Faltaban pocos minutos para las cuatro de la tarde cuando una alarma se activó. La Salvamar Adhara, que había escoltado de madrugada a 19 migrantes hacia La Restinga, zarpó del puerto a toda prisa. Otro cayuco a la deriva había sido localizado a cinco millas al sur de El Hierro. “¡Encima este es de los grandes!”, dice el guardia de seguridad del muelle. En pocos minutos, se desplegó un amplio operativo para asistir a los supervivientes. En la avenida principal, los vecinos se preparaban con sus móviles para capturar el desembarco. De pronto, después de Salvamento Marítimo, apareció un enorme cayuco de colores abarrotado. El llanto de un bebé se solapaba con los cantos de alegría de los recién llegados. Por fin iban a pisar tierra.
En la embarcación viajaban 220 personas, que no dejaban de saludar a quienes les esperaban en tierra firme. Los trabajadores les pedían calma. Cualquier paso en falso podría convertirse en tragedia. Un bebé fue el primero en desembarcar. Después, siete niños pequeños y 16 mujeres. El resto, entre los que había varios menores de edad, bajaron al final.
Tama, un joven traductor que llegó en cayuco a Canarias hace dos años y ahora es voluntario en Cruz Roja, abraza con fuerza a un recién llegado. Los dos son de Mali. El traductor ofrece su brazo a los supervivientes, que llegaron exhaustos, mareados y con dificultades para caminar. Según sus testimonios, pasaron entre cuatro y cinco días en el océano. Entre los ocupantes había nacionales de Senegal, Gambia, Guinea Bissau y Mali.
El rumor de un posible cadáver a bordo obliga a los trabajadores a revisar el interior del cayuco varias veces. “Mira bien debajo de esas mallas”, dice uno de los operarios. Allí dentro no había nada. “No hemos encontrado ningún cadáver, y si lo había, ya no está. Los migrantes no han dicho nada de ningún fallecimiento”, señalan fuentes de Salvamento.
Un amplio operativo funciona en La Restinga. En él participan cinco agentes de la Guardia Civil, varios de la Policía Nacional, cinco sanitarios del Servicio Canario de Salud, un equipo de cinco personas del Samu de Sevilla, decenas de voluntarios de Cruz Roja, traductores y los marineros de Salvamento Marítimo. También han estado en el muelle un representante de la Agencia de Asilo de la Unión Europea (AAUE) y otro del Ministerio de Migraciones del Gobierno de España.
En al menos cuatro horas, todos los supervivientes recibieron agua, una muda de ropa y zapatos. En La Restinga, la Cruz Roja realizó algunas entrevistas con traductores y varios recuentos. Todo el mundo estaba volcado en la primera asistencia. Uno de los más pequeños del cayuco se entretenía con un globo con una sonrisa pintada que le había dado una voluntaria.
Un grupo de adolescentes no dejaba de hacerse fotos y de repartirse un móvil para llamar a sus familias. “¡Estamos bien!”, celebraban. Otro grupo, formado por chicos mayores, se acercó a la barcaza de la que acababan de bajar y sus miradas se perdieron entre los objetos que habían dejado atrás.
''Nunca había visto algo así'', cuenta uno de los voluntarios de Cruz Roja más veteranos. ''Antes se topaban con El Hierro porque después no hay nada más. Ahora en su GPS pone La Restinga'', dice.
Las primeras guaguas comenzaron a llegar. En ellas, todos serían trasladados al polideportivo de San Andrés, donde esta mañana solo quedaban nueve migrantes adultos. Allí la Policía Nacional realiza la filiación para después derivar a los migrantes a los recursos de acogida del resto del Archipiélago.
El segundo cayuco
Ya comenzaba a anochecer, cuando el patrón de la Salvamar Adhara echó a correr hacia su barco. “¡Voy a por otro!”, gritaba. En esta ocasión, el cayuco estaba a diez millas de La Restinga. En pocos minutos, los marineros se pusieron sus trajes de protección para salir de nuevo.
Una hora después entró en el muelle un cayuco de colores coronado con una bandera blanca con el rostro de un joven impreso. “Es una forma de homenajear a seres queridos que han perdido la vida en la ruta”, explica un trabajador. Ya quedaban pocos curiosos en el muelle. Entre los observadores había dos turistas sevillanos. Están de visita en El Hierro. Son sanitarios y no dudan en ofrecer su ayuda por si hacen falta más manos.
En esta ocasión se trató de una embarcación con 173 personas a bordo. Entre ellas había cuatro mujeres y al menos 20 menores. En este caso, no había ni bebés ni niños pequeños. Aún no consta que haya habido fallecidos durante la travesía, que, según los migrantes, duró seis días. Los supervivientes llegaron agotados y muchos con síntomas de deshidratación.
El despliegue de la tarde se repite también esta noche. Con el mar en calma, no se descartan nuevos desembarcos durante la noche. Una pila de cayucos se amontona en el puerto, pero hay que hacer hueco. Un operario se sube al último barco rescatado este martes. “¡Este lo quitamos de aquí, por si llega otro!”, grita. El pueblo ya duerme, pero el faro de La Restinga no se apaga, para orientar a los supervivientes que aún están por llegar.