La lluvia arrastra el suelo quemado por los incendios del verano en Gran Canaria

Carretera en obras de Valleseco a Artenara. Alejandro Ramos

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

El fuego del verano aún sigue vivo en la cumbre de Gran Canaria. Sus efectos perviven en muchas zonas donde el verde comienza a brotar tras las primeras lluvias del otoño. Los pueblos se siguen recuperando y los trabajos para tratar de que todo vuelva a la normalidad no cesan. En las orillas de las carreteras y en los barrancos, los obreros y obreras se encargan de sustituir las vallas quemadas, talar los árboles en mal estado y crear muros de contención que resistan la desmembración del suelo. La falta de masa vegetal protectora está haciéndole mucho daño, provocando el arrastre de tierra por las grandes laderas. Aún así, en los pueblos cumbreros el agua se recibió con ganas, dejando una alegría entre quienes la esperaban con incertidumbre. “Como agua de mayo en diciembre, nos hacía mucha falta”, cuentan. 

Había miedo ante la llegada de la primera tormenta anunciada. Si bien es cierto que las lluvias del mes de noviembre comenzaron a despejar las cenizas, estas se esperaban con recelo por los daños que podrían causar. Pasó de forma serena y se repartió en varios días dejando huella en algunas zonas altas de la Isla. Los mayores daños se produjeron en las carreteras viéndose algunos tramos invadidos por la tierra que proviene del arrastre del suelo, asunto que preocupa mucho a los expertos que trabajan en la zona. “Es un tema serio porque el suelo tarda miles de años en formarse y se está perdiendo cada día”, apunta Marta Moreno, ingeniera de Montes del Cabildo de Gran Canaria. 

La falta de vegetación después de que el fuego arrasara por completo algunas zonas de la Isla hace que las gotas de agua caigan directamente en el suelo. “No es lo mismo que caigan en la rama de los árboles a que impacten contra el suelo”, explica Moreno.  Afortunadamente fue una lluvia serena mediada en varios días, no obstante, el suelo es demasiado frágil y hace mella en las vías de acceso a la cumbre. 

“El gran problema es que la pérdida de vegetación hace que esté corriendo mucha tierra por los taludes hacia la carretera”, coincide Juan Alberto Domínguez, director del contrato de Conservación de Medianías y Cumbres encargado de recuperar todas las zonas afectadas por el incendio. “El suelo no tiene vegetación y no se amarra haciendo mucha tierra”.  A esto se le suma que muchas de las mallas protectoras se han visto dañadas por el fuego, existiendo “una merma” en su resistencia. Los trabajos también se centran en recuperar la fuerza de dichas mallas. “Este fin de semana no ha pasado nada muy grave, pero sí hemos tenido muchas pequeñas incidencias”, explica, la mayoría relacionadas con el incendio. 

La carretera más afectada fue la GC-210, vía que une los municipios de Tejeda y Artenara, que estuvo cerrada al tráfico durante toda una mañana. Además, también hubo derrumbes en la GC-21, que une Las Palmas de Gran Canaria con Artenara, sobre todo en la zona entre Valleseco y Artenara, que en estos momentos se encuentra en obras. “Es impresionante como han caminado las tierras, se forman escorrentías en los terrenos y todo va a parar a la carretera”, destaca Domínguez. A esto se le añade algunos problemas en la carretera que va desde la Cruz de Acusa a Coruña, donde hubo una barranquera “importante”, según cuentan vecinos de Artenara. 

Ahora mismo, junto a su equipo, trata de devolver todo a su estado anterior. Trabajan en el tratamiento de taludes, la sustitución de las vallas quitamiedos quemadas, desmantelamiento de los árboles carbonizados… en una gran obra, dividida en cuatros zonas con el objetivo de recuperar esos espacios. 

La ingeniera de Montes reconoce que el día que salió junto a sus compañeros a conocer de primera mano los efectos de las lluvias le impactó bastante ver los derrumbes de tierra, por lo que ahora los trabajos se centran en ver de qué forma se puede evitar que determinadas laderas avancen en ese sentido. “Queremos valorar otras formas para intentar contener ese suelo, es fundamental tener una cobertura arbórea y no hay nada que pueda reemplazarla”, insiste. Mientras, utilizan todos los recursos para evitar que el suelo acabe en el mar, pero no pueden controlar su deslizamiento.

Moreno hace hincapié en el trabajo que realiza el personal que está en la Cumbre que, poco a poco, ha ido aumentando. Los trabajadores aprovechan los días en los que el tiempo acompaña para seguir haciendo albarradas, muros de contención… para ir frenando el suelo en pequeños barrancos o en barrancos secundarios, aunque nunca vuelva a su lugar de origen. Los días en los que la lluvia llega a la Cumbre tienen que abandonar su jornada ya que cuando cae el agua el suelo resbala y les retrasa mucho más. 

Como agua de mayo en diciembre 

Los vecinos de los municipios de la Cumbre grancanaria están contentos. Las primeras lluvias llegan para devolver la vida que se fue el pasado mes de agosto. Están contentos viendo cómo el verde se abre paso entre tanto negro y uno de sus mayores deseos es que el olor a humo desaparezca de una vez por todas. Las consecuencias aún son latentes ya que muchos operadores turísticos cambiaron su ruta a raíz del incendio y no han vuelto a la normalidad. Ahora esperan que la gente vuelva al campo en busca de un nueva estampa.

Ezequiel Rodríguez, concejal de Seguridad y Emergencias, entre otras áreas, en el Ayuntamiento de Tejeda no puede ocultar su alegría. En dos días cayeron unos 100 litros de agua en el casco del municipio. “La lluvia fue muy buena ya que fue serena y no perjudicó a la zona de las cenizas”, algo que temían desde todas las instituciones. 

El edil coincide con los expertos en el problema de los arrastres de tierra y piedras, motivado por la falta de árboles y de maleza tras el paso del fuego. “El hecho de que esté todo quemado cuando llueve hace que los desprendimientos se den más fácilmente”. En su municipio afectó a varias vías, el concejal aplaude la eficacia de los trabajadores que limpian las carreteras que evitaron que los cortes se alargaran en el tiempo. 

“La lluvia vino muy bien y, aunque era tiempo de norte, a veces temido porque viene acompañado de viento, fue muy serena, de la que empapa”, cuenta mientras sonríe bajo el sol que alumbra a uno de los pueblos más bonitos de España. “Ahora esperando a que venga la otra”. “La tierra es muy agradecida y guarda lo suyo”. sentencia. 

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