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Carmelo González, un ateo que quiere democratizar Vox (y quitarle la presidencia a Abascal)

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

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Su discurso sorprende a medida que la charla va fluyendo; tiene planteamientos más propios del Partido Popular, incluso de Ciudadanos, que de Vox. Pero este canario de Las Palmas, de casi 60 años, viudo, padre de dos hijos y médico de profesión ejerciente en un centro de salud, durante años dedicado a la investigación biomédica en prestigiosos laboratorios europeos, quiere ser el próximo presidente de Vox. “No es contra Santi; es que hay que mejorar el partido”, se apresura a explicarse tras aclarar que es amigo del actual presidente de su partido, Santiago Abascal, que se presenta a la reelección.

Lo primero, democratizar Vox. Y sabe de lo que habla porque está sufriendo en sus propias carnes las malas artes de la dirección nacional del partido. Minutos después de anunciar en la Televisión Canaria que iba a concurrir al proceso interno de su partido, fue destituido como responsable de comunicación en Las Palmas y le cancelaron todas las cuentas de correo. El motivo: aprovecharse de su cargo orgánico para hacer campaña, limitación que sin embargo no afecta a su contrincante, el presidente nacional del partido, que mantiene ese puesto y todos los cargos públicos anexos, como el de diputado y presidente del grupo parlamentario.

“A nosotros, el comité electoral, ni agua”, se queja este candidato. Ese órgano nacional ni siquiera contesta sus correos y no se da por enterado de que ha recibido la candidatura, lo que ha obligado al equipo de González a recurrir al burofax. Mantiene un sistema telemático para el acopio de avales que no es nada claro en la web del partido, y eso a pocas horas (las 24.00 de este sábado) de que expire el plazo para presentar los casi 5.000 necesarios para validar su candidatura.

La falta de democracia interna es el primer reto que Carmelo González menciona. Rechaza que estos últimos cuatro años de vida orgánica haya caído el 80% de las direcciones provinciales del partido, bien por destituciones decretadas desde la cúpula nacional o bien por dimisiones forzosas, sin que se hayan celebrado los procesos internos para sus relevos. Denuncia la imposición de una figura extraña, la de los coordinadores regionales, sin paternidad ni maternidad democrática conocida, personas de la confianza de la dirección nacional, a las que se les retribuye con un salario de 4.000 euros brutos al mes y con un coche de renting a su disposición.

González quiere cambiar hábitos como que las grandes decisiones ejecutivas se estén tomando en un órgano reducido formado por cinco hombres (Abascal, Kiko Méndez, Espinosa de los Monteros, Ortega-Smith y Manuel Mariscal), para que todo dependa de quienes sean elegidos por la militancia.

Quiere “ampliar la estructura del partido”, pasar de menos de la mitad de implantación en los municipios españoles al 80% este año y al cien por cien en 2021. Y que a los coordinadores regionales (8 para toda España) sean elegidos democráticamente.

“Aunque no lo parezca, yo soy de Vox”, se adelanta a aclarar al periodista, sorprendido por algunos de sus posicionamientos. Por ejemplo, que es ateo, lo que le conduce a no invocar principios judeocristianos para defender asuntos como la libertad de las personas para convivir con quien deseen, aunque le chirríe el término matrimonio. Incluso se muestra permisivo con los independentistas, “siempre y cuando actúen dentro de la ley”, como él dice que quiere actuar Vox para modificar la Constitución en aspectos como la eliminación de “administraciones con competencias solapadas” o “estructuras superfluas como televisiones autonómicas”. Rechaza el franquismo por considerarlo una dictadura, “como otras de nuestra historia, por ejemplo, la de Primo de Rivera”, y concreta que la de Franco era “un régimen nacionalsocialista”.

Fue primera página de algún diario de circulación nacional cuando en 2006 echó un pulso a la Generalitat de Catalunya –huelga de hambre mediante– para exigir que su hija (entonces de 3 años) pudiera ser escolarizada en castellano aduciendo que era lengua oficial.

Entiende que se reproche a Vox “comportamientos manifiestamente mejorables que hemos tenido”. Ha sido crítico incluso con el ejercicio de tiro protagonizado por Javier Ortega-Smith en un acuartelamiento militar.

¿Y qué responde a los que le llaman facha?

“Yo no respondo en negativo. Saco mi retahíla de principios. Creo en la unidad de España, pero digo que eso hay que defenderlo constitucionalmente. Creo en la libre empresa y rechazo los lavados de cerebro en los colegios porque son sustancialmente malos. Soy profundamente demócrata, y soy ateo. No creo que se deba discriminar a las parejas del mismo sexo y que vivan como quieran porque eso forma parte de la intimidad de cada cual. No defiendo el aborto, soy un militante provida; ahora, si violan a una señora y se queda embarazada, hay que entenderlo (...) Vivimos en una sociedad plural, democrática, abierta y moderna, pero estoy en mi derecho de defender la familia tradicional y de proponer nuestras ideas cuando gobernemos”.

Completan su candidatura, como vicepresidenta primera, María Isabel García Trías (Madrid); Fernando Moya (Madrid), como vicepresidente segundo; José Manuel Martínez Ayala (Cádiz), como secretario general; Jesús María González (Madrid/Las Palmas), como tesorero, y Paula Cordera, de Andalucía, como vocal, entre otras personas.

Según las normas del proceso interno de Vox, este sábado a las 24.00 horas quedará cerrado el plazo de presentación de avales, y el lunes se publicarán los resultados obtenidos por cada uno de los candidatos en liza. El martes 25 dará comienzo la campaña de modo oficial, que se extenderá hasta el 5 de marzo. Dos días después se celebrarán las elecciones por procedimiento electrónico o por correo certificado enviado a un notario de Madrid.

Sabe que no es el favorito, “pero los partidos hay que jugarlos”, remata.