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Patrimonio hidráulico de Canarias, una cultura de 500 años con poco reconocimiento oficial

1517, Gran Canaria. Ese año se inició la construcción de la Mina de Tejeda, un túnel de 330 metros, con el objetivo de llevar agua a la “villa de Las Palmas” desde el manantial del Andén del Toro, en la Culata de Tejeda. Fue la primera gran obra de ingeniería vinculada al agua que se construyó en Canarias. Cinco siglos después, hoy continúa operativa. Tenerife tiene pozos del siglo XVI y 1.600 kilómetros de galerías. La gran mareta de Teguise, en Lanzarote, estuvo funcionando durante cinco siglos. 1914, La Gomera. Los Cocos es la segunda presa más antigua del Archipiélago, a la que solo se puede acceder por mar o por un sendero; “es una obra singular de mampostería con dos paredes, con contrafuertes, única en Canarias por ubicación, historia e ingeniería”, describe el geógrafo e investigador Jaime J. González. Esta cultura con más de 500 años de historia carece de reconocimiento oficial. De los 456 BIC que hay en Canarias, no hay ni una sola presa, galería, acueducto singular o estanque con esa categoría. Ni siquiera el yacimiento arqueológico de San Marcial del Rubicón, en Lanzarote, con sus dos pozos de bloques construidos por los normandos a principios del siglo XV, cuando las Islas aún no habían sido conquistadas por la Corona de Castilla, es Bien de Interés Cultural. 

A 110 metros de altura, en una de las escarpadas laderas del barranco de Fataga, hay un sorprendente acueducto desconocido para la mayor parte de la población. La Acequia de los Acueductos, como la denomina Francisco Suárez Moreno en su libro Minas de agua en Gran Canaria, tiene una longitud de tres kilómetros y doscientos metros. La parte más espectacular es el acueducto propiamente dicho, con más de 300 metros de longitud que serpentean la sinuosa orografía del barranco. La mandó a construir el conde de la Vega Grande a principios del siglo XX para regar el latifundio tomatero de Maspalomas. Al igual que los acueductos romanos, no tiene ningún tipo de argamasa para unir los bloques de piedra. El conde, nos cuenta Suárez Moreno, “contrató a los mejores pedreros de Gran Canaria” para ejecutar esta reliquia.

La Fundación para el Estudio y Desarrollo de la Artesanía Canaria -organismo del Cabildo de Gran Canaria- la tiene incluida en su listado de patrimonio etnográfico; son tantos los arcos que tiene, que la Fedac denomina esta obra como Acueducto y Acequia Muchos Puente. En su catálogo, reconoce que su valor científico patrimonial es “alto”, también que su “estado de conservación es regular y su fragilidad alta”. Sin embargo, carece de un proyecto de restauración ni mucho menos se ha iniciado la incoación de un expediente para declararlo Bien de Interés Cultural (BIC). El acueducto continúa funcionando; conduce agua hasta un estanque.

El profesor de Historia e investigador Francisco Suárez Moreno, el ingeniero Juan Santamarta y Amanhuy Suárez, titulado en ciencias ambientales, autores del trabajo Patrimonio Hidráulico Canario, consideran que “este patrimonio no es un legado puramente histórico, sino también cultural y económico de primer orden”. Por ello, “conviene ponerlo en activo; sería necesario realizar un inventario para dar a conocer estas obras, su ubicación e historia en sus respectivos municipios, ya que en la actualidad  muchas de ellas no se conocen ni se aprecian”. Esto lo expusieron a finales de 2012. Once años después, confiesa Suárez, “algo se ha hecho, pero no lo suficiente”.

Estos especialistas consideran que “el patrimonio hidráulico canario está interrelacionado entre sí. Las conducciones y canales de las islas están asociadas a otros elementos como cantoneras, lavaderos, molinos, presas, tomaderos, casillas, estanques y galerías, por lo que con la protección de uno de estos elementos se incluye una muestra de casi toda la ingeniería hidráulica de las islas”.

Suárez elogia que Gran Canaria “conserva catalogados un total de 4.511 bienes patrimoniales, lo  que  supone casi  el  50% del total de elementos etnográficos”, y estima que esos parámetros, con seguridad se repetirán en cada una de las demás islas cuando inicien o completen en caso sus cartas etnográficas“. Una década después de que escribiera estas reflexiones en uno de sus múltiples trabajos divulgativos, la situación es similar.

Mayor densidad del mundo

Canarias, coinciden los cuatro especialistas que hemos citado hasta ahora en este reportaje, “es una de las regiones del  planeta con más densidad en arquitectura e ingeniería del agua del mundo, principalmente grandes presas y estanques”. Sin embargo, el reconocimiento oficial, salvo en Tenerife, es ínfimo a tenor de las contadas declaraciones BIC, como la Noria de Jinámar y algunos pozos, como el de Cazorla y su pequeño acueducto asociado. Llama la atención que ninguna presa, acueducto individual, como el Fataga, ni sistemas de canalización sean un Bien de Interés Cultural.

Jaime J. González es muy crítico con este escenario. “Ni siquiera la Ley de Patrimonio Cultural de Canarias menciona al patrimonio hidráulico”. Y está en lo cierto porque la nueva norma aprobada en 2019 solo cita a los bienes de “valor histórico, artístico, arquitectónico, arqueológico, etnográfico, bibliográfico, documental, lingüístico, paisajístico, industrial, científico o técnico o de naturaleza cultural”.

Francisco Suárez Moreno coincide en que “este extraordinario patrimonio no está valorado como merece”. El investigador es consciente de la complejidad de declarar BIC a todo el patrimonio, “pero mientras más BIC hayan, mejor”, sostiene convencido.

González recuerda el caso de la presa de Pinto, Arucas. Se trata de la presa más antigua de Canarias; su construcción se inició en 1899. Se trata de “una extraordinaria obra de arco, levantada con sillares de piedra noble del lugar, que lleva obras anexas de cantoneras, canalizaciones… que dan por cualquier punto perspectivas admirables de volúmenes paralepípedos en los cromatismos de la piedra azul”, detallan Suárez, Santamarta y Amanhuy Suárez es su libro Patrimonio Hidráulico Canario.

El Cabildo de Gran Canaria incoó expediente para declararlo BIC en 2017 a las dos presas del conjunto del barranco de Pinto. Tres años después, tras una sentencia del Constitucional, el Gobierno de Canarias tuvo que declarar la caducidad de 31 expedientes BIC por errores de formas; entre ellos estaba el de la primera presa que se construyó en el Archipiélago. Para reactivar el expediente, en enero de este año, el investigador Jaime González presentó la solicitud al Cabildo, “pero ha pasado medio año y ni siquiera me han respondido; y cuando hay silencio administrativo, se entiende que ha sido desestimada mi petición”.

Cuestionado por este asunto, el director de Patrimonio Cultural de la corporación insular, Juan Sebastián López, sostiene que tanto el expediente de Pinto, como otros 34 “se han retomado”, entre ellos otro vinculado al agua, la Heredad de Arucas y Firgas. López muestra a Canarias Ahora el documento remitido al Gobierno de Canarias que acredita esta información.

González afirma que en el Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo, a diferencia de los bienes arqueológicos, “no hay demasiado interés en promocionar la ingeniería hidráulica”. Este investigador asegura que en 2011 presentó una solicitud para catalogar de BIC la presa de Cuevas Blancas. “Tengo grabada la respuesta que recibí: ‘Consideramos que el patrimonio hidráulico no forma parte de la crema del patrimonio de Gran Canaria”.

Referente internacional

José Antonio González, conocido como Pepe Cuevas, es un profesional respetado por su implicación en la defensa y divulgación del patrimonio etnográfico de Gran Canaria. Trabaja en el Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo. Asegura que Canarias “es un referente internacional” en ingeniería vinculada al agua. Es tan ingente el patrimonio que lo clasifica en tres áreas: “Sistemas de captación, canalizaciones y almacenamiento”. 

La influencia del agua es tan sobresaliente que “el planeamiento urbanístico de algunas poblaciones se ha diseñado en función de su red de agua de abasto”. El mejor ejemplo es Ingenio, en el este de Gran Canaria. Su propio nombre delata la importancia que tuvo en la industria de la azúcar, con la creación de los ingenios. El municipio atesora numerosos molinos. El más antiguo, como publicó Canarias Ahora en julio de 2007, está ubicado en el Barranco de Guayadeque y es el Molino Caído. El casco histórico tiene “cuatro molinos singulares, todos construidos por el Capitán Espino Ramírez. El de Manolico Díaz o de La Ladera, el de López o de La Rueda”, el de Ceferinito y el de Pepito Roberto. El pueblo cuenta con una red de acequias y cantoneras, en el mismo núcleo, con varios siglos de antigüedad. Una reliquia que expresa la importancia histórica del agua en Ingenio, es la Casa de los Relojes, que controlaba el tiempo en la distribución del líquido. Este conjunto no es BIC.

La Mina de Tejeda es probablemente el  exponente máximo del olvido oficial. Con 500 años de antigüedad, esta infraestructura tiene una longitud que supera los 1.800 metros. Se trata de un canal que lleva agua desde el manantial Andén del Toro hasta Las Palmas. El gran valor es el túnel de 330 metros –algunas fuentes hablan de 289 metros- que atraviesa la cumbre, construido entre 1517 y 1526. El canal se fue excavando en la roca desde sus extremos; la precisión fue absoluta porque terminaron encontrándose. Hace 500 años no existían los satélites que determinan las coordenadas de entrada y salidas de los túneles que se construyen en la actualidad.

Cinco siglos después de su apertura, continúa trasvasando agua. La dificultad del terreno y las penosas condiciones laborales de aquella época demoraron los trabajos durante nueve años. En su libro Minas de agua en Gran Canaria, el investigador Francisco Suárez detalla el contexto histórico en el que se proyectó este monumento de la ingeniería civil y lo que supuso para la “villa de Las Palmas”, como se denomina en el siglo XV la capital isleña. La Mina de Tejeda fue la primera gran obra de ingeniería vinculada al agua de Canarias. 

Juan Sebastián López, un profesional con una acreditada hoja de servicios y que solo lleva sólo dos años al frente de la dirección insular de Patrimonio Histórico, ordenará, según confirmó a esta Redacción, sendas inspecciones a la Mina de Tejeda y al Acueducto de Fataga para comprobar su estado y valorar una propuesta para declararlos BIC. López considera que a priori son dos conjuntos que merecen ser bienes de interés cultural.

La gran mareta de Teguise

Otras infraestructuras sin reconocimiento oficial y con siglos de historia es la red de maretas de Fuerteventura y Lanzarote. Son balsas artificiales para recoger el agua pluvial. Gracias a estas humildes construcciones –hay datos fiables que apuntan que son de origen prehispánico-, los lugareños obtenían agua para sus cultivos y para su propia subsistencia. Aunque en un principio estas maretas se construían con piedra, en el libro Patrimonio Hidráulico Canario se afirma que a partir del siglo XIX “se comenzaron a construir mediante cal hidráulica y cemento a semejanza de los estudiados estanques del resto de las Islas”.

De todas las maretas de las islas orientales, “es la Gran Mareta de Teguise la más famosa, que estuvo funcionando más de 500 años. Se construyó sobre una antigua charca aborigen. Tenía más de 9 metros de profundidad y  80 metros diámetro, lo que podía embalsar hasta 80.000 pipas”, unos 40 millones de litros.

Desgraciadamente, la más emblemática de las maretas de Canarias ha desaparecido, síntoma del escaso interés por preservar el legado de la historia en tiempos pretéritos.  La Gran Mareta de Teguise. Ubicada en la falda de la montaña de Guanapay, el portal Historiadeteguise.com sostiene que era “el depósito de agua de Gran Aldea, un asentamiento de los majos”, la población prehispánica de la Lanzarote.

En un “inventario del Común de 1560, aparecía la Mareta como bien del erario público de la isla de Lanzarote. Todos los habitantes tenían el derecho a sus aguas y el deber de contribuir a su limpieza”. En 1975, se aprobó la construcción de una urbanización.

Fuerteventura es la isla que hoy atesora más maretas y continúan siendo un elemento importante para la agricultura majorera. Ningún BIC da la máxima protección a este bien histórico.

La Palma, con toda la riqueza hídrica que atesora, no tiene ni un solo BIC relacionado con el agua. La primera central hidroeléctrica de Canarias data del siglo XIX y está en la Isla Bonita. No sólo no está declarada bien de interés cultural sino que está abandona en un barranco.

Tenerife sí distingue su patrimonio hidráulico. Tiene el triple de BIC que Gran Canaria. En esta isla, la principal excepción en el páramo del olvido en el que está inmersa la ingeniería hidráulica es la Noria de Jinámar. Pero no está catalogado como patrimonio hidráulico, sino como “bien etnológico”, un concepto muy amplio que abarca parajes, espacios, construcciones o instalaciones vinculados a formas de vida, cultura, actividades o modos de producción de una sociedad. La Isla cuenta con tres molinos BIC, pero ninguno le hace sombra en importancia arquitectónica e ingeniería al Acueducto de Fataga, la Mina de Tejeda o las grandes presas.

La Noria de Jinámar es una joya. Se trata del primer pozo importante “con un extraordinario artilugio de elevación de aguas que conocemos en Canarias”, asevera Suárez. Fue construido a principios de 1850 por el IV Conde de la Vega Grande en su hacienda de Jinámar. En diciembre 2014, contaba el periodista Yuri Millares en su revista Pellagofio que se iniciaba un expediente para adjudicar a una empresa la gestión de las visitas al museo de la Noria de Jinámar. Nueve años después, este obra de ingeniería única en Canarias, declarada BIC, no se puede ni siquiera visitar. El propietario es el Gobierno autónomo pero ha cedido la gestión al Ayuntamiento de Telde. Su responsable político en los últimos cuatro años fue Héctor Suárez, el concejal de Coalición Canaria que acaba de ser cesado de sus funciones acusado de enchufismo.