Análisis Raros años veinte

Torres inaugura oficialmente la carrera electoral

El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres.

Juan Manuel Bethencourt

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El Discurso sobre el Estado de la Nacionalidad Canaria es, por su condición importada en imitación de otros a escala estatal e incluso internacional, un artefacto de difícil inserción en el año político de las Islas. Ya lo era en la vieja normalidad, cuando pasaba desapercibido en la mayoría de las ocasiones, y lo sigue siendo tras estos dos años traumáticos en los que todos hemos conocido, relatado o sufrido acontecimientos sin precedentes. Asistimos a un mundo en cambio acelerado pero la política va por detrás, renuente a aceptar un contexto líquido en el que la solidez de los proyectos se ve expuesta a una tensión permanente. Este Debate de la Nacionalidad fue sin embargo presentado como puesta de largo de la nueva normalidad, por el hecho de contar en el hemiciclo con los setenta diputados de la Cámara. En realidad, el principal aliciente del debate residía y reside en el calendario, porque enfilamos un año preelectoral y esta certeza se percibe ya en los discursos. Así lo entendió el presidente canario, cuyo discurso fue algo así como el pistoletazo de salida para la campaña de los comicios autonómicos, insulares y locales convocados para mayo de 2023.

Ángel Víctor Torres renunció a la sorpresa a la hora de pronunciar una pieza dialéctica correcta, fiel a su estilo, de duración moderada, unos 80 minutos de balance y reivindicación de su gestión, marcada por lo imprevisible de lo ocurrido en esta legislatura con pandemia global, erupción volcánica en La Palma y ahora guerra en Europa. Transitando el delicado camino entre el optimismo y la autocomplacencia, el líder del PSOE canario subrayó que las Islas están mejor ahora que en 2019 a pesar de los contratiempos, y lo explicó a través de una relación bastante detallada de hitos laborales, económicos, sociales, todos ellos ciertos, demostrables, aunque también amparados por el colosal incremento del gasto público que ha venido detrás de la pandemia de Covid-19, en particular.

El presidente Torres subrayó la elevada ejecución del Presupuesto autonómico como argumento para defender su gestión, lo cual es un logro relativo, en la medida que el gasto público es un instrumento para mejorar las cosas (o evitar que empeoren), pero no un fin en sí mismo. El objetivo de este balance era evidente, sentar las bases de un combate electoral que se prevé duro a partir de ahora, y el mensaje de Torres en este aspecto fue claro más allá de la relación de hitos: está preparado para la pelea y casi ansioso por medir la ejecutoria del Pacto de las Flores ante una oposición que ya hoy mostró una réplica desabrida y endurecerá notablemente su discurso en el tramo final de la legislatura.

El presidente canario incorporó en este aspecto una referencia nada inocente al “cordón democrático” que pretende aplicar a la ultraderecha en el más que probable caso de verla presente en el Parlamento tras los próximos comicios. Pero a estas alturas ya debería estar más claro que al populismo reaccionario se lo combate con coraje, mejores ideas y buenos resultados. La criminalización de Vox, porque de eso estamos hablando, no funciona, y menos desde que el PP ha decidido que el blanqueamiento a su derecha ya no es algo rechazable, sino asumible o incluso, lo hemos visto en Castilla y León, incluso imprescindible.

El catálogo de propuestas y anuncios del presidente canario se quedó algo corto. No por su intensidad ni la trascendencia de los asuntos tratados (más camas sanitarias, viviendas sociales, plazas de educación infantil, cultura, carreteras…), sino porque ninguna de ellas es una medida de impacto inmediato. Y vivimos tiempos agonísticos, marcados por la inmediatez, en los que se reclaman rebajas fiscales aunque solo sirvan para inflar burbujas como la del carburante, que reducen ingresos públicos sin beneficiar al presunto destinario, el ciudadano. 

En ese sentido, Ángel Víctor Torres, que sí ha empleado con frecuencia ese mantra político de “no dejar a nadie atrás”, ignoró un nuevo marco mental que hace fortuna en la España de hoy, ese “dinero en el bolsillo” que tan bien ha funcionado en La Palma con la erupción volcánica y que supone una revisión conceptual del discurso político en beneficio de posiciones más conservadoras. Porque dinero en el bolsillo hay, pero demasiado concentrado en muy pocos bolsillos, y no porque los impuestos sean demasiado altos, precisamente. El presidente Torres apeló, finalmente, a un futuro superador de tantos sobresaltos, en el que, afirmó, sea posible redistribuir la riqueza para eliminar la pobreza. Fue el rasgo más claramente socialdemócrata de su discurso, pero cabe preguntarse si el pensamiento progresista de hoy es capaz de resultar atractivo si actúa con efectos retardados. El presidente canario, metido ya en la piel de presidente-candidato, dispone de un año para convencer que su diagnóstico es el acertado.

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