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JAVIER PULIDO: LA COHERENCIA COMO SEÑA DE IDENTIDAD

El mundo del fandom no es ajeno a lo que sucede en la sociedad, por mucho que la sociedad ni lo tenga en cuenta ni lo valore. Ya se sabe que, en nuestro cacareado país, es más importante, valioso y destacable que un pelele analfabeto le dé patadas a un balón, que una persona escriba un sensacional guión y otra lo ilustre de forma, igualmente sensacional. El arte en general -y el secuencial, en particular- sigue siendo el hermano pobre de una sociedad embrutecida, apática y carente de la más mínima coherencia argumental, salvo para apuntarse a la teoría de “la masa descerebrada”, incapaz, ésta, de articular un pensamiento que vaya en contra del status quo basado en la estupidez más zafia y supina.

Quizás por todo lo dicho anteriormente, y tras tres décadas de experiencia profesional, el poder compartir mesa y espacio con una persona tan fuera de lo común como lo es el dibujante y guionista grancanario Francisco Javier Pulido Rodríguez resulta una experiencia digna de contar.

En realidad, nuestro primer contacto se remonta al año 1997, justo cuando se organizó una actividad relacionada con el cómic entre el Cabildo de Gran Canaria y una librería especializada de la capital. En aquellos años, Javier Pulido acababa de finalizar Mentak, una serie limitada de cuatro números, que contó con el guión de Francisco Pérez Navarro. Mentak era una obra de juventud, pero, en ella, el dibujante ya mostraba maneras. El tiempo se encargó de demostrar la validez de esta última afirmación.

A partir de entonces, Javier Pulido no ha parado de trabajar para Marvel Comics, DC Comics y su sello editorial Vertigo, un dato que indica la tremenda validez de su trabajo. Con el paso de los años, incluso, ha llegado a escribir los guiones de algunas de sus historias, aunque, como confesó durante el tiempo que estuvimos sentados en la segunda jornada del Gran Canaria Comic-Can 2015, “por mucho empeño que yo le ponga, nunca lograré escribir los mismos diálogos que pudiera escribir un escritor americano”.

Uno de sus últimos trabajos publicados en España, She-Hulk v3 #1-4, 7-12, según un guión de Charles Soule (Marvel Comics, 2014–2015)- el cual me fui leyendo, de camino al evento comiquero Gran Canario- es de esas historias que tanto literariamente como artísticamente son ideales para que un neófito entre a conocer el noveno arte y, una vez allí, no pare de descubrir cosas. La forma en la que el dibujante plantea las páginas, sorprendiendo al lector con arriesgadas y divertidas angulaciones, te va atrapando y, cuando te das cuenta, llevas pegado a la butaca del avión durante una hora y ni tan siquiera has parado para comer algo.

Cierto es que Javier Pulido no es el único artista gráfico español que está demostrando que se pueden hacer las cosas de otra forma, pero, en su caso, se trata de la consecuencia lógica de un trabajo serio, continuado y que en ningún momento ha buscado un protagonismo vacuo y sin sentido.

Sus principios y esa coherencia que sólo las personas como él logran en su carrera profesional lo han llevado hasta donde está, pero, sin que por ello vaya enseñando las mismas “plumas” que otros compañeros de trabajo exhiben, a poco que uno les dé cancha.

Ya se sabe que, si quieres saber de qué pasta está hecha una persona, debes dejarla hablar y cuanto más, mejor. En el caso de Javier Pulido, lo que era una conversación para hablar de su carrera se convirtió en la mejor definición que yo he oído sobre las verdades y miserias de la industria gráfica, tal cual son y sin aditivos, ni conservantes. Javier Pulido explicó, para todo aquel que quisiera escucharle, cómo funciona el mundo del fandom a nivel profesional, y no cuáles eran sus antipatías ante tal o cual editor/ país o forma de publicar un cómic. No hubo sitio para delirios, ni nada por el estilo, sólo la verdad, tal cual es.

Alguien podrá argumentar que, si se cuentan las cosas de una forma tan clara, bien se pudiera acabar con parte de la aureola que rodea a la Casa de las Ideas (Marvel Comics) o a la Distinguida Competencia (DC Comics). No obstante, un evento de estas características, además de para vender entradas, programar actividades y mantener al personal entretenido, está pensado para que quienes desean/quieren/piensan dedicarse a dibujar y/o escribir cómics sepan cómo son las reglas del juego. Las anécdotas, los chascarrillos simpáticos y las sesiones de firmas están muy bien, pero un profesional debe enseñar a las nuevas generaciones y, de paso, aprender de ellas. La descripción de cómo funciona Marvel Comics nunca había sonado tan real, si se la compara con las majaderías que se organizan en otros salones de cómics donde se potencia el halago fácil, el peloteo constante y cuantas más “farolas se abracen”, mejor.

Al final, el tiempo que permanecimos juntos, a pesar de mis indecisiones del principio -empezar una charla con autor es siempre lo más difícil- mereció la pena de principio a fin. Y si el público asistente aprendió, yo que era quien estaba sentado en la misma mesa que Javier Pulido, ni les cuento.

Me gustaría pensar que el ejemplo que dio Javier Pulido sirva para que las nuevas generaciones se den cuenta de cómo se deben hacer las cosas y no cometan los mismos errores antes comentados, ni que se olviden de la coherencia personal que toda persona debería buscar, yo el primero, si no queremos que el chiringuito se nos venga abajo como hace unos años. Puede que la siguiente vez ya no haya solución.

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2016

© 2016 Marvel Entertainment, LLC.

El mundo del fandom no es ajeno a lo que sucede en la sociedad, por mucho que la sociedad ni lo tenga en cuenta ni lo valore. Ya se sabe que, en nuestro cacareado país, es más importante, valioso y destacable que un pelele analfabeto le dé patadas a un balón, que una persona escriba un sensacional guión y otra lo ilustre de forma, igualmente sensacional. El arte en general -y el secuencial, en particular- sigue siendo el hermano pobre de una sociedad embrutecida, apática y carente de la más mínima coherencia argumental, salvo para apuntarse a la teoría de “la masa descerebrada”, incapaz, ésta, de articular un pensamiento que vaya en contra del status quo basado en la estupidez más zafia y supina.