Eduardo Martínez Alonso, un médico vigués que trabajó toda su vida en la Cruz Roja, dedicó algunos años de la misma a servir al Gobierno de Winston Churchill como agente secreto durante la Segunda Guerra Mundial.
En un Madrid introvertido y gris, afligido por una guerra civil cruel y devastadora, había quien aun se atrevía a burlar la imponente autoridad de la Gestapo. La Segunda Guerra Mundial había comenzado y el doctor Eduardo Martínez Alonso (Vigo, 1903), Lalo como lo conocían cariñosamente, formaba parte de los 164 agentes secretos españoles (SOE, Special Operations Executive, por sus siglas en inglés) que, junto al Gobierno de Winston Churchill, salvaron la vida a miles de refugiados huidos de la Alemania nazi.
Eduardo Martínez, fiel a sus principios, jamás reveló a su familia -salvo a su mujer- la inmensa labor humanitaria de la que había sido partícipe. Sin embargo, la perspicacia de su hija Patricia Martínez de Vicente, fruto de ciertos comentarios que escuchaba de niña, bastaron para sacar a la luz la sorprendente historia del médico español que liberó a miles de refugiados. La clave Embassy es un libro que narra cómo el doctor vigués y la fundadora irlandesa de una afamada cafetería llamada Embassy, Margaret Taylor, jugaron un papel clave durante la Europa invadida por el nazismo de los años cuarenta.
Un agente secreto con bata y fonendoscopio
Eduardo Martínez trabajaba para la Cruz Roja británica como médico en funciones. Un puesto en la organización que le permitió llevar a cabo una heroica labor humanitaria con aquellos refugiados indocumentados (judíos, apátridas y perseguidos de la Gestapo) a quienes les atribuía complejísimos apellidos polacos de fallecidos.
En plena Segunda Guerra Mundial y en una España de posguerra, Lalo se codeaba a su antojo por Madrid gracias a su reconocido estatus y a su supuesta postura objetiva ante el conflicto ideológico. Se podría definir como un “señorito burgués” que ejercía la medicina sin vínculos dudosos con la Segunda República.
Sin embargo, su verdadera trama comenzaba en el número 12 del Paseo de la Castellana, en Madrid. Un afamado salón de té en el que se reunían importantes miembros de la jet set del momento, así como agentes secretos de los servicios de inteligencia británicos, donde se compartían charlas acompañadas de una taza de té.
Enbassy, el enigmático salón del té
Margaret Kearney Taylor llega a España en 1928 y se instala en Madrid, dispuesta a abrir un lugar de reunión donde tomar té con pastas al estilo inglés. Embassy abre sus puertas en el Paseo de la Castellana en 1931 en manos de la regencia de la ya conocida popularmente como Margarita Taylor.
Aprovechando la posición neutral de España durante la Segunda Guerra Mundial, Madrid se convierte en un auténtico centro de espionaje entre los bandos contendientes y es en el salón de Embassy -concretamente en el sótano- donde discurre uno de los momentos más relevantes en la liberación de los refugiados del conflicto bélico.
Eduardo Martínez, como importante miembro del servicio secreto británico en España, coordinaba con Margarita Taylor las “idas y venidas” de los perseguidos por el nazismo. Éstos entraban por la puerta de atrás hacia el sótano donde comían, se duchaban y se vestían con elegantes atuendos para pasar, a la mañana siguiente, por el selecto y distinguido Embassy repleto de personalidades diplomáticas.
Los refugiados huían en coche con sus falsas identidades a Pontevedra, donde pasaban la noche en la casa familiar de Lalo. Su abuela, al ignorar quiénes eran sus invitados, solía comentarle a su nieto: “¡Qué callados son estos amigos tuyos, pero cuánto comen!”, recordaba con gracia Patricia Martínez. Horas después los amigos sigilosos habían desaparecido sin dejar rastro, cruzando la frontera hacia Portugal, a través del río Miño.
El número de perseguidos a los que personas como Eduardo Martínez salvaron la vida se desconoce con exactitud, debido a que los agente secretos evitaban quedarse con cualquier tipo de documentos o papeles que pudiesen delatarles, ya que tal y como afirma su hija: “¡Cuanto menos supieran, mejor!”
Chivatazo a la Gestapo (1942)
En 1942 Eduardo Martínez huye a Inglaterra en plena luna de miel, después de que la Gestapo sospechase de su labor clandestina.
Su mujer, quien acababa de descubrir qué hacía su marido, se mudó junto a Lalo a Londres, a pesar de no hablar prácticamente la lengua anglosajona. Ahora bien, era de vital relevancia que memorizara un código en caso de emergencia, el cual la viguesa apunta “al pie del sonante”.
Eduardo Martínez continúa colaborando como agente secreto desde Inglaterra, esta vez mano a mano con el Ministerio de la Guerra Británica, mediante el envío de medicamentos a la embajada española.
Parecía que la policía secreta de la Alemania nazi había perdido la pista del doctor. Sin embargo, a pesar de que a día de hoy no existen pruebas al respecto, la hija de Eduardo Martínez, escritora de La clave Embassy, asegura que el propio dictador Francisco Franco sabía quién era y qué hacía exactamente el distinguido médico vigués.
Fin de la guerra
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, el matrimonio Martínez regresa a España con su secreto y una hija recién nacida -la entrevistada concretamente en este reportaje- para comenzar una nueva etapa.
Lalo, quien siguió trabajando como médico para la Cruz Roja, fallece en 1972 y casi 35 años después su única hija, Patricia Martínez de Vicente, descubre la historia más enigmática y recóndita que había guardado su familia, plasmando en su libro La clave de Embassy cada dato, detalle y confidencia de aquel médico español que salvó a miles de perseguidos por el nazismo: su padre.