Ibrahim es un joven de 34 años extutelado que partió de Senegal cuando aún era un adolescente, para llegar a Canarias a bordo de una patera.
“Yo creo que la migración es fundamental, porque todos vienen a España a buscarse la vida y con muchísimas ganas de trabajar”, asegura Ibrahim en una entrevista con Europa Press.
El senegalés cuenta que llegó a España en 2006 después de navegar 14 días en una patera por el Atlántico, con 106 personas más. “A los tres o cuatro días se acabó la comida. Había comida, pero solo para los capitanes, para los demás no. Con el agua pasó lo mismo después y la cogíamos del mar”, explica.
En esta misma línea, Ibrahim expone que, ante esta situación, hubo personas que se enfermaron y que, incluso, gente mayor falleció. En la embarcación, añade que solo viajaban dos menores, él y un amigo, mientras que el resto eran hombres adultos.
“La patera se rajó y entraba muchísimo agua. Dos personas tenían que levantarse con dos cubos para quitarla todo el rato. A nosotros, como éramos los pequeños, no nos dejaban sacar el agua”, indica.
También señala que decidió irse a España sin decirle nada a su familia y que “la mayoría no lo suele comentar a nadie, porque si no, no les dejarían arriesgar la vida”. En este sentido, agrega que para poder acceder a la patera con la que llegó a Canarias pagó 900 euros. “Trabajaba con mi tío en una tienda de electrodomésticos. Le quité a él el dinero y luego se lo devolví”, matiza.
Igualmente, el joven senegalés asegura que fue la primera vez que se montaba en una patera, mientras que el amigo con el que viajó, también menor, se dedicaba a pescar en el mar. “Él me animó. Me dijo que en España íbamos a tener un futuro mejor y que nos iba a cambiar mucho la vida”, recalca.
Ibrahim vive actualmente en Segovia, a donde le destinaron tres meses después de llegar a Canarias en 2006. Allí, recibió educación y formación en uno de los centros de acogida de Accem. “Nos pusieron manos a la obra. Primero, nos enseñaron castellano y después nos buscaron trabajo. Yo llevo en la empresa casi 17 años”, subraya.
A su llegada a Castilla y León, explica que la gente le “miraba mal” y que había niños pequeños que “no habían visto nunca gente de color” y también le miraban, lo que le hacía sentir “incómodo”. “Ahora tengo mi familia. Tengo tres chicos, uno de diez años, uno de ocho y otro de seis. Y, la verdad, es que estoy muy contento”, concluye.