Claves para detectar la violencia machista explicadas por una superviviente: “Toda mujer es susceptible de sufrirla”
“Si estás en una relación que te ahoga, si tienes que pensar todo lo que dices antes de decirlo por si se enfada o por si lo utiliza en tu contra, una relación en la que él estropea todas las ocasiones especiales, aunque sea tu cumpleaños y te tiene que hacer llorar, si tiene celos de todo el mundo, quiere separarte de tu entorno o que dejes de hacer cosas que te gustan, al final eso no es amor”. Así resume la educadora social Marina Marroquí lo que es una relación en la que se produce violencia machista. Lo hace en talleres con cientos de adolescentes que, por lo general, cuentan con muy poca formación en este sentido y cuyos primeros acercamientos al sexo se realizan a través de “la pornografía sádica y violenta” y eso es “una bomba de relojería”.
Es natural de Elche aunque estudió en Granada huyendo de una relación que terminó por quitarle las ganas de vivir. Marina Marroquí cuenta que se hizo educadora social especializada en violencia de género para entender lo que le había ocurrido: ¿por qué a mí?, se preguntaba. Sin embargo, no es un caso aislado. En España, una de cada tres jóvenes normaliza que su pareja la controle y muchas veces no es hasta que se verbaliza con otras amigas y allegadas cuando se detecta la situación que se está sufriendo. La educadora se encuentra esta semana, con motivo de la celebración del 8 de marzo, impartiendo talleres en institutos de todas las islas, en una iniciativa promovida por el Instituto Canario de Igualdad. No deja de sorprenderse con el hecho de que cada vez que termina esta actividad numerosas jóvenes le comentan haberse sentido identificadas con su historia o que no habían detectado lo que es una violación hasta ese momento.
“Toda mujer es susceptible de sufrir violencia de género porque nos educan a no identificar las señales”, explica la educadora. Y es que, mientras para los chicos, el anuncio de Dolce & Gabbana en el que varios hombres sujetan a una mujer que intenta zafarse y se le aprecia con cara angustiada es una orgía, ellas sí detectan que se trata de una violación. En general, explica Marroquí, no nos enseñan a conocernos chicos y chicas sino que se tiene una realidad estereotipada los unos de los otros. Antes de comenzar el taller ellos suelen adoptar de primeras una posición de rechazo, desconfían de lo que les van a contar. Sin embargo, insiste en que durante la sesión nunca miran el móvil y cambian de postura porque “al final ellos también pagan un precio por el machismo”. Y es que, “los estereotipos de género impiden ser uno mismo”. Además, durante el taller los chicos también escuchan en primera persona que sus compañeras pasan miedo cuando vuelven a casa solas por la noche, que suelen llevar las llaves en la mano o evitan pasar cerca de un portal, entre otros testimonios. “Ellos viven con el pretexto de que no han tenido miedo” y entonces, no se paran a pensarlo. Ellas, sin embargo, aunque no hayan sufrido malos tratos o una violación sí que viven con la famosa frase de: “Avísame para saber que has llegado bien”.
Para Marroquí, el caso de La Manada o el de los futbolistas de La Arandina han acabado con el mito de que el violador solo se representa en la figura de un hombre encapuchado que atraca a las mujeres en los portales. “Por primera vez los violadores son gente ‘normal’ y lo que dicen es que estaban haciendo su película porno”, explica. Pero es que el violador puede ser además tu propia pareja. “Yo no me he cuenta de que mi novio me violaba hasta que te he escuchado a ti porque cedía para evitar una bronca, que no me llamara puta y que no se fuera. Lo hacía y ya está”. Es un mensaje que le ha llegado a enviar una adolescente a la educadora.
“Me creí el cuento del amor romántico y me metieron en un infierno sin darme cuenta”
Marina Marroquí sufrió malos tratos desde los 15 a los 19 años. No fue hasta cinco años después de poner fin a la relación cuando pudo ponerle nombre a lo que le había ocurrido. Explica que al comienzo de la relación le vendieron el amor como algo muy bonito. “Me creí el cuento del amor romántico y me metieron en un infierno sin darme cuenta”. Con los años descubrió hablando con otras víctimas que las historias tienen similitudes. Su pareja primero se ponía de mal humor para conseguir que ella entrara en su terreno. “Si un día vas maquillada y está enfadado y al día siguiente bajas con la coleta y la cara lavada y te dice ¡qué preciosa eres!, a los dos meses ya no te maquillas”, afirma.
En su caso dejó de arreglarse y se aisló de todo su entorno ya que a él le molestaba que hablara o tuviera amigos. “¿No ves que se ríen de ti?” le llegaba a decir. Le minó la autoestima hasta creerse que no valía para estudiar y abandonó el instituto. Así mismo, recuerda que el maltratador es un “manipulador psicológico” que pide perdón y llora, pero lo vuelve a hacer. Llegó un momento en el que su familia no sabía cómo alejarla de esa relación tóxica. Después de tantos años de malos tratos psicológicos en los que ella cedía a sus pretensiones por no discutir llegaron las agresiones físicas y sexuales.
Llegó un momento en el que su familia no sabía cómo alejarla de esa relación tóxica. Un día dijo “basta” al ver a sus seres queridos rotos después de no saber nada de ella durante cinco horas. “Mi madre me dijo, tus hermanos te están buscando por los hospitales y descampados por si estás muerta y tu padre no deja de llorar”, asegura Marroquí, que logró salir de ese infierno no tanto pensando en ella: “Yo ya estaba muerta”, dice. Lo hizo por los demás, por no seguir viendo a su familia sufrir. “Mi padre me dijo: No sabes lo duro que es saber que van a matar a tu hija y no puedes hacer nada”.
Ya han pasado muchos años de aquel infierno y la educadora afirma que no se considera un ejemplo a seguir en el sentido de que no denunció. Sin embargo, entonces no había tanta información y la Ley de Violencia de Género estaba recién implantada. Marroquí insiste en que lo peor son las secuelas, que son heridas que “con un poco de sal se reavivan”. Después de dejarlo, su expareja le dijo tres frases: “Más tonta eres tú por haberte creído cada vez que he llorado”, “a ver así de gorda quien te quiere ahora” y “aunque sea lo último que haga en mi vida, te mato”.
Estuvo casi un año amenazándola a través de otras personas y persiguiéndola por todas partes. Finalmente se mudó y quiso empezar una nueva vida “con mi sonrisa de cartón” y sin contarlo a nadie ya que “tú no quieres verte identificada en el papel de víctima”. Los años de reparación después de haber vivido este episodio remarca que son muy difíciles, no solo porque “te sientes vacía” sino que “ya no te conoces a ti misma”. Explica que tuvo que volver a reencontrase con ella misma y a saber cuáles eran sus gustos musicales, sus películas… porque él la había anulado.
A pesar de ello, insiste en que de la violencia de género se puede salir y que “merece mucho la pena ser feliz” ya que como ella repite en su libro Esto no es amor, “el amor no vale la pena, sino la alegría” y “no se puede vivir con miedo”. Subraya además que después de vivir una relación tóxica con malos tratos solo se puede seguir adelante con ayuda psicológica y de la mano de profesionales. Lo fundamental es detectar cuanto antes que se está sufriendo violencia aunque “una mujer tarda una media de ocho años en reconocer su maltrato de una manera objetiva o ver los hechos tal cual pasaron”. Por ello, ve fundamental la formación en este aspecto de toda la sociedad, ya que solo con una ciudadanía sensibilizada se podrá superar esta violencia machista que no cesa.
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