Canarias, un pueblo que mira al futuro buscando sus raíces

Gara Santana

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Cadenas de mensajes de whatsapp con felicitaciones, la bandera institucional o la de las siete estrellas verdes, sketchs de Manolo Vieira, del Típico de Tenerife, de Kike Pérez, cualquier cosa que canten Taburiente y Mestisay, fiesta en el trabajo y fiesta en los colegios donde los niños bailan isas, seguidillas y cantan Somos costeros. Paralelamente, el Gobierno canario hace un acto en un teatro que lleva el nombre de un escritor del pueblo, pero sin el pueblo, en el que el presidente Clavijo entregará trece Medallas de Oro. Todo esto ocurre para conmemorar que un 30 de mayo, pero de hace 41 años, se celebró la primera sesión del Parlamento de Canarias y la firma del estatuto de autonomía, que iba a significar un mayor autogobierno para las islas dentro de España.

El proceso de autonomía política fue menos ambicioso que el anhelo popular, si nos fijamos en las manifestaciones artísticas y culturales de la época y en reivindicaciones que tienen su eco en la actualidad, y que pudimos ver escritas en las pancartas de los más jóvenes en las manifestaciones del 20 de abril por un nuevo modelo turístico bajo el lema Canarias se agota. Versos de La Maleta de Lezcano, invitando a “los invasores de la paz canaria” a coger la maleta o el vaticinio de García Cabrera en el que: “Un día habrá una isla que no sea silencio amordazado”.

Pero, ¿por qué está Canarias tan agotada si solo tiene 41 años de historia autónoma y los 40 son los nuevos 30? La búsqueda de la respuesta de qué es la canariedad, no está aún en los libros, es un glosario de sentimientos, emociones y reivindicaciones en construcción, pero desde este periódico hemos preguntado a personas que desempeñan diferentes oficios en las islas, qué es para ellos a día de hoy, a la hora que se publica este escrito, ser canario, vivir estas islas y ejercer el acento, más allá del eslogan y al margen de la prostitución del folclore.

La periferia

Antonio Díaz es taxista. Vino de Colombia, y desde hace ocho años es autónomo y vecino de Gran Canaria. Va con su taxi por Telde y prueba suerte en el aeropuerto un día sí y otro no, a ver si con una carrera a Mogán se arregla el día. Le preguntamos cómo fue la acogida de su gremio. “Me gusta mucho mi trabajo, todos los compañeros me acogieron, no es un gremio, es una familia”, me corrige. “En realidad, Canarias, lo siento como algo que es muy parecido de la tierra de donde yo vengo, algo muy caribeño”. A Díaz le preocupa que se ataque al turismo y que no salgan “taxis cargados” del aeropuerto, teme que las manifestaciones del 20 de abril hayan sido “duras”. Quizá pensar en el territorio es un privilegio de quien no tiene agachada la cabeza doce horas en un fregadero, una radial o una prensa.

Una distribución más justa de la riqueza y mejores condiciones laborales son algunas de las demandas de los trabajadores y trabajadoras del turismo en Canarias. “Después de la pandemia se ha agudizado la carga porque se pretende sacar el mismo trabajo con menos gente”, explicaba a este periódico Remedios Moreno, camarera de piso. “Somos la cara visible de los hoteles, pero salimos del trabajo con estrés emocional. Llegamos a casa tan alterados que cuesta horas y horas quedarte dormido. La gran mayoría tenemos turnos partidos y no podemos hacer conciliación familiar”, resume Yeray, que es camarero en un hotel del sur de Gran Canaria. 

La identidad

El antropólogo canario Javier Velasco, elige hablar de identidades en plural. “Son identidades forjadas, sobre todo, por la migración desde el principio de su historia hasta hoy. Construidas desde las contradicciones. Afiladas por las resistencia y la indiferencia, las desigualdades y los aprovechados, el adormecimiento y la lucha, las olvidadas y los exhibicionistas de poder, los microclimas y las macro estafas, (que dice la canción)”. Velasco nos cuenta que es “una definición tan inabarcable como el mar que nos separa y que, a la vez, nos une” y por si con sus palabras no queda claro hacia dónde se dirige, deja el resto a la letra de la canción de La Raíz, La hoguera de los continentes, que sugiere que también tengan voz “los desafinados”.

Paula Quintero Delgado acaba de terminar periodismo y pertenece a una generación que aunque no sepa exactamente lo que quiere, sabe lo que no quiere, que ya es mucho más de lo que sus predecesores tuvieron. Manifiesta a este periódico que está en proceso de descubrir qué es eso de ser canaria. La también politóloga nos cuenta que hasta que no salió de las Islas y confrontó con otras dinámicas no comprendió quién era y por qué.

“Aún no lo sé del todo, porque a fin de cuentas la identidad es un fenómeno subjetivo y personal, pero si tuviera que escoger una palabra para definirla en los tiempos que estamos sería, sin lugar a dudas, resiliencia” y advierte esto sin querer “caer” en la nostalgia del pasado. “Creo que la identidad canaria está marcada por una historia de brega y resistencia que no solo busca el reconocimiento de un pueblo, sino el respeto de sus espacios naturales, su gente, su cultura y, por supuesto, su historia como estamos viviendo recientemente”.

Territorio y paisaje

El historiador del Arte Esaú Hernández considera que “ahora mismo estamos en pañales” en cuanto a cómo nos reconocemos con respecto al paisaje. “Porque también es bastante chocante relacionarse con algo que ahora mismo ha terminado, que es la masificación de constructos turísticos que arroyan nuestro paisaje. Yo te hablo ahora mismo desde Mogán y el paisaje que era mío desde el día en que nací, ya es otro y esto también supone una especie de denigración y de vergüenza por no haberlo protegido desde un principio”. Hernández se detiene en este punto, el de la vergüenza, la impotencia y cómo se traduce en una nueva comunicación artística: “Yo este aspecto lo he encontrado en conceptos como puede ser el de neo-ruinas, con el que Sheila Hernández y Kevin Zammit hablan de construcciones urbanísticas que se dejaron en ruinas y cómo también eso forma parte simbólica de manera tan tangencial en nuestro imaginario del paisaje y como promesas de un futuro que al final no ha sido tan esperanzador”. El historiador señala cómo esos mamotretos conviven con la promesa incumplida de destrucción y de ese limbo, más manifestaciones como Matar cangrejos de Omar Al Abdul Razzak. Hernández rehúye la hostilidad en este tipo de debates e intenta buscar las respuestas en sitios “no tan materiales como internet que llevan la cultura del archipiélago desde otra perspectiva que arroje luz o una perspectiva no tan violenta de qué es ser canario y cómo identificarte como tal”.

Para la maestra Nieves Suárez Alejandro, que luchó en las décadas de los 80 y 90 por los contenidos canarios en los libros de texto en las aulas de primaria para que los niños, además de aprenderse los ríos de la Península, supieran el nombre del barranco que corría delante de sus casas, ser canario es “querer esta tierra; estar bien cuando la disfrutas y apenarte cuando la maltratan”.

Actualmente en las aulas canarias se menciona a Galdós, a Valentina la de Sabinosa, a las fajanas de los volcanes se las llama por su nombre y les enseñan a los pequeños a respetar los bejeques. Ellos ponen todo de su parte a una edad muy temprana mientras reciben clases en instalaciones que tendrán que hacer frente a las olas de calor cada vez más frecuentes en las islas, porque El Alisio también se agota. Con todo, Canarias está entre las comunidades que más valora la escuela pública para la obtención de buenos resultados académicos, en lo más importante, no se ha rendido.

El acento

“No me queda esa pintadera porque la lleva Quevedo”, se oye decir a la dependienta de la tienda de la FEDAC. Quevedo no sólo la lleva puesta en el cuello, sino que la lleva en una canción y la proyecta en una pantalla gigante en conciertos multitudinarios. Ahí está, un grancanario de 22 años que ya ha conquistado el mercado de la música global, el mainstream y los campos menos convencionales y ha logrado comunicarse en 2024 con un elemento ornamental de los primeros pobladores de las islas. Y el público le responde que le parece bien.

Quienes han querido ser muy cautos en sus declaraciones a este medio, y corren una tupida cortina ante la pregunta de la identidad canaria, son los humoristas de Abubukaka, tan profundos y elementales, se decantan por contestar una sola palabra: foscurit, esa suerte de tela opaca que sirve para aislar un espacio de la luz y el calor. “En serio”, advierten, y dejan el resto a la imaginación de los lectores.

Abubukaka pertenece a una generación de humoristas que ha captado al vuelo que la idea de identidad no es ni heredada ni aún existe, pero sí tiene referentes y maestros, como todo arte que se precie. Ellos son Darío López, Delia Santana, Maestro Florido, Matías Alonso, Dani Calero, Maikol Hernández, Kike Pérez, Aarón Goméz, Víctor Lemes, La Chirichota, Arístides Moreno, Omayra Cazorla, Ignatius Farray, Enkassette o Yanely Hernández, entre muchos otros y otras, que están conectando con el público canario de todas las edades, haciendo radiografías del poder y del papel que Canarias ocupa en el mundo en ocasiones mucho más certeras que las de los prestigiosos geopolíticos.

Y como si la vida realmente fuera cíclica, terminamos con el principio, con la respuesta de Laura Velázquez, estudiante y bailarina majorera. Nos atiende en el tiempo que tiene entre danza y Bailes de Taifas. Le parece que esa búsqueda de la identidad tan compleja encuentra su senda en las voces de Luis Morera y Olga Cerpa, unidas En busca de Valentina, y que habla de esa mujer de Sabinosa, que hizo la patria sin fronteras, “siguiendo el rastro la he de encontrar”.

Y en eso están de acuerdo todos los que han sido preguntados, el proceso está en gerundio, quizá debamos poner un cartel que advierta: “Frágil, Canarias está buscando su identidad. No atosigue”.