En la tarde del 29 de marzo de 1937, Juan Santana Vega, alcalde republicano del entonces municipio grancanario de San Lorenzo (durante el franquismo anexionado a Las Palmas de Gran Canaria) fue fusilado junto a otros cuatro hombres de la misma localidad en el campo de tiro de La Isleta. Entre ellos se encontraba el sindicalista Francisco González, también Antonio Ramírez Graña, secretario municipal; Manuel Hernández Toledo, jefe de policía y el sindicalista Matías López Morales que fueron condenados a pena de muerte por “rebelión” tras un consejo de guerra sumarísimo. Sus nombres han pasado a la historia como ejemplo de resistencia al golpe de estado franquista y este mes se han cumplido 86 años desde que fueran asesinados.
La familia de Francisco González cuenta que en la Navidad de 1936 este hombre se entregó a los falangistas después de que las Brigadas del Amanecer asesinaran a su hijo, Braulio, de cuatro meses. Lo hizo para evitar más represión contra su familia. El crimen ocurrió cuando registraron la vivienda del sindicalista para tratar de encontrarlo. Al no hallarlo, el grupo de hombres golpeó al bebé que se encontraba en su cuna contra la pared. En su libro Tormenta en la memoria, su nieto (que lleva el mismo nombre que él) ha relatado esta y otras historias del horror franquista, que marcaron a su familia para siempre.
La historia de los González es un ejemplo de las muchas que vivieron las secuelas de la represión. En el libro, su nieto rememora el relato de su abuela, a quien se le cerraban todas las puertas tras haberse quedado viuda de un represaliado del franquismo. Sola tuvo que criar a sus hijos con las dificultades de aquel momento. Diego, uno de los hijos de este sindicalista mantuvo viva la esperanza por reparar la memoria de su padre y localizar sus restos mortales hasta su fallecimiento en 2018.
De hecho, cuando asesinaron a su padre, Diego pasó algún tiempo separado de su madre, Dolores, que además de perder a su marido sufrió el hecho de que le quitaran a sus hijos durante un tiempo. Él y su hermano Lorenzo llegaron a vivir en la Casa del Niño hasta que, más tarde, la familia volvió a estar unida y, a pesar de las penurias económicas, lograron superar los distintos obstáculos de la vida aunque siempre con el dolor por la pérdida de Francisco.
La decepción de la familia González con las instituciones
Francisco González ha peleado durante años por visibilizar las historias del franquismo en Canarias en una serie de libros y ha liderado junto a otros miembros de su familia, como su prima Pino, la lucha por localizar los restos mortales de su abuelo y del alcalde Juan Santana. El certificado de exhumación de ambos señalaban que tras el fusilamiento fueron enterrados en la fosa común del cementerio de Vegueta. En concreto, en el cuartel seis (compartimentos en los que se divide esta fosa).
Un informe elaborado por un comité de expertos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) determinó que no era viable exhumar esta fosa, con lo que se desvanecieron las esperanzas de la familia. El estudio concluía que la fosa de estos represaliados era “ilocalizable” teniendo en cuenta las “lagunas documentales, la dificultad para localizar testigos orales directos y las constantes intervenciones que han sufrido los espacios”. Una conclusión que se trasladó a las familias en una reunión con representantes del Cabildo, del Ayuntamiento y del comité de expertos y que los familiares califican de tensa, por lo que llegaron a abandonarla.
Tres años después, González insiste en el dolor que ha causado esta conclusión para su familia. Durante la pandemia perdió a su madre, Lola Tejera, que también sufrió la represión franquista en su familia y que había sido parte de la lucha por exhumar al padre de su marido. González reprocha que se realizara un acto público con la prensa en diciembre de 2018 tras la primera cata arqueológica en la fosa donde se llenó de esperanzas a los familiares. Durante meses, explica que no tuvo noticias de los avances de la investigación hasta que ocho meses después, en julio de 2019, se cerraron las puertas. Por ello, se cuestiona si se usó esta causa electoralmente, ya que fue dos meses después de las elecciones de mayo cuando se les comunicó la decisión pese a que el estudio se había finalizado mucho antes.
Esta semana la familia González llevó flores al monumento de la Mayordomía, en Tamaraceite, en señal de recuerdo a los fusilados de San Lorenzo. “Nos toca ser fusilados de nuevo ante el olvido premeditado de quienes deberían estar junto a quienes entregaron su vida por la democracia y la libertad”, lamentó la familia en el aniversario del fusilamiento. Reprochan que la fosa común del cementerio de Las Palmas “siga condenada a no ser exhumada”. Un aniversario en el que afean el olvido de instituciones públicas y de los medios de comunicación con esta causa. “Desde nuestra soledad conmemoramos un nuevo aniversario, el día señalado en que destrozaron para siempre nuestras vidas, tristes seguimos, seguiremos luchando hasta el último instante de nuestra vida por la verdad, memoria, justicia y reparación”, señalan.