera sur de Europa’ en Las Palmas de Gran Canaria, que consta de 41 fotografías realizadas durante su trayectoria.
La primera patera llegó a Fuerteventura en 1994 con dos personas a bordo. Dos años después, Medina llegó a la Isla y comenzó a fotografiar las llegadas. Fue su primer contacto con personas que migran arriesgando su vida. “Nuestra obligación como periodistas era documentar lo que estaba sucediendo en aquel momento. Pero vimos que seguían llegando y no era un hecho puntual, sino sostenido. A partir de ahí intentamos empezar a buscar los por qué, hacer un relato humano, conocer las causas de les venían en esas circunstancias, qué pasaba después, cómo continuaba su vida. Ahí es donde empecé a trabajar en esta documentación”.
En 2005, le concedieron el primer premio World Press Photo por una foto que realizó en 2005 al sur de Fuerteventura. La imagen muestra el pánico y el miedo de varias personas que habían caído al mar después de que volcara la embarcación en la que iban mientras una patrullera de la Guardia Civil estaba rescatándolos. Medina recuerda con nitidez aquel suceso. “El naufragio ocurrió en noviembre de 2004, Fue un momento muy crítico: la patrullera paró los motores, la patera se acercó poco a poco, empezaron a subir y todo se hacía con tranquilidad, pero a la vez, con mucho miedo. Había pánico porque todo el mundo ya quería subir”. Se detiene un instante y prosigue: “Fue un mal movimiento, los chicos se fueron todos a la banda de la barquilla y se volcó. Fue así, estaban subiendo, uno por uno, pero el miedo, la noche, no había luz…”.
“Los guardias que estaban en el barco empezaron a tratar de salvar a los que cayeron con lo que tenían a mano. Intentaron salvar a la mayor cantidad posible, pero no tenían una dotación adecuada, hicieron lo que pudieron. Nueve chicos desaparecieron esa noche y fueron apareciendo poco a poco en la costa de Fuerteventura, muertos. Fue un hecho muy dramático. Ahí se generó un momento de tensión. Pude hablar con los que subieron a la patrullera. Estaban todos en situación de shock”, recuerda. Después de vivir y documentar lo sucedido, Medina hizo seguimiento de los supervivientes. “Estuve muy pendiente y les fui siguiendo la pista. A unos los mandaban a Valencia, otros a Murcia y establecí una relación con algunos porque me parecía importante que contaran por qué hicieron eso”. En la foto que tomó aparecían Isa e Ibrahim, “dos chicos de Malí que me dieron la dirección de su familia y los fui a visitar una vez que ya estaban bien”. Entonces les preguntó por todo lo ocurrido “y dijeron que lo volvería a hacer”. Medina destaca esta revelación porque “a veces se dice que vienen engañados y que no saben donde se meten, pero yo conozco gente que ha saltado la valla varias veces, o que los han repatriado. Y otra vez la valla, la patera y la clandestinidad. No se puede decir que ese chico no sabe lo que hace, o que lo traen engañado, es porque no tiene otra alternativa”.
Medina pudo documentar lo ocurrido aquella trágica noche al poder embarcarse en una patrullera de la Guardia Civil, una posibilidad vetada en la actualidad. Sin embargo, el fotoperiodista señala que era algo que sucedía “en momento puntuales” y rememora que solo pudo acompañar a los tripulantes en tres ocasiones: en 1999 y en 2004 con la Guardia Civil y en 2007 con Salvamento Marítimo, en Los Cristianos (Tenerife): “Nada más, no era algo normal y estaba muy restringido”. Sin embargo, a diferencia de la cobertura de las llegadas al muelle de Arguineguín el año pasado, donde los fotógrafos tenían prohibido acercarse a menos de un kilómetro de donde se llegaron a hacinar más de 2.000 personas, Medina expone que a finales de la década de 1990 en Fuerteventura no existía un dispositivo de asistencia a pie de playa y, por ende, los periodistas podían documentar lo que sucedía con cada llegada. “El dispositivo empezó porque Médicos Sin Fronteras montó un campamento en la Isla que hizo saltar las alarmas: fue la primera vez que la ONG hacía una misión en un país europeo. Eso fue muy llamativo. A partir de ahí, se empezó a dotar a Cruz Roja para la atención a pie de playa”, explica.
Esto no implica que la cobertura que se realizara de las llegadas a principios del siglo XXI estuviera exenta de impedimentos. Como ejemplo, Medina recuerda el antiguo aeropuerto de Fuerteventura, que funcionó de forma improvisada como un centro de internamiento de emergencia y en el que llegaron a permanecer entre 200 y 500 personas al día en condiciones precarias. “Hubo una foto que se filtró y se veía un poco, pero los periodistas nunca pudimos acceder. Íbamos a las puerta a documentar y se podía percibir y se escuchaba. Todas las organizaciones humanitarias habidas y por haber hicieron informes negativos sobre eso”, señala.
“La labor del periodismo es hacer la documentación y hoy sigue jugando el mismo papel. El derecho a la información, el poder tener pruebas de que eso va ocurriendo. Pretender que vamos a cambiar la historia por una fotografía es muy pretencioso. Pero es verdad que ahí están las fotografías para quien quiera consultar que esas cosas sucedieron porque, aun teniendo las fotografías y sabiendo lo que sucedió, hay gente que lo niega”, subraya Medina.
El racismo y la xenofobia
Para Medina, emplear la palabra crisis para denominar los flujos migratorios a través de la Ruta Canaria cuando suceden de forma frecuente “parece como un problema para la ciudadanía receptora”. En este sentido, remarca que “a las personas que vienen de esa forma porque no tienen otra forma de hacerlo las seguimos viendo como un problema nuestro. Se le llamó crisis de los cayucos a una cosa que sucedía en Canarias desde hacía muchos años y que era sostenido. En las pateras venían 30 o 40 personas y luego llegaron cayucos. Olvidamos esa parte anterior de una crisis humanitaria y le llamamos crisis de los cayucos, pero en realidad la crisis la teníamos nosotros, que tendemos a ver las migraciones como un problema”.
Durante la primera década del siglo XXI, vecinos de un municipio de Tenerife protestaron en contra de que se alojaran a menores extranjeros en un albergue, hubo manifestaciones en la capital grancanaria en contra de las llamadas “invasiones” cuando más de un centenar de migrantes se concentró en un plaza para protestar y el propio Parlamento de Canarias pidió a la Armada blindar las costas isleñas. El año pasado se levantaron barricadas contra la llegada de migrantes en un municipio al sur de Gran Canaria y este año se cuelgan pancartas rechazándolos y se inundan las redes sociales de mensajes racistas y xenófobos. “El racismo y la xenofobia no parten de las pateras y los cayucos, sino como una cuestión reaccionaria de la sociedad. El rechazo al otro por una diferencia étnica o religiosa tiene nombres concretos. Si voy a tener odio a una personas porque no es de mi país o de mi isla o de mi zona o de mi religión soy un xenófobo y probablemente sea un racista. Ante esos hechos, estas personas se nutren para exacerbar más sus odios, el odio el otro. Muchas veces viene por la ignorancia y otras por mala intención. Por más que se documente y se informe y por activa y por pasiva se trate de decir cuales son las circunstancias que llevan al ser humano a moverse, hay gente que no le va a importar nada y va a tener una mirada negativa hacia el otro”, concluye.
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