La violencia entre los antiguos pobladores de Gran Canaria en tiempos prehispánicos podría estar mucho más presente de lo que se creía, según revela un nuevo estudio que ha descubierto que uno de cada tres varones (el 33%) y casi una de cada cinco mujeres (18%) presenta fracturas de cráneo.
El Museo Canario ha emprendido hace meses una revisión de sus ricas colecciones antropológicas sobre los antiguos pobladores de Gran Canaria que le ha llevado a examinar con criterios médico-forenses las lesiones que presentan los individuos cuyas momias o restos óseos se exponen en sus diferentes salas.
En este caso, se ha fijado en una colección de 331 cráneos recuperados de distintos enterramientos del barranco de Guayadeque, una de las zonas más pobladas de la Gran Canaria prehispánica, cuyas dataciones abarcan desde el siglo VI después de Cristo hasta los inicios de la conquista de la isla por Castilla, en el siglo XV.
La conservadora del Museo Canario, Teresa Delgado, ha presentado esta semana en unas jornadas sobre la Arqueología del conflicto los resultados de ese trabajo, que muestra que el 27% de los individuos analizados, con independencia de su sexo, tiene fracturas en el cráneo o la cara, mortales en 4,5% de los casos.
Delgado ha explicado a Efe que, para este estudio, solo se han fijado en lesiones craneales que la ciencia forense moderna les dice que probablemente no fueron consecuencia de un accidente, sino de un ataque de persona a persona, algo que se puede averiguar con alto grado de certeza por el tipo de fractura y por su emplazamiento.
El examen de esos cráneos arroja varios datos: el 66% de las fracturas observadas está en el hueso frontal y en la cara y el resto se concentra en su gran mayoría en las regiones parietales (laterales de la cabeza), preferentemente en el lado izquierdo (otro rasgo que refuerza la sospecha de violencia, porque delata el golpe más común en una lucha, el infligido de cara por un diestro).
Y todas las lesiones documentadas -menos una que fue producida por un objeto punzante- fueron cóncavas, indicativas de un golpe con algún objeto romo, posiblemente un garrote de madera o una piedra lanzada directamente con el brazo, sin hondas, algo que concuerda con las armas que las crónicas europeas de la conquista de Canarias describen como habituales entre los aborígenes.
De hecho, no aparece ninguna lesión achacable a armas de hierro afiladas, como las espadas, que llegaron por primera vez a las islas en el siglo XV con los españoles, portugueses y normandos.
En el caso de los hombres, el Museo Canario ha constatado que la mitad de los que presentan alguna fractura de cráneo sufrieron más de una a lo largo de su vida. Y en su caso, el porcentaje de lesiones frontales es muy alto, el 73%, mientras casi todas las demás, el 25%, se encuentran en los huesos parietales.
En los cráneos de las mujeres se observa una distribución diferente de lesiones, con un 47% de golpes frontales y un 53% parietales, aunque, en su caso, ninguna de ellas resultó mortal.
Teresa Delgado ha subrayado a Efe que todos estos porcentajes no tienen mucho sentido si no se interpretan en el contexto al que pertenecen, una sociedad antigua articulada “sobre la desigualdad”, en la que la violencia parece tener un papel “estructural”.
A esta arqueóloga los datos sobre violencia entre los hombres no le sorprenden demasiado, porque en esas sociedades los varones tenían reservado el papel de guerreros, pero sí le llama la atención la alta tasa de lesiones craneales entre las mujeres, del 18%.
“Ha de inscribirse en el marco de las diferencias de género que existían en las sociedades aborígenes. En ellas, dependiendo de si eras hombre o mujer, realizabas funciones diferentes, lo mismo que hemos comprobado que las mujeres tenían peores condiciones de dieta y un peor estado nutricional que los hombres”, explica.
Delgado remarca, asimismo, que todos estos datos hay que interpretarlos en un contexto geográfico insular, del que no se podía salir (los canarios no dominaban la navegación), lo que agravaba determinados conflictos provocados por la estructura social o por momentos de escasez de recursos naturales.