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Los esqueletos de hormigón de Canarias: cuando la corrupción se convierte en parte del paisaje

Natalia G. Vargas

15 de octubre de 2022 22:30 h

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Las huellas de la corrupción se han convertido en parte del paisaje de Canarias. Los esqueletos de grandes complejos turísticos que resultaron ilegales ocupan importantes superficies en varios municipios de las Islas. Al caminar por Costa Teguise, uno de los pueblos convertidos en paraísos del turismo de Lanzarote, pueden identificarse al menos tres establecimientos abandonados que pretendían ser grandes hoteles y complejos de apartamentos. El constante trasiego de visitantes y las playas de agua cristalina que caracterizan este enclave contrastan con estos mamotretos grises. 

Sus licencias fueron concedidas de manera ilegal en 1999 por el exalcalde del municipio de Teguise y exdiputado regional de Coalición Canaria Juan Pedro Hernández. Los restos de estas construcciones llevan tantos años en pie que hasta pasan desapercibidos para quienes pasean por allí. Solo uno de los hoteles levantados con este mecanismo en Costa Teguise ha sido derribado. Se trata de una edificación de 599 plazas próxima a La Mareta, una de las residencias de la Familia Real. 

La demolición comenzó en mayo de este verano y ha tardado quince años en llegar. Fue en 2007 cuando el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) anuló la licencia por no ajustarse al planeamiento insular. Tras varios requerimientos de la Justicia, el Ayuntamiento acordó con la empresa Armadores de Puerto Rico tirar abajo este esqueleto. Según el equipo de gobierno de la corporación municipal, las tareas de derrumbe no han supuesto ningún coste para la administración pública. 

A pocos metros de este lugar siguen en pie los apartamentos abandonados del complejo Club del Rey, de 461 plazas. Todas estas infraestructuras fueron investigadas en el denominado caso Yate, una de las mayores tramas de corrupción de Lanzarote. Una querella presentada por el exconsejero socialista de Política Territorial del Cabildo de Lanzarote Carlos Espino dio comienzo al caso, que estudió la concesión masiva de licencias en Teguise y Yaiza.

En el resto de la comunidad autónoma, la sobreexplotación del territorio también ha dejado grandes obras infrautilizadas. Según un estudio elaborado por la Asociación de Geógrafos Españoles, entre 1995 y 2016 se despilfarraron 89,5 millones de euros en obras públicas en el Archipiélago. Esta cifra solo recoge el Complejo Deportivo de La Ballena (12 millones) y el Palacio de la Cultura (14) de Gran Canaria, y los proyectos de los trenes del norte y del sur de Tenerife (40). 

Sin embargo, no son las únicas. En La Gomera hay al menos 30 cerradas o inacabadas, según un informe titulado Las obras pufas de La Gomera, historia de 30 años de promesas y espejismos. Entre ellas, un centro de talasoterapia y una quesería. En Tenerife, el puerto de Granadilla es una de las construcciones más criticadas. Aunque investigadores de la Universidad de La Laguna y de Leipzig lo tildaron de “inútil” e innecesario, la obra siguió adelante con un coste de 300 millones de euros. A este se suma el “puente a ninguna parte”, un puente localizado en Santa Cruz de Tenerife levantado sin conexiones. 

Romper el ecosistema

“El suelo ya no volverá a ser el mismo”, advierte María Tomé, arquitecta, urbanista y cofundadora de la Oficina de Innovación Cívica. “Cualquier tipo de intervención humana que se realiza en el suelo rompe el ecosistema. En el caso de Lanzarote, la percepción de esta destrucción no es tan grande porque se suele asociar solo al color verde. Por ejemplo, a tirar un árbol, pero en zonas muy áridas también hay ecosistemas”, explica. 

La presencia de obras abandonadas no son solo un desastre ambiental, sino también económico y social, añade Tomé. Estos edificios contribuyen a la teoría “de los cristales rotos” conocida en el urbanismo. “Un espacio abandonado no incentiva a que lo cuidemos, sino que tendemos como sociedad a tirar más basura, como si fueran vertederos”, apunta la especialista. En estos solares también se suelen acumular escombros, residuos de obra, montañas de tierra e incluso maquinaria. “A veces estos residuos de obra acaban en los barrancos, y con el cauce de la lluvia, terminan en el mar”, ejemplifica la arquitecta. 

Las nuevas infraviviendas 

Algunos de los esqueletos de Lanzarote están habitados. Colchones, sillas, bolsas de supermercados y otros objetos pueden verse desde el exterior de estos cadáveres de hormigón. El abandono de infraestructuras trae consigo la aparición de nuevas infraviviendas. “Las personas que no tienen recursos acaban viviendo allí. No es culpa de las personas que no tienen recursos, sino del gran problema de acceso a la vivienda ligado a la creación de hoteles y el turismo en Canarias. Las personas están buscando un techo donde vivir”, detalla Tomé. 

En la actualidad, siguen construyéndose grandes infraestructuras en el territorio. La apuesta por este modelo ha traído consigo una importante movilización social contraria que se ha organizado para “salvar Canarias”. El hotel de La Tejita o el puerto de Fonsalía en Tenerife son algunos ejemplos de obras paralizadas por la acción ciudadana. En la actualidad, el macroproyecto turístico de Cuna del Alma, que pretende crear 420 villas de lujo en el Puertito de Adeje, también está en el punto de mira.

La urbanista María Tomé plantea algunas propuestas para evitar que los esqueletos se multipliquen en las Islas Canarias.  “En primer lugar, dejar de entender la arquitectura como una manera de colonizar el territorio y proteger el suelo de las Islas para que no se construya ni un centímetro más hacia fuera”, propone. 

Regenerar el territorio y fomentar la participación ciudadana son otras de las ideas que pone sobre la mesa. “No sirve solo con publicar los planes de ordenación de los municipios, sino que hay que apostar por estrategias de lectura fácil, traducir la información legal para que cualquier persona pueda participar y saber lo que está pasando”, añade. Por otra parte, apunta a contar con planes de desmantelamiento que acompañen a cualquier edificación, con el objetivo de buscar mecanismos para reciclar el 100% de los materiales tras la demolición. 

Espacios inseguros para las mujeres

“Llegó el momento de ser violada”. En las paredes de algunos de estos hoteles a medio hacer pueden verse grafitis con insultos y mensajes amenazantes para las mujeres. “Los hoteles de este tipo, las zonas industriales o algunas calles son espacios inseguros para las mujeres”, concluye María Tomé. 

Para que un espacio sea seguro debe cumplir varios requisitos, de acuerdo con el libro Urbanismo feminista del Colectiu Punt 6. Algunos de ellos son la visibilidad y la presencia de señalización que indique por dónde se puede salir si pasa algo. Los espacios también deben ser “vitales” e incentivar al encuentro, a la presencia de personas, así como tener uso comercial, residencial, educativo, ser comunitario y favorecer al sentimiento de pertenencia. 

“Un hotel abandonado no es nada de esto. Son tremendamente inseguros y pueden darse episodios de violencia hacia algunas personas que no se ajustan al perfil de hombre heterosexual, normativo y con libertad funcional”, subraya la urbanista Tomé. “Sentir miedo nos limita el libre desplazamiento por la ciudad o cualquier entorno abandonado”.