La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

'Girls'

Cuando se estrenó Girls en 2012, los referentes femeninos rompedores eran mucho más escasos en televisión, de ahí que su llegada trajera tanto revuelo. Cada capítulo −ideado por Lena Dunham y Jenni Konner− precedía el escándalo, ya fuera por los desnudos de Dunham o por la crudeza de las relaciones que se mostraban en la serie. Ambas tenían un elemento común: carecer de todo artificio. Lena, por medio de Hannah Horvath, encarnaba un tipo de cuerpo habitual entre el común de los mortales pero que, al mismo tiempo, había sido desterrado de la pantalla. La supresión sistemática de los medios fue lo que hizo olvidar que, efectivamente, existían mujeres como ésa. Las escenas que mostraban a una Hannah con sobrepeso y diminutos pechos, sorprendían o incomodaban, acostumbrados como estamos al Photoshop y el bisturí. Iba siendo hora de reprogramar los parámetros de la normalidad o, cuanto menos, de la diversidad.

Aceptar el cuerpo de Dunham fue trasgresor, especialmente porque partía de un punto donde esa “imperfección” parecía no tener importancia. Nos llamaba la atención a nosotros pero su personaje no estaba pendiente de ello, lo que aumentaba la confusión. Para la actriz, sus desnudos no tienen nada de revolucionario, son naturales, por más que el mundo insista en preguntarse por qué una chica como ésa cree necesario exhibirse así.

Lo irónico es que vivimos en una sociedad hipersexualizada, donde hasta un anuncio de lentillas adquiere un trasfondo erótico, y nos parece bien. Nos bombardean con cuerpos ilusorios y una insinuación constante pero lo aceptamos porque nos hace aspirar a un imposible, el fin último de la industria: señalar nuestro desencanto y proponer parches de satisfacción de duración limitada. Un falso bienestar que pueda reemplazarse en el acto, anestesiando la existencia. La rueda amenaza con no pararse hasta que ocurren situaciones como las de Dunham, que nos sacuden y nos hacen poner un poco de perspectiva.

No es que Lena tenga intención de salvar a nadie pero pese a no existir premeditación, su serie ha ayudado a detener la inercia, obligándonos a reflexionar sobre el estado de las cosas.

No es ‘Sexo en Nueva York’

La manía actual de etiquetarlo todo y ofrecer así un consumo guiado al espectador hizo que muchos medios calificasen la serie de “la nueva Sexo en Nueva York”. Sus protagonistas eran mujeres y la trama se desarrollaba entre Brooklyn y Manhattan pero salvo esas coincidencias, poco más podía extrapolarse de una a otra.

El enfoque de Girls es mucho menos privilegiado, pues no se trata de profesionales de éxito que viven a todo tren y acuden a la inauguración de los locales de moda, sino que se centra en una generación más joven. Ésa que acaba de terminar la carrera pero que sigue sin superar la categoría de becario, a la que todavía ayudan sus padres y cuya personalidad parece muy marcada pero en realidad continúa en proceso de asentarse.

También hay sexo, cierto, pero no se reviste de comedia para hacerlo más tolerable. Nada coreografiado, las escenas suceden a tiempo real, incluyendo la torpeza, los silencios incómodos y hasta el parón necesario para ponerse el preservativo. No están envueltas de misticismo ni trascendencia, sino que ocurren motivadas por sentimientos más mundanos, como el aburrimiento o la soledad. Las relaciones sexuales −aunque explícitas− no resultan gratuitas, sino que pueden ser vistas como una radiografía del personaje. Es posible descubrir sus conflictos internos, leyendo la forma y el fondo de los encuentros, pues no dejan de ser un reflejo de la situación vital de los protagonistas.

¿Sexo incómodo o violación?

La crudeza del sexo en la serie, sabiendo además que nace del imaginario femenino, ha sido uno de los puntos más polémicos. Una parte del público respiró aliviada al ver como el tema tabú por antonomasia bajaba a tierra y mostraba el afecto pero también las miserias: la frustración que muchas veces conlleva el uso equivocado o las expectativas que fracasan. Toda una gama de emociones narradas sin ornamento, en una aproximación al mundo real.

Las cuatro protagonistas pueden pecar de exageradas pero con ello se logra enfatizar la comedia. Al igual que Woody Allen consigue que la inseguridad y la neurosis de sus personajes nos saquen una sonrisa, a su modo, Dunham hace lo mismo con sus “chicas” y el resto de personajes que, además, se han permitido evolucionar a lo largo de los años.

Es el caso de Adam, interpretado por Adam Driver, un personaje controvertido con el que el público ha podido experimentar sentimientos contrapuestos en las distintas temporadas. Uno de los momentos más comentados y que dio pie a un debate relacionado con la violación, estuvo encarnado por Driver. El actor llegó a recibir amenazas y comentarios de odio a raíz de una escena de la segunda temporada, donde se muestra un acto sexual bastante tenso entre él y su novia Natalia (Shiri Appleby). El momento despertó muchas opiniones encontradas pues jugaba con los límites: ¿era una violación o sólo una mala experiencia?

Para algunos, aquel momento era la prueba de cómo las fantasías pueden venirse abajo una vez traspasan los límites de la imaginación; para otros, muestra el autosabotaje en el que vive inmerso Adam. Mientras Natalia, la otra involucrada, expresaba claramente su disgusto. Esto sugería que lo que acabábamos de presenciar se correspondía con la llamada “violación gris”. Un término problemático porque viene a añadir gradientes a una situación de abuso. Sucede cuando el consentimiento no es claro o tiene lugar después de muchas presiones, dejando a la persona con una sensación de malestar. Pero al no haber sido tan violenta como podría, la víctima tiende a justificar el hecho o a restarle importancia.

Para Lena, la escena responde a “una terrible falta de comunicación entre dos personas que no saben lo que quieren”. Chris O’Dowd, actor de Girls, diría al respecto: “Lo que me gusta de esta serie es que es honesta, así que, si estas cosas suceden, ¿por qué no rodarlas?”. Ciertamente, sacar a la luz situaciones comunes −más de lo que nos gustaría− pero generalmente silenciadas, puede ser una ayuda importante a largo plazo, ya que generan debate, en lugar de ocultación y vergüenza.

Adiós definitivo

La serie se despide este 2017 con el estreno de su sexta temporada el 12 de febrero. El teaser oficial de HBO muestra a Hannah quejándose a Elijah de no haber conseguido dejar su marca en la ciudad. “Al menos has hecho grandes amistades”, le responde éste, para luego acabar estallando juntos en una gran carcajada irónica.

Diez episodios pondrán punto y final a las historias de Marnie, Shosh y Jessa, pero habrá que esperar a febrero para conocer el desenlace.

Girls ha acumulado numerosas nominaciones y ha ganado varios Emmy y dos Globos de Oro. Aunque su creadora y estrella, Lena Dunham ha anunciado el adiós definitivo de la serie, promete seguir diversificando su talento en libros y nuevos proyectos. De hecho, ya existe un piloto de su última serie titulada Max. La historia se centrará en el feminismo de los años sesenta y tendrá como protagonista a la actriz Lisa Joyce.

Lena se muestra orgullosa de la experiencia creativa que ha supuesto Girls pero considera que ha llegado el momento de dejarla marchar, prefiriendo apostar por el modelo británico de no alargar la serie más allá de su fecha de caducidad: “Concebí Girls cuando tenía 23 años y ahora tengo treinta −el programa ha abarcado perfectamente mis 20 años, el período de tiempo del que trata−, por lo que parece el momento adecuado para cerrar la historia”.