Las noches eternas en el mar desde un barco de Salvamento Marítimo en Gran Canaria
“Ya ni sé en qué día vivo”. Las ojeras son visibles en el rostro de Manuel Capa, delegado sindical de Confederación General de Trabajo (CGT) y marinero en la Guardamar Polimnia, que llegó a Gran Canaria el pasado 24 de octubre para relevar a la tripulación de una las embarcaciones de Salvamento Marítimo. El día anterior al martes 24 de noviembre, cuando atendió a este periódico, salió con sus siete compañeros a las 17.00 y volvió seis horas después a puerto; su turno, que comenzaba a las 16.00, finalizaba a la media noche. Pero una hora después tuvo que volver a zarpar y atracó al alba al sur de Gran Canaria: “He dormido desde las seis de la mañana hasta las doce”. Al muelle de Arguineguín llevaron a la mayor parte de las personas rescatadas durante esas horas en aguas cercanas a las Islas, donde la entidad pública empresarial dependiente del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana cubre la superficie marítima más grande de España.
En Gran Canaria, Salvamento Marítimo dispone de la Salvamar Menkalinan, que cubre el turno desde las 08.00 hasta las 16.00 horas con cuatro tripulantes que trabajan durante una semana y luego tienen otra de descanso, cuando son relevados por otros cuatro. La Isla contaba con la guardamar Talía, pero se encuentra averiada, por lo que después de meses de peticiones se reforzó el servicio con la Polimnia y la Concepción Arenal, que cubren dos turnos: uno de 16.00 a 00.00 y otro desde la media noche a las 08.00 horas. Cada guardamar cuenta con ocho tripulantes que permanecen un mes trabajando en esa franja, hasta que son relevados por el mismo número de trabajadores. En total, son 20 tripulantes activos para los rescates de Salvamento Marítimo en Gran Canaria.
Durante el fin de semana del 6 al 8 de noviembre, cuando llegaron a las Islas más de 2.000 personas rescatadas por Salvamento Marítimo o por sus propios medios, entre las tres embarcaciones auxiliaron a cerca de la mitad, que recalaron en Gran Canaria: “Eso fue una locura”, recuerda Capa. “Salimos una noche a las doce de la noche y llegamos a las ocho de la mañana a puerto con 200 personas a bordo, tras rescatar a varios grupos”. Días después, el sindicato CGT emitía un comunicado en el que reprochaba al Gobierno central que se destinaran 8 millones de euros a Marruecos para el control de fronteras y no se aumentara la dotación a Salvamento para reforzar plantillas. Esta acción se sumaba a la denuncia del sindicato ante Inspección de Trabajo de Las Palmas por la sobrecarga, que en algunos casos llegó a suponer turnos de más de 20 horas de las tripulaciones en las Islas, sin descansos suficientes.
Tras numerosas quejas, el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, viajó a Gran Canaria, donde anunció la incorporación del cuarto tripulante a las salvamares, una reivindicación que el sindicato lleva exigiendo en las Islas desde 2018, cuando comenzó progresivamente el repunte migratorio. Capa, que lleva nueve años en Salvamento Marítimo, recuerda que durante 2018 trabajó como liberado sindical en Algeciras cuando la mayor parte de las llegadas a España se producían a través de la ruta del Estrecho y el mar de Alborán. En ese entonces, ya se percibió el progresivo aumento de la ruta migratoria hacia Canarias, con salidas desde Tarfaya o Tan Tan hacia Fuerteventura o Lanzarote y se reclamó el refuerzo del cuarto tripulante, pero “decían que no hacía falta porque el porcentaje de pateras llegadas no era suficiente”.
Las salvamares trabajan con el personal mínimo: un patrón, un marinero y un mecánico. Y, en el caso de la Menkalinan, ya se contaba con el cuarto trabajador antes del anuncio de Ábalos, recuerda Capa. El delegado sindical explica que de lo que se trata es de aumentar las plantillas en toda España sin tener que dejar una zona vacía por reforzar otra: “El coste es de 2,5 millones de euros y en Sasemar no es una cantidad desorbitada, es un 1,4% más de los presupuestos que tiene el ente. Pedimos seguridad, tiempo y descanso por un poco más de dinero”, añade.
Capa explica que las tripulaciones de Salvamento en Gran Canaria necesitan “más tripulantes y unos turnos de trabajo que permitan descansar” porque durante el tiempo en el que están destinados a la Islas deben estar operativos todos los días. “Lo bueno sería que hubiera más barcos para rotar mejor los turnos” porque “en un periodo de 24 horas yo ya ni sé lo que hemos trabajado”. En este sentido, recuerda el eslogan que difunde el sindicato en redes #masmanosmasvidas, es decir, que si la plantilla aumenta, pueden acudir a los rescates con mayor seguridad: “Si un patrón lleva sin dormir 12 o 15 horas y tiene un operativo durante la noche, se puede complicar la gestión de la maniobra”.
Los rescates
En los operativos de rescate, el marinero de la guardara Polimnia explica que primero son activados e informados por la torre de control, el personal que trabaja en tierra desde el Centro de Control y Coordinación de Las Palmas: “Nos dice la distancia a la que está, calculamos el tiempo que tardamos, nos preparamos, nos equipamos con los Equipos de Protección Individual y cuando llegamos hasta la embarcación, nos acercamos y nos colocamos cada uno en nuestro sitio”. En medio del mar y en la oscuridad de la noche, se guían por un radar, las pantallas que les permiten detectar el calor y las luces del barco naranja permiten ser divisados en la distancia. Cuatro tripulantes se quedan en la cubierta y dos en la zona de rescate, que “es más profunda que en las salvamares porque hay tres escalones por debajo de la cubierta”. Se colocan los arneses para no caer al agua y los que están en cubierta lanzan los cabos a los migrantes, que deben amarrarlos a su embarcación.
Capa recuerda que durante los operativos en el Estrecho se propuso al área de seguridad de la empresa enseñar a los tripulantes cinco palabras en francés para los rescates: “Atar, delante, detrás, cuerda, siéntate”, con el objetivo de facilitar el auxilio, pues uno de los objetivos primordiales es que los ocupantes mantengan la calma para evitar que la patera o cayuco vuelque y caigan al mar. Los tripulantes, con los arneses atados, comienzan a sacarlos de la embarcación. “Cuando estás abajo tienes que darle la mano a alguien, pero ¿cual coges?”, pregunta. “Si al realizar el transbordo se congestiona la zona de embarque, no pueden salir más de la patera”. Por ello, la opción que más recomienda la experiencia es intuir quién puede salir con mayor facilidad. “Hay que descongestionar para que la gente fluya”. El estrés que genera esta situación conlleva a que los tripulantes se vayan rotando para hacer este operativo.
Si la patera o el cayuco vuelca con sus ocupantes dentro mientras se realiza el rescate, “se les facilitan salvavidas, que son como cuadrados, muy grandes y dan flotabilidad a mucha gente”, explica Capa, que recuerda que la tripulación de la Polimnia no puede saltar al mar: “Nuestros chalecos son EPIS que se autoinflan cuando caen al agua”. Una vez a bordo, se sienta a la gente en la popa y les asiste con agua y mantas. Capa puntualiza que se debe tener cuidado a la hora de repartir el agua, pues “si beben mucho, tienen ganas de orinar y no pueden entrar al lavabo del interior del barco; tienen que hacerlo por la borda y eso es un peligro, porque se pueden caer”.
Si hay mujeres o menores o si perciben que alguno muestra síntomas de hipotermia o están deshidratados, se les separa y se les presta mayor atención. “Los ponemos donde sale el aire caliente en el barco para que entren en calor, los tapamos y les damos agua”. En este sentido, recuerda que Cruz Roja les ha facilitado recomendaciones de cómo actuar al respecto. Los migrantes pueden permanecer durante horas en el barco si la guardamar debe acudir simultáneamente a varios rescates antes de atracar en puerto. “Como máximo, caben 200 personas”, señala. “En el momento en el que llegamos a puerto ni nos acordamos de cuántos rescates hemos realizado”, señala Capa, aunque matiza que “se hace un registro y queda guardado”. En cuanto a las pateras o cayucos, “lo normal es que se dejen marcadas” y, una vez en el muelle, es el remolcador Miguel de Cervantes, atracado en el Puerto de la Luz y de Las Palmas, el que se hace cargo.
El delegado sindical desviste de cualquier heroicidad su labor: “Es un trabajo”. Dice que lo intenta hacer lo mejor posible con los medios de los que dispone y siendo consciente de que se trata de un servicio de emergencia: “Lo que pedimos no es dinero, pedimos descansos simplemente por la seguridad; es tiempo”. En cambio, sí ve con preocupación la “imagen negativa de Salvamento” que se está generando. Capa rememora que en 2019 Vox presentó una proposición no de ley en el parlamento andaluz con la que decía que su presencia en el mar como “salvadores” puede poner “en grave riesgo la vida de los inmigrantes”. Se les acusaba incluso de “estar actuando como auténticos taxis por el Mediterráneo”. La Cámara rechazó la propuesta por unanimidad. Ahora, cree que se está produciendo algo similar en los alrededores del muelle de Puerto Rico, donde la guardamar Polimnia atraca: “Algunos compañeros no quieren salir con la ropa puesta” para que no se les reconozca como trabajadores de Salvamento.
Al caer la tarde, Capa, que durante sus descansos no se mueve del muelle, se despide sabiendo que su turno comienza a las 00.00 horas, “pero podemos entrar en cualquier momento, por ejemplo, si se avería la Concepción Arenal”. La noche del martes al miércoles, Salvamento trasladaba a 284 personas, una de ellas muerta, desde diez pateras, al muelle de Arguineguín.
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