El eterno debate sobre si la prostitución debería ser legalizada o no vuelve a estar de actualidad después de que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, afirmara en una entrevista radiofónica estar a favor de despenalizar esta actividad. No tardó en sumarse a esta propuesta la candidata del Partido Popular a la alcaldía de Madrid, Esperanza Aguirre, quien además aseguró haber sido la primera en defender esta postura años atrás. Sin embargo, Aguirre y Rivera se han quedado solos en su defensa de una prostitución legal y regulada, ya que ningún otro partido ni político se les ha sumado. Más bien al contrario, la mayoría, encabezada por el PSOE, se ha desmarcado rápidamente de la idea. Argumentan que la prostitución supone, como dijo Antonio Miguel Carmona, candidato socialista a la alcaldía de Madrid, “una explotación del hombre hacia la mujer”. Sin embargo, quienes la defienden aseguran que regulando la actividad se pone freno al abuso y se garantizan unas mínimas condiciones de seguridad e higiene imposibles de conseguir si la actividad se mantiene en la ilegalidad. Colectivos a favor o en contra de esta idea suelen citar por igual en este debate el modelo holandés. Allí la prostitución es completamente legal desde el año 2000.
Dice un dicho neerlandés “Dios creó el mundo, pero los holandeses crearon Holanda”. No se refiere solo a su capacidad para ganarle tierra al mar a base de diques de contención, sino también a que han sabido ser pioneros y referente mundial en cuanto a libertades y derechos. No en vano fue el primer país en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción de hijos en parejas homosexuales, y es el único del mundo que permite la venta de marihuana y sus derivados en locales de ocio.
La tolerancia holandesa tiene mucho que ver con su pasado. Mercaderes y pescadores del mar del Norte fundaron ciudades como Ámsterdam, donde la actividad comercial fue exitosa desde el principio. La idea era simple, permitir casi cualquier actividad siempre y cuando no perjudicara a la prosperidad de la ciudad y el orden público. Con el tiempo, esa forma de ver la vida hizo que Holanda se ganara la fama de ser el país de la libertad, la tolerancia y la diversidad. El respeto a las normas era fundamental para la convivencia y los negocios, y es algo que sigue manteniéndose hoy día y que llama la atención de los visitantes de países más al sur. Ese respeto a las normas establecidas es el que consigue que, a pesar de que cualquier mayor de edad holandés puede adquirir marihuana en alguno de los más de 600 coffee shops que hay por todo el país, la nación no sea un caos. La venta no está legalizada, sino “tolerada”, pero aún así debe cumplir una serie de normas: no puede comprarse más de cierta cantidad (5 gramos máximo por día) y solo en determinados locales, en los coffe shops no se permite fumar tabaco y en la mayoría tampoco se puede consumir alcohol, la marihuana no puede fumarse en la calle y en algunas ciudades del país solo puede ser comprada por ciudadanos holandeses.
Como en cualquier ciudad portuaria, en Ámsterdam, capital del país, la prostitución apareció casi al mismo tiempo que los marineros. La actividad fue también tolerada desde el principio, e incluso se legalizó en el año 2000 con el levantamiento de la prohibición que pesaba sobre los burdeles desde 1911. El objetivo, según el Gobierno holandés, era “evitar abusos” en un sector que mueve cada año miles de millones de euros. Según Sentina van der Meer, jefa de prensa del Ministerio de Seguridad y Justicia del Gobierno de Holanda, “Eurostat ha calculado que solo la prostitución ilegal en los Países Bajos produce más de 540 millones de euros del Producto Interior Bruto holandés cada año”. El propio Gobierno reconoció en 2014 que el negocio del sexo en el país supone más de 2.500 millones de euros cada año, el 0,4% del PIB, y es ya , junto a la venta de drogas, el principal motor de la economía holandesa por delante de la industria quesera.
Ejercer la prostitución en Holanda
Legalizar no significa desregular, sino todo lo contrario, significa cumplir con una serie de normas para mantener una actividad controlada. De hecho, cuando en el año 2000 se levantó la prohibición de ejercer la prostitución en burdeles, también entró en vigor un nuevo artículo en el Código Penal del país que convierte en punibles todas las formas de explotación en la prostitución. Al mismo tiempo se revisó la ley para la protección de menores y se elevó la edad mínima para ejercer trabajos sexuales de 18 a 21 años. Es decir, la legalización supuso un mayor control administrativo sobre la actividad. Las autoridades municipales son las encargadas de diseñar las políticas en materia de prostitución y estas, según datos facilitados por el Gobierno neerlandés a través del último estudio sobre Prostitución en los Países Bajos 2014, “han impuesto estrictas medidas de control al sector”. Sentina van der Meer matiza, “la regulación implica que hay formas de prostitución que son legales y otras que no”. Ciertos aspectos legales pueden varias de una municipalidad a otra, ya que cada región controla que el sector cumpla con la normativa y diseña sus propias políticas en materia de prostitución. Así, una legislación puede variar en una ciudad respecto a otra, aunque todas ellas coinciden en prohibir y no tolerar la prostitución callejera. Los clubes, las agencias de scorts, los masajes sexuales, los cines X, los bares de intercambio de parejas o la prostitución en casas particulares están legalizados en la mayoría de ellas y se regulan mediante un sistema de licencias. Sin embargo, no en todas las regiones es obligatoria (es la llamada prostitución legal sin licencia). Por otro lado, la prostitución en escaparates, como la que ha hecho famoso al Barrio Rojo de Ámsterdam, solo está permitida en 13 ciudades holandesas.
Además de diseñar las políticas de licencias, las municipalidades están obligadas a garantizar que las trabajadoras sexuales reciben la asistencia social y sanitaria que necesitan. Por ejemplo, han de contar con un programa de ayuda y orientación hacia aquellas trabajadoras sexuales que decidan dejar el oficio. Por su parte, las prostitutas han de pagar impuestos y tener un seguro privado de salud como cualquier otro trabajador en el país. El Gobierno holandés ha constatado que tras la legalización, las condiciones sanitarias y de seguridad de las trabajadoras han mejorado. De hecho, “abusos tales como la trata de personas, la prostitución de menores, la falta de higiene y ambientes de trabajo inseguros son mucho más propensos a existir en el sector de la prostitución ilegal y rara vez se detectan en el sector regulado en los Países Bajos”, afirma Van der Meer.
Para evitar el abuso, la policía holandesa realiza con frecuencia inspecciones en clubes, locales, agencias de scorts y escaparates para comprobar que se cuenta con la licencia y se cumplen las condiciones sanitarias y de seguridad que impone la municipalidad, además de que se verifica que la trabajadora cuenta con todos sus papeles en regla (especialmente el pasaporte) para descartar que esté ejerciendo la prostitución obligada por terceros.
Éxitos y fracasos
A pesar del control en la actividad, desde el año 2000 el Ejecutivo ha realizado diversos estudios que vienen a señalar que, aunque se ha mejorado en materia de seguridad, varios de los objetivos no se han cumplido. Por ejemplo, no se ha terminado con el abuso y se ha constatado que la actividad ilegal sigue existiendo y se ha desplazado hacia las municipalidades con una normativa más laxa. Por este motivo, se está intentando elaborar una reglamentación y un sistema de licencias más uniforme en todo el país.
Por otro lado, según las estadísticas manejadas por el Ministerio de Seguridad y Justicia en el Estudio sobre Prostitución en los Países Bajos 2014, las “prostitutas tienen unas condiciones de vida menos saludables que las del resto de los holandeses”. Según una encuesta realizada en 2006 por el Ejecutivo, muchas de las prostitutas sondeadas sufrían tensión, abatimiento y soledad. Cerca del 40 % afirmó haber experimentado situaciones de angustia como resultado de su trabajo, y que estas les provocaban ansiedad y dificultades para dormir. Según esta misma investigación, “casi la mitad de las prostitutas declararon percibir su trabajo como emocionalmente difícil”. Sin embargo, una gran mayoría también afirmó “saber a dónde ir para obtener asistencia en materia de salud”.
Pero, aunque en general las trabajadoras sexuales decían sentirse bien tratadas por las administraciones, organizaciones, entidades financieras y autoridades, también la inmensa mayoría de ellas consideraba que ese trato podía mejorarse. De hecho, según declaró Felicia Anna (prostituta y bloguera) en una entrevista concedida a la Agencia EFE, las trabajadoras sexuales siguen encontrando problemas a la hora de “abrir una cuenta bancaria o solicitar un crédito”, por ejemplo. Las prostitutas sondeadas por el Gobierno también consideraban necesario mejorar la percepción que la sociedad tiene de ellas y de su profesión. Es decir, a pesar de que legalmente su trabajo está reconocido y contribuye más que ningún otro sector a impulsar la economía holandesa, la sociedad sigue estigmatizando al colectivo.
España no es Holanda
¿Podría España adoptar un modelo como el holandés en materia de prostitución? Es decir, ¿qué ocurría si se dejara en manos de los ayuntamientos españoles la concesión de licencias para ejercer la prostitución en locales y domicilios particulares? Aunque el modelo holandés es el único en el mundo que permite este negocio imponiéndole numerosos límites, no ha conseguido eliminar el abuso ni la explotación, ni tampoco la sociedad ha superado los prejuicios hacia las prostitutas. Por otro lado, lo que sí se ha conseguido es aumentar los ingresos en las arcas públicas vía impuestos y niveles más altos de seguridad e higiene en el sector.
En España, como en Holanda, la prostitución es algo que existe y que mueve enormes cantidades de dinero. La pregunta es si quiere que una actividad que está ahí, aunque esté prohibida, siga desarrollándose al margen de la ley.
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