La vida entre el volcán y el delta

Unas personas consumen en el Quiosco San Miguel Plaza, en el centro de Tazacorte, municipio en el que la lava del volcán de La Palma alcanzó  el mar en la playa del Perdido.

Iván Alejandro Hernández

Llanos de Aridane (La Palma) —
29 de septiembre de 2021 22:41 h

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Sentado en un banco bajo la sombra de los árboles en el centro de Tazacorte, Pedro se permitió salir un momento del confinamiento que vive desde el 26 de septiembre en Marina Baja. El Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca) ordenó que sus residentes, junto a los de Marina Alta, San Borondón y La Condesa se quedaran en sus casas con puertas y ventanas cerradas ante la consecuencias de la llegada de la lava al mar en poblaciones cercanas. Su mujer, con la que lleva 50 años casado, quería ir a misa porque en la iglesia se conmemoraba al patrón San Miguel de Arcángel. Con mascarilla, gafas y en coche, recorrieron la escasa distancia que les separaba del núcleo urbano.

Pedro tiene ganas de hablar. La noche anterior, junto a su mujer, vio por Televisión Canaria el fenómeno, que ha generado una nube de gases y en pocas horas ha creado un delta de 500 metros de ancho. Dice que le recordó al volcán de San Juan, que vio cuando tenía 5 años. De su memoria extrae momentos en los que pudo ver aquel volcán en erupción, en 1949. La población podía acercarse mucho a las coladas, “si quería podía tocar la lava”, dice, bromeando. Trae al presente también una anécdota de un conocido de su familia por aquel entonces, que tenía una finca de boniatos por el que pasaría la colada de lava. Ya estaba muy cerca, pero decidió ir a recolectar: “Para que se los lleve la lava, me los llevo yo”. Ríe. “Eran otros tiempos”, añade.

En la terraza en del Quiosco San Miguel Plaza, en el centro de Tazacorte, María toma unas cervezas con un amigo. Vestida con sus mejores galas, acaba de volver de una misa celebrara en la parroquia de San Miguel Arcángel. “Fuimos pocos, pero lo vivimos con fervor”, dice sonriente. El viento sopla con ferocidad en la zona, llevando ceniza a las mesas y a punto de tumbar alguna sombrilla. El camarero no tiene dudas: “Esto no es normal aquí”. Pero María ese día tiene ganas de divertirse un rato. “El párroco ha pedido a San Miguel que cuide a los palmeros, también hemos cantado, ha sido muy bonito”.

Tradicionalmente, la festividad se celebra con una ceremonia religiosa en la que el presidente del Cabildo de La Palma da un discurso y asisten todas las autoridades de la Isla, en un ambiente institucional, pero festivo. Esta vez, Jorge Concepción, el párroco de San Miguel, ofreció la misa a una veintena de personas, como recogió Efe, y dieron consuelo a sus feligreses.

Había pocas personas en el muelle de Tazacorte en la mañana de este 29 de septiembre. Los periodistas se arremolinaban en el extremo del puerto, cerrado durante la pasada noche, para grabar la caída de la lava al mar por un acantilado de 100 metros. En la zona de barcos recreativos, John agarra una manguera para suministrar combustible a su embarcación, donde vive. En inglés, dice que la noche anterior le ordenaron desalojar la zona. “Pero yo solo tenía 30 euros en el bolsillo y ningún lugar a donde ir”. Después de 3 horas esperando cerca de la valla que cerraba el acceso, pudo regresar.

Llegó a La Palma en noviembre del año pasado. Salió de Inglaterra hace un lustro y, tras navegar por el Mediterráneo junto a su mujer, recaló en la Isla con la expectativa de cruzar el Atlántico. Dice que cuando el volcán entró en erupción estaba en Alemania. Al día siguiente volvió, preocupado por su barco. Cada día, debe limpiar una gran cantidad de ceniza de su cubierta. Está a la espera de que su mujer vuelva a la isla para ir a El Hierro. “No queremos estar cerca del volcán”. 

En el área pesquera, no cabía un hueco en los amarres de la flota artesanal. Durante la mañana, la actividad se reducía a las obras para construir un centro de acuicultura y a dos personas que pintaban un bote. Alberto, con una brocha teñida de azul que posa sobre la embarcación de su suegro, dice que se dedicaba al cultivo de plataneras, pero con el avance de la colada de lava no puede acudir a las fincas, ubicadas en la zona de El Remo. Vivía en una casa heredada en Los Campitos, pero ya no existe. Ahora habita en casa de unos amigos, con su mujer y sus tres hijos, en la montaña de Tenisca.

Entre las calles, unas vecinas del pueblo señalan unas viviendas de fachada rosada. Creen que son algunos de los pisos que se destinarán a los afectados. Una mujer pide que se presione a las políticos para que cumplan “las promesas que está haciendo”. Cerca, vive momentáneamente en casa de una amiga junto a sus padres, sus hijas y su marido. Ella es de El Paraíso y su casa sigue en pie. La de sus padres, junto a sus cultivos de viñedos y de plataneras, no corrió la misma suerte. Estaba en Todoque. Cuando la lava se paró antes de llevarse consigo la iglesia, mantuvo la esperanza. Pero al ver las imágenes de la iglesia desmoronándose, supo lo que ocurriría con la vivienda, ubicada a unos 100 metros.

Sus padres cobran 600 euros de pensión y ahora mismo es lo único que tienen. Espera que las ayudas lleguen cuanto antes, pero teme que tarden en efectuarse y se alargue la situación de su familia. Trae a colación la carretera entre El Remo y Fuencaliente, una obra “necesaria” que ha sido anunciada en reiteradas ocasiones en periodo electoral, pero nunca se hace realidad. Son algo más de 3 kilómetros la distancia en línea recta que separa ambas zonas, pero para cruzarla es necesaria más de 1 hora. La lava ha partido en dos la isla por el oeste. Narra la impotencia de su marido cuando intentó cruzar, pero le dijeron que debía ir por las Breñas y Villa de Mazo. “Quizá, si esa carretera se hubiese hecho, ahora se podría acceder con facilidad”, añade.

La nubes de gases no ha provocado daños humanos

La nube de gases generada por la lava del volcán no ha provocado daños humanos al entrar en contacto con el agua. Rubén Fernández, director técnico del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca), ha señalado que la fuerza del viento ha mantenido la columna de gases sobre la zona afectada y no la ha desplazado hacia el interior de la isla. Tampoco a áreas habitadas. 

Tampoco la lava ha provocado importantes daños en el fondo del mar, ya que ha caído sobre una zona arenosa ''casi sin vida''. Por el contrario, formará un arrecife natural que podría suponer incluso un beneficio para los pescadores, según el biólogo marino Carlos San Gil.

A pesar de todo, el Cabildo insular sigue recomendando a los vecinos confinados de Tazacorte que no salgan de sus casas, ya que las cenizas volcánicas pueden tener efectos nocivos para la salud, tanto oculares, como respiratorios o de irritación de la piel.

El terreno que la lava está ganando al mar es de dominio público marítimo terrestre. Desde este miércoles es automáticamente propiedad del Estado, mientras que las propiedades sepultadas por la colada seguirán siendo privadas.

Precisamente fue la ceniza la que provocó que Binter y Canary Fly suspendieran sus conexiones con La Palma. Este miércoles, después de cinco días con vuelos cancelados, ambas compañías han decidido retomar la operatividad con la isla ''después de confirmar una mejora de las condiciones que garantizan la seguridad aérea''.

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