Bentejuí, el mecenas de la arqueología

Su nombre guanche delata su impronta. Tiene 50 años, es policía y fue bautizado, cuando el franquismo daba sus últimos coletazos, Bentejuí, a secas, gracias a su tío jesuita. Bentejuí Motas García se ha convertido en el primer ciudadano de Canarias en comprar un yacimiento arqueológico, en financiar su excavación y en proyectar un museo de sitio en las Cuevas de Malverde, en el municipio grancanario de Telde.

Bentejuí es una persona ilustrada. Tiene una biblioteca con más de un millar de referencias con Canarias de protagonista, herencia en parte de su padre –José Manuel Motas Pérez-, al que la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria ha dedicado una calle. Ahora, está viviendo el mejor sueño de su vida, “el que da sentido a mi existencia”. En diciembre de 2022 compró un conjunto de cuatro cuevas y las ruinas de una antigua casa de finales del siglo XVIII, en un costado del antiguo poblado indígena de Tara, justo en la cara este, con unas espectaculares vistas al Barranco Real de Telde, con los barrios de origen canarii de Cendro –inicialmente se escribía con s- y Caserones a la izquierda y al fondo, siguiendo el cauce, los yacimientos de Llano de las Brujas y La Restinga, a orillas del Atlántico.

El yacimiento está ubicado en un lugar estratégico, en lo alto de un promontorio, y en un barrio emblemático en la historia de Telde: Tara. A finales del XVI, Torriani escribió que “la ciudad de Telde estaba situada cerca de un río y a poca distancia de dos grandes poblaciones antiguas, que en la lengua canaria se llaman Tara y Sendro”. En la actualidad, Tara es un barrio habitado por unas 500 personas, que residen en la cara sur de una montaña; en su inmensa mayoría, en cuevas reutilizadas y ampliadas. Es un auténtico barrio troglodita, como lo era en los tiempos de los guanches. Tara es una atalaya natural desde la que se divisan los barrios de Los Llanos –hoy San Gregorio- y el actual casco histórico de la ciudad, San Juan y San Francisco, lugares que presumiblemente estuvieron habitados en la época preeuropea.

¿Si la población indígena vivía en las cuevas del sur para parapetarse del viento, qué función tenían las cuevas de Malverde, las que ha comprado Bentejuí, orientadas al este y con el alisio soplando de frente? Para responder a esta cuestión está la arqueología, la disciplina que hace hablar al pasado. Para tal fin, Motas contrató los servicios de Abel Galindo, arqueólogo teldense con un cuarto de siglo de experiencia profesional.

Centro de producción colectivo

Durante tres meses, Galindo ha dirigido un equipo, con varios voluntarios gracias al apoyo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, y ha excavado varias zonas del yacimiento, actividad financiada exclusivamente con el patrimonio del propietario. Lo primero que hizo el equipo de Galindo fue limpiar las cuevas y el entorno. “Calculamos unas dieciséis toneladas de residuos, tierra y piedras que hemos sacado de las cuevas”. El siguiente paso fue realizar varios sondeos en el exterior para determinar la configuración del espacio y determinar el uso del mismo.

La primera conclusión es clara: “En época indígena, era un lugar de trabajo para procesar alimentos, gofio principalmente, y de almacenamiento de los cereales, antes y después de su manufacturación”. Las pruebas de esta actividad se constata en focos de combustión excavados, que se usaban para tostar los granos, en molinos de piedra para molerlos y en el millar de registros cerámicos encontrados durante la excavación. El arqueólogo está convencido de que se trataba “de un centro de producción colectivo”. Galindo y Motas han podido certificar la estabilidad climática de las cuevas, ideal para conservar alimentos.

Se trata, afirma Galindo, de “un conjunto arqueológico, histórico y etnográfico importantísimo. Nos está aportando usos cronológicos de naturaleza indígena netamente y también etnográficos. En el fondo de algunos de los sondeos y en el de varias cuevas, hemos documentado suelo indígena en posición primaria, donde se observa el uso cotidiano de estos canarios que trabajaban tanto en el interior como en el exterior de las cuevas”.

La investigación arqueológica alumbra elementos arquitectónicos, como muros periféricos en el exterior del conjunto de las cuevas -todas naturales pero fueron ampliadas o modeladas por los nativos-, pero también la de un muro que cerraba tres de las cuatro cuevas. La finalidad obvia es la defensiva y protección de los alimentos. Los guanches habilitaron un acceso lateral, camuflado en la montaña, y un pasillo interior que comunica tres grutas. Así, “los graneros y el lugar de labor quedaban totalmente sellados”.

Espacio de divulgación

Una vez concluida la excavación y superadas las expectativas iniciales sobre el potencial del yacimiento, el siguiente paso del proyecto, explica el propietario, “es que sea un espacio de divulgación y conocimiento de lo que se encuentra aquí y de lo que nos pueda ilustrar el entorno, de cómo era Telde antes de la conquista”. Las Cuevas de Malverde, continúa Bentejuí, “tienen un potencial arqueológico lo suficientemente grande para dedicar un área de la vivienda a un centro de interpretación”.

Un museo de sitio que cuente la historia de los primeros pobladores de Telde pero también del uso posterior en época histórica, ya que las cuevas continuaron con el uso aborigen y luego se reconvirtieron: una era un lugar para los residuos, las cueva dos “era un cochinero, las tres un alpendre y la cuatro, un pajar”. La excavación ha deparado sorpresas de relevancia cultural, pero aún no se pueden desvelar.

El ambicioso plan de Motas requiere de ayudas para afrontarlo. La memoria científica de la excavación estará ultimada en este mes de noviembre, con dataciones incluidas. “Es fundamental este documento porque nos dará argumentos para intentar lograr un acuerdo con las administraciones para que presten apoyo a este proyecto. Hemos tenido ya contactos con el Ayuntamiento y se ha comprometido para habilitar un acceso por la parte superior”. Patrimonio Histórico del Cabildo y del Gobierno de Canarias están al corriente y, en principio, “les ha parecido interesante la iniciativa”.

Bentejuí se emociona con su sueño. Socio de El Museo Canario, “todo el material está custodiado por la institución”, que volverá, al menos una parte, a su origen cuando el centro de interpretación sea una realidad. Este mecenas de la cultura amazige de Canarias es consciente de la singularidad de su proeza. Que se pueda comprar un yacimiento arqueológico “no debería de ser posible porque es un patrimonio de todos, de la sociedad”, pero gracias a Bentejuí, se ha recuperado una riqueza que estaba oculta, abandonada y sepultada por dieciséis toneladas de residuos. Y, más pronto que tarde, pasará a formar parte de la memoria de Telde, de Gran Canaria y de Canarias. Porque los sueños están para cumplirse.