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¿Dónde está la solidaridad internacional?

Un bombero, en el incendio a las afueras de Jerusalén.

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Mientras Gaza sufre una catástrofe humanitaria sin precedentes, aviones europeos acudieron a Israel para sofocar un incendio, ignorando la masacre que continúa en Palestina.

Más de 52.000 personas han muerto en Palestina desde octubre de 2023 bajo los bombardeos del ejército israelí. Al mismo tiempo, una veintena de aviones enviados desde España, Francia, Italia y otros países europeos han sido desplegados en Israel para combatir el incendio que afectó a Jerusalén. La movilización de recursos internacionales para ayudar a un Estado que perpetra crímenes de guerra plantea una pregunta urgente: ¿dónde se encuentra, en realidad, la solidaridad internacional?

Mientras más de 52.000 personas han muerto en Palestina desde octubre de 2023 como consecuencia de los bombardeos del ejército israelí, la comunidad internacional ha optado por mirar hacia otro lado. Paradójicamente, al mismo tiempo que se denuncian violaciones masivas de derechos humanos y crímenes de guerra en Gaza, una veintena de aviones procedentes de España, Francia, Italia, Chipre y otros países europeos ha sido enviados a Israel para colaborar en la extinción del gran incendio que afectó a la región de Jerusalén.

No se trata de cuestionar la necesidad de combatir un “desastre natural”. Se trata de señalar una incongruencia ética y política: mientras los recursos públicos de varios Estados europeos son movilizados con celeridad para asistir a un país en plena campaña militar, no se ofrece la misma respuesta ante la catástrofe humanitaria que ese mismo país provoca a diario en territorio palestino.

En paralelo al fuego que consume parte del paisaje israelí, la ofensiva militar sobre Gaza continúa sin tregua. Hospitales, escuelas, viviendas y refugios han sido arrasados por los bombardeos. Familias enteras han sido exterminadas. Cientos de miles de personas viven desplazadas, sin acceso a agua, alimentos ni atención médica. Y mientras todo esto ocurre, la solidaridad internacional se expresa en forma de aviones de extinción de incendios para Israel, no en forma de ayuda humanitaria masiva para el pueblo palestino.

La violencia no se limita a las bombas y el ejercito sionista. Cientos de colonos israelíes continúan tomando por la fuerza tierras palestinas, expulsando a sus legítimos habitantes, destruyendo cultivos y consolidando asentamientos ilegales. Todo esto con la complicidad o la pasividad de una comunidad internacional que, en la práctica, ha renunciado a hacer cumplir el derecho internacional.

En este contexto, cabe preguntarse: ¿dónde está la solidaridad internacional? ¿Dónde están los mecanismos de presión, las sanciones, los corredores humanitarios, la condena firme al apartheid y a la ocupación? ¿Dónde está la voluntad política de proteger a un pueblo que lleva más de setenta años sometido a una violencia estructural y sistemática?

La neutralidad ante el crimen no es equidistancia, es complicidad. Y la solidaridad que solo se activa cuando los afectados pertenecen a determinados países o grupos no es verdadera solidaridad, sino un instrumento selectivo de poder. La tragedia que vive Palestina no necesita discursos vacíos ni gestos simbólicos: necesita una acción urgente, coherente y sostenida.

La historia juzgará con dureza a quienes hoy, teniendo la capacidad de actuar, optaron por la indiferencia. Es tiempo de que la solidaridad internacional deje de ser un eslogan y se convierta en un compromiso real con la justicia y los derechos humanos.

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