En el muelle de La Restinga aún se amontonan los cayucos repletos de enseres. En el interior todavía pueden verse mochilas, zapatos desparejados, carbón y hasta una pasta de dientes. El 10 de octubre llegó en uno de ellos Djiby, un joven senegalés de 18 años. Fue rescatado de madrugada por Salvamento Marítimo a siete millas de El Hierro. En torno a las cuatro de la mañana pisaron tierra firme y el número de ocupantes de su cayuco, 19, sorprendió a las autoridades, acostumbradas a ver a cientos de personas hacinadas en este tipo de barcos. Esa misma mañana fue derivado de manera exprés a Tenerife. Desde entonces vive en el campamento de Las Raíces. Cada mañana, poco antes de las diez, espera en la puerta a la guagua que le lleva a recibir clases de español en las aulas de la universidad.
En Las Raíces conviven hasta ahora 2.476 personas, según los datos ofrecidos por Accem, la ONG que gestiona el recurso. Este espacio se creó en 2021 con capacidad para 2.000 migrantes. Sin embargo, la declaración por parte del Ministerio de Migraciones de la situación de emergencia en Canarias por el repunte de llegadas ha permitido habilitar más plazas. Según explicaron desde el Ministerio a esta redacción, la declaración permite actuar de manera inmediata ante “acontecimientos sobrevenidos” y se activa para “cubrir las necesidades de atención a las personas migrantes”.
Algunos de los recién llegados aseguran que al menos allí pueden descansar después de muchas noches en guardia en medio del mar, aunque el gran número de personas hace que las colas para comer sean infinitas. En las carpas, como pasó en 2021, conviven grupos de hasta 30 personas, según los usuarios del centro.
Tal y como han explicado desde la ONG, se está gestionando una “acogida flexible” adaptada a las necesidades. La cifra de personas alojadas varía a diario, ya que se están agilizando las derivaciones a la Península. En el recurso de Las Canteras, también gestionado por Accem y situado en La Laguna, hay ahora 835 personas, aunque en principio tenía capacidad para acoger a 650 personas.
Entre ellos está Mamadou. Nació en la localidad de Pikine, en Senegal. Este taxista de 28 años llegó a Gran Canaria el 10 de octubre en un cayuco con diez niños. Era su cuarto intento de llegar a España. Las tres veces anteriores, su barcaza fue interceptada por la Marina senegalesa y devuelta a su país. Esta travesía duró cinco días. “Sufrimos mucho”, cuenta. “Fueron cuatro noches en las que no pegué ojo. No comes bien, no puedes ir al baño bien, no conoces a nadie, solo escuchas gritos y llantos”, relata en francés.
Más de 23.000 personas han llegado a Canarias en lo que va de año. Los senegaleses han pasado a protagonizar este 2023 la ruta canaria. Este país atraviesa desde hace tiempo una fuerte convulsión política y social. El estallido de las protestas, sumado a las temporadas de sequía, al buen tiempo y a los frecuentes días de mar en calma han empujado a sus nacionales a buscar una oportunidad en Europa. “En Senegal hay muchas injusticias. No quieren que nos manifestemos, no quieren nuestra libertad”, dice Mamadou.
Los que no llegan
En medio del océano, un día es una eternidad. Los cayucos viajan sobreocupados y cualquier movimiento puede desestabilizar el barco. Para quienes no conocen el mar, el viaje es aún más complicado. “Se ponen más nerviosos porque no ven nada alrededor, solo agua”, cuenta Mamadou en francés. Para mantener la calma en el cayuco, él trataba de recordar lo que su padre, que trabajaba en la pesca, le contaba sobre él.
De su cayuco no llegaron todos a Canarias. Falta un hombre que salió con ellos. “Era diabético y sufrió mucho en el viaje. Se puso muy enfermo”. Mamadou señala hacia abajo, como si aún viera a aquel hombre postrado en el suelo cayuco. En mitad de la travesía murió. “Tuvimos que tirar su cuerpo al mar”, narra Mamadou.
Solo en el mes de octubre han alcanzado las islas cerca de 9.000 personas, pero no hay datos oficiales sobre el número de migrantes que han muerto en la ruta en medio del repunte. Las últimas cifras fueron publicadas en julio por el colectivo Caminando Fronteras. Entonces, 778 personas habían desaparecido intentando llegar al Archipiélago, convirtiéndo este camino en el más mortal del país.
Fuentes expertas advierten que la celeridad de las derivaciones entre islas y hacia la Península puede provocar que se pasen por alto datos importantes como las cifras de muertos o las vulneraciones de derechos que se han sufrido en origen.
Las madres que esperan noticias de Canarias
Al otro lado del océano, son muchas las familias que esperan con ansia noticias de sus seres queridos. Una de ellas es la de Sharif. “Cuando salí de casa le dije a mi madre que me iba a Mali a buscar trabajo”, recuerda el senegalés. Ella no le habría permitido jugarse la vida para llegar a España. Hace poco más de una semana que está en Canarias y aún no ha podido hablar con ella. Su móvil se cayó al mar.
En el exterior del campamento de Las Raíces, Omar e Ibrahim se unen a la conversación. Omar vive en Senegal, pero su madre es de Mauritania. Ibrahim viene desde Guinea Conakry. Los tres llegaron en cayucos diferentes, pero todos se toparon con la isla de Tenerife. “Yo no sabía a dónde iba. Vimos la isla y al barco de rescate y ahí bajamos”, asegura el guineano.
En el cayuco de Sharif viajaban 140 personas. Preguntado por el viaje, se echa las manos a la cabeza y ríe. “Tenía mucho miedo a morir”, dice. “En la costa de Mauritania hacía mucho viento y el barco se movía mucho”, recuerda. Durante cuatro días comieron pan y agua. “Sabía que era arriesgado, pero tú asumes el riesgo. Si sale bien, bien; si no, tú lo has decidido. Es como jugar un partido de fútbol, puedes ganar o puedes perder”.