TENERIFE ARQUEOLÓGICA, LOS ASTRÓNOMOS DEL PASADO /2

El sorprendente santuario aborigen de Guañaca, en Tenerife, está sin catalogar un año después de su descubrimiento

Es uno de los descubrimientos arqueológicos más notable que se ha producido en Canarias en el último lustro. Es un yacimiento de carácter ritual o cultual, con numerosos registros en las cuatro vertientes del roque en el que se encuentra, entre los que destaca un enorme grabado con forma de vulva asociado a un singular conjunto de canales y cazoletas en cascada. Si ya el hallazgo es importante, lo asombroso es que, poco más de un año después de su localización, está sin catalogar y desde el Cabildo y la Facultad de Historia de La Laguna no se ha realizado una inspección para valorarlo. Se trata del Santuario de Guañaca, en Anaga, en el municipio de la capital tinerfeña. El único profesional que ha mostrado interés en indagar una posible conexión astral del enclave es el astrónomo del IAC César Esteban, autor de la única investigación arqueoastronómica realizada en Anaga, en el yacimiento de La Pedrera. Este macizo imponente es protagonista de esta segunda entrega sobre el legado arqueoastronómico de los guanches de Tenerife.

Los exploradores españoles Lope de Aguirre y Núñez de Balboa recorrieron la selva amazónica, en el siglo XVI, en busca de El Dorado, una mítica e imaginaria ciudad que estaba hecha de oro. Oro es el título de la película que recrea aquella expedición y fue rodada, entre otros escenarios, en el follaje de laurisilva de Anaga. Este dato da una idea de la exuberancia boscosa del Macizo de Anaga, un parque natural declarado reserva mundial de la biosfera en 2015. Esta península abrupta tiene 155 kilómetros cuadrados, casi un 8% de la superficie de Tenerife. “Anaga es una isla dentro de la propia isla. Los yacimientos arqueológicos de esta comarca no guardan relación con los que he visto en otros lugares”. Quien así se expresa es el divulgador y explorador de vestigios guanches Máximo Hernández, el descubridor, entre otros yacimientos, del Santuario de Guañaca.

El pasado lunes 16 de septiembre, Máximo nos llevó a esta reliquia del pasado aborigen. Solo nos adelantó que era una especie de templo para los rituales de los primeros moradores de la ínsula, sin aportar más detalles. Tras dejar el auto cuando el asfalto deja de existir, andamos por un sendero. De camino nos encontramos con una cueva artificial con cazoletas en su umbral, con apariencia de factura indígena y hoy convertida en gallinero. Al rato, nos salimos del camino y observo una escalera labrada en la toba de un pequeño roque. Tras una corta ascensión, un grabado de un metro de diámetro aproximadamente me sorprende por su apariencia de vulva.

Tras el impacto inicial al descubrir semejante grabado sin parangón en ninguna otra isla del Archipiélago, Máximo señala cómo el canal que marca los contornos de la forma desciende por una especie de cascada en escalera hacia varias cazoletas, perfectamente esculpidas. Sin huellas de uso funcional ni doméstico en esta parte del yacimiento ni en el resto, como describiremos a continuación, la principal hipótesis es que estamos ante un antiguo santuario indígena.

Máximo Hernández Medina, profundo conocedor del patrimonio arqueológico del Macizo de Anaga, donde nació y descubrió un yacimiento funerario con tan solo doce años del que dio cuenta la revista de El Museo Canario y la prensa local, interpreta este santuario en el contexto espacial en el que se encuentra: un gran valle natural rico en recursos hídricos, “en el que hay numerosas manifestaciones cultuales”. Este yacimiento, en el centro de este paraje, “tiene todas las condiciones de ser un templo; además, hay que tener en cuenta que no era un lugar propicio para hábitat por la ausencia de cuevas de habitación ni otros indicios de una función doméstica”.

Tras descubrir el yacimiento y difundir imágenes en sus redes sociales, “solo Julio Cuenca mostró interés”, relata Máximo. El arqueólogo grancanario no ha podido visitarlo pero sí dos de sus colegas tinerfeños. La opinión de estos coincide con la del explorador: “Aparentemente podemos relacionar el grabado con una vulva, una representación de culto a la fecundidad”. Probablemente realizaran libaciones, como las descritas por los cronistas en muchas de las numerosas estaciones de canales y cazoletas repartidas por la geografía del Archipiélago. “Tiene la apariencia de que se hizo para derramar agua desde el pubis hacia abajo”.

En la parte superior del roque, en su fachada oeste, vemos dos grabados más. Uno es un cruciforme que podría ser una figura antropomorfa aunque no se puede descartar que fuera una cruz cristiana, como se ha hecho en otros yacimientos guanches para desacralizarlos, aunque en este caso es improbable por lo recóndito del lugar. Hay un segundo grabado mucho más llamativo: se trata de una puerta o ventana ciega de más de un metro de altura. Posiblemente tenga un carácter simbólico, “similar al de otras culturas prehistóricas del mundo”, puntualiza Hernández. En La Palma también hay algún ejemplo, cuenta el historiador Miguel Martín.

Guañaca, topónimo que se debe a una fuente próxima denominada guañaka -según un filólogo de la Cátedra de Estudios Bereberes de la ULL, la raíz libiobereber NK refiere a “estar elevado, subirse a algo”, como el emblemático roque Guañaque , también en Anaga-, nos reserva otra sorpresa. En la cara noreste, a la que se accede tras subir a la cima del montículo, hay dos cuevas superpuestas. En el piso de la superior hay un agujero circular, nos alongamos y vemos una estación con más de medio centenar de cazoletas y varios canalillos, labradas sobre una superficie dura en un plano inclinado. A Máximo le gustaría saber si las orientaciones de ambas cavidades puedan tener algún significado astronómico. Cuando al día siguiente de la visita le mostramos las fotos del posible santuario  al astrónomo César Esteban, su primera reacción fue instintiva: “Es un lugar para investigarlo y comprobar si hay conexiones astronómicas”.

A la espera de esa posible investigación arqueoastronómica que se iniciará en este otoño, por ahora no hay noticias del Cabildo ni del departamento de Prehistoria de la ULL. Máximo Hernández considera que Anaga merece una prospección a corto, medio y largo plazo. De hecho, se lo ha propuesto tanto al área de Patrimonio y Cultura del Cabildo de Tenerife como a la facultad de Historia de la Universidad de La Laguna. “He peleado mucho por ello, muestran cierto interés pero la realidad es que sigue sin catalogar”, confiesa a Canarias Ahora-elDiario.es, único medio de comunicación en visitar esta reliquia del pasado guanche. José Carlos Cabrera, inspector de patrimonio de la corporación insular, ha confirmado a este periódico que Guañaca “no está en la carta arqueológica de Tenerife”. 

Un año después del descubrimiento del yacimiento ni el Cabildo ni la comunidad académica lo han visitado. Otro dato que refleja la histórica ausencia de interés arqueológico por parte de la clase política tinerfeña –tampoco es que sobre en las demás islas- lo encontramos en la web de la reserva de la biosfera de Anaga: tiene dieciocho pestañas informativas y ni una de ellas hace referencia al patrimonio arqueológico ni al etnográfico del antiguo menceyato de Anaga.

El arqueólogo Pedro Sosa, la máxima autoridad en arte rupestre de Gran Canaria -autor de la única tesis doctoral exclusiva sobre la materia, en la que invirtió ocho años, inspeccionó 140 yacimientos e ideó un método de investigación que jamás se ha empleado en Canarias, con técnicas como la microtopografía 3D de los grabados, análisis de imagen en pinturas y petroglifos y calco digital siguiendo una rigurosa metodología-, tras ver las fotos de Guañaca explicó a este diario que “es necesario hacer una planimetría del yacimiento, una valoración in situ, ver si hay materiales en superficie y después elaborar un dictamen”. Sosa asegura que en el curso de su investigación doctoral, presentada este año, se llevó varias sorpresas al encontrar cerámica de tradición aborigen pero del siglo XVII o cazoletas posteriores a la conquista en yacimientos en los que “no descartamos la filiación guanche del emplazamiento”. El doctor recuerda el caso de una estación de grabados, en la Península, que pasaron por prehistóricos y tras ser investigados se concluyó que eran de la Edad Moderna.

La conexión astronómica de La Pedrera

A orillas del Atlántico, en la cara norte de Anaga, se encuentra el único yacimiento del macizo investigado arqueoastronómicamente: La Pedrera, en la imponente montaña de Dos Hermanos -ver la foto de portada de este reportaje-. César Esteban, astrónomo del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y pionero de la astronomía cultural en España junto a su colega Juan Antonio Belmonte, se jugó al tipo para llegar a la estación de grabados de La Pedrera, en una pequeña planicie en el costado izquierdo del perfil de la montaña, a 175 metros de altura.

El arqueólogo Perera López fue el primero en publicar, en 1992, el yacimiento; lo interpretó como un centro de culto prehispánico a la fecundidad. Los grabados, explica a este diario el doctor Esteban, “parecen representar figuras antropomorfas femeninas y un pisciforme, así como figuras geométricas y cazoletas”.

Fue el 24 de abril (en torno al equinoccio de primavera) de 2003 cuando Esteban y su discípula Montserrat Delgado, cargados con su instrumental, llegaron a La Pedrera. Lo primero fue medir la longitud y latitud del lugar, “así como el denominado tiempo universal (UT)”. Determinar el UT es imprescindible en cualquier investigación arqueoastronómica “para cronometrar cada medida de la posición del sol realizada para la calibración del punto cero de acimut del teodolito”. 

En aquella época, Esteban tenía experiencia en el estudio de los equinoccios en la cultura indígena en  Tenerife, en Lanzarote y, sobre todo, en Gran Canaria, la isla con los yacimientos arqueoastronómicos más espectaculares del Archipiélago –ver Almogarén, el observatorio de los astrónomos del pasado, primera trilogía de la investigación periodística que está realizando Canarias Ahora-elDiario.es sobre la influencia de los astros en la sociedad prehispánica-. El principal objetivo del trabajo  en Dos Hermanos era “medir la posición de distintos puntos topográficos del horizonte que rodea el yacimiento para comprobar si sobre alguno de ellos se producía el orto u ocaso de astros relevantes, principalmente el Sol o la Luna”. Los resultados de dichas medidas se publicaron en 2005 en la revista Tabona, además de las realizadas en la estación de canales y cazoletas de Barranco de la Tapia (municipio de Candelaria).

En el trabajo de La Pedrera se certificó que las figuras femeninas y el pez “tienen un eje de simetría claro, apuntando hacia el este”, hacia el naciente del astro rey, cerca de los equinoccios. ¿Se puede catalogar como marcador?, le preguntamos a Esteban. “A falta de determinar el sitio preciso del orto, no creo que sea un lugar llamativo por el perfil accidentado de las montañas del horizonte. Más que un marcador, La Pedrera es un enclave en el que los guanches encuentran una relación con algo que ya conocían:  Si para ellos era importante el equinoccio, tu intentas sacralizar el lugar orientando tus símbolos hacia ese fenómeno importante en tu religión”. La sacralización “a través de una orientación astronómica”.

Después de muchas investigaciones en Canarias –ahora está muy solicitado por equipos de Cataluña y Andalucía que estudian la relación de los iberos o íberos con el cielo-, César Esteban tiene constatado que los guanches “estaban muy acostumbrados a la observación del cielo, eran mucho más conscientes que nosotros sobre dónde estaba el Sol en cada momento porque lo necesitaban. A nosotros nos da igual por donde salga o se ponga porque tenemos relojes y calendarios pero ellos debían esforzarse para saberlo, porque debían organizar su propio tiempo”. Sin duda, “se darían cuenta muy pronto de la existencia de los solsticios, las posiciones más extremas del Sol en la bóveda celeste”, más al norte y más al sur dependiendo si fuera verano o invierno.  El Sol, continúa este especialista en astronomía cultural, “queda parado varios días, antes y después del momento exacto del solsticio, y establecían esos indicadores del tiempo. También se darían cuenta de que en un momento del año el Sol estaría equidistante respecto a los dos solsticios –los equinoccios- y así podían dividir el año en cuatro partes”.

Anaga atesora más yacimientos asociados a la cosmovisión de la sociedad prehispánica, afirma a este periódico Máximo Hernández. Gracias a la voluntad de autodidactas como él o a profesionales como Esteban y otros arqueólogos que investigan este territorio vamos conociendo su riqueza patrimonial. Uno de los últimos hallazgos lo difundió la TVC en el verano de 2022: una estación de grabados de canales, cazoletas y una figura cruciforme. El historiador y divulgador José Farrugia explicaba que uno de los extremos del posible grabado antropomorfo está orientado “exactamente al norte magnético”, para añadir que el eje indica “la salida de la estrella norte de la Osa Mayor, coincidiendo con el solsticio de invierno”.

Este planteamiento no ha sido contrastado por ninguna investigación arqueoastronómica. De hecho, los astrónomos consultados afirman que “las palabras de Farrujia no tienen sentido”. ¿Por qué? “Dar una medida con brújula sin corregir la declinación magnética en Tenerife es peligrosísimo porque puede estar mal por muchos grados por las grandes y muy locales anomalías magnéticas que hay en terrenos volcánicos”.  Respecto a la afirmación de que el eje esté “orientado hacia el orto de la Osa Mayor que coincide con el solsticio de invierno”, los expertos en astronomía cultural matizan que “habría que calcularlo bien”. Y eso solo se consigue con buen instrumental y cálculos matemáticos. En definitiva, a las fuentes consultadas le parece “bastante peregrina” la argumentación del historiador: “O no tiene mucha idea de astronomía o ha oído algo y no lo ha sabido repetir de forma adecuada”. Canarias Ahora-elDiario.es ha querido pulsar la opinión de José Farrugia al respecto, pero no hemos obtenido respuesta.

Anaga es una reserva mundial de la Biosfera, pero también es una reserva para el estudio del pasado. Empero, falta un compromiso político y académico para documentar este impresionante macizo con un proyecto integral a medio y largo plazo. Si no es así, seguirá olvidado ese pasado, como los guanches de Anaga que vivían aislados por la orografía salvaje de esta península. Probablemente por ello, fue el único menceyato del norte de la Isla - los del sur tampoco se aliaron con los norteños- que no luchó contra los conquistadores.