En el ámbito del Paisaje Cultural, Patrimonio Mundial de la UNESCO de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria se encuentra un lugar de extraordinario valor científico y patrimonial, la Mesa del Junquillo, una fortaleza natural localizada a 792 metros de altura en los confines del límite Oeste de la Caldera de Tejeda.
Las huellas de la ocupación aborigen de este enclave son evidentes. Llevamos años trabajando esta difícil montaña y hemos elaborado una carta arqueológica, todavía incipiente, que nos permite entender ocupación. Pero lo más importante de estos estudios es que nos llevan al convencimiento de que la Mesa del Junquillo podría ser la legendaria fortaleza aborigen de Ajodar, donde, en el invierno de 1483, el ejército invasor castellano sufrió el mayor descalabro militar de todos los recibidos durante los cinco largos años que duraría la Guerra de Gran Canaria.
En el otoño-invierno de 1483, cuentan las crónicas de la Conquista, se produjeron en la Caldera de Tejeda los últimos acontecimientos bélicos de la cruenta guerra iniciada por un poderoso contingente militar, enviando en 1478 por la Corona de Castilla para anexionarse por la fuerza Gran Canaria. Muchos otros ya lo habían intentado en el pasado, pero siempre habían sido derrotados y expulsados de la isla. Pero ahora, con el empeño del pujante reino de Castilla por anexionarse esas islas del Atlantico Medio, los recursos para la guerra eran casi ilimitados: tropas de refresco, armas, víveres, dinero, llegaban con regularidad al campamento militar del Real de Las Palmas y al Fuerte de Agaete.
Por parte de los canarios se sabía que la guerra estaba ya perdida. Después de cinco años ya no había más capacidad de resistencia. Además, la captura o entrega de Tenesor Semidán al alcaide de la torre de Lagaete, Fernández de Lugo, complicaba aún más las cosas, porque aquel era el Guanarteme de Gáldar, principal foco de la residencia en la guerra de Gran Canaria.
En 1483 los canarios solo conservaban los territorios de la Trasierra y algunos valles altos de la vertiente Nor-noreste de la isla. Además habían abandonado, casi desde el principio de la guerra, todo el borde del litoral, a no ser algunas playas y desembocadura de barrancos en la vertiente Oeste de la Isla.
En esos remotos territorios se organizaría la resistencia final. Una parte considerable de la población con los representantes de las instituciones políticas y religiosas se retiraron hacia los últimos territorios que estaban bajo el control de los canarios, refugiándose en el interior montañoso de la isla, especialmente en la remota Caldera de Tejeda, el territorio sagrado y más inexpugnable de los canarios, donde además habían construido complejos fortificados de cuevas viviendas y graneros en sitios inaccesibles, como las vertientes escarpadas de roques y montañas, donde había nacientes de agua y todo lo necesario para refugiarse la población y resistir cualquier asedio, como así sucedería en los meses de otoño e invierno de 1483, cuando el ejército de Pedro de Vera, guiado por Tenesor Semidán y sus 400 canarios leales, penetran en la mítica Caldera para acabar con los últimos focos de la resistencia canaria.
En una de esas fortalezas naturales pertrechadas por todo el territorio, llamada Ajodar, donde los canarios les hicieron frente, los castellanos sufrieron la mayor derrota de toda la contienda. Un hecho de armas que pasó a ser conocido como el “Descalabro de Ajodar” por las graves consecuencias que acarreó para el ejercito castellano, que pudo ser aniquilado en aquella aciaga jornada en la que resultaron muertos y heridos la totalidad del contingente de ballesteros bajo las órdenes de Miguel de Muxica, que también sucumbió, al caer en una trampa tendida por los canarios en el asalto de la fortaleza. Allí a punto estuvo de ser aniquilada la totalidad del ejército castellano, si no hubiera sido por la actuación decidida de Fernando Guanarteme y su contingente de canarios leales, que se interpusieron entre los guerreros canarios y el ejercito de Pedro de Vera que huía en desbandada, presa del pánico.
Pero, ¿dónde se encuentra la legendaria fortaleza de Ajodar, el sitio donde aconteció aquella batalla, que pudo cambiar el rumbo de la guerra?
Trabajamos sobre la hipótesis de qué dicha fortaleza sea en realidad la Mesa del Junquillo, una montaña con forma de meseta alargada, de paredes escarpadas, que se encuentra a 792 metros de altura sobre el nivel del mar en los confines del límite Oeste de la Caldera de Tejeda, entre el Barranco Grande y el de Siberio, lo que le confiere unas especiales condiciones, no solo por su carácter inexpugnable, sino además por su ubicación, dominando un estrecho desfiladero por donde discurre encajonado el cauce del Barranco Grande, el único acceso a la Caldera de Tejeda por el Oeste.
Lo que refieren las crónicas: una operación militar de gran envergadura
Los topónimos de Ajodar, Ayodar, Arjoda o Jodar aparecen citados por los cronistas cuando se refieren a una de las principales fortalezas naturales de los canarios que Pedro de Vera intentó tomar por la fuerza, en el invierno de 1483, con nefastas consecuencias para su ejército. Allí los canarios infligieron a los castellanos la mayor derrota de todas las sufridas por estos durante los largos años de la guerra de conquista.
En el invierno de de 1483 se llevaría a cabo una gran operación militar para ganarles a los canarios las tierras altas del centro de la Isla. Con ello pretendía Pedro de Vera acabar definitivamente con el principal foco de resistencia, organizado, como ya hemos dicho, en el centro montañoso de la Isla donde los canarios disponían de fortalezas inaccesibles, con bastimentos de todo tipo almacenados desde hacia tiempo en sus graneros colectivos, repartidos estratégicamente por todo el interior de la gran caldera.
Por ello Pedro de Vera, decidió jugárselo todo a una campaña militar sin precedentes. movilizando todos los recursos y prácticamente a todo el ejercito, acantonado en los campamentos del Real de Las Palmas y en El Puerto Agaete. Además contaba con tropas de refresco, traídas por Miguel de Muxica, entre las cuales venían entre 200 y 300 ballesteros procedentes de Vizcaya y de las montañas de Burgos, que se alistan para la guerra de conquista de Gran Canaria.
Pero si algo resultó además determinante en la apuesta de Pedro de Vera por ir con todo lo que tenía para acabar la guerra, sería poder contar con la participación de Tenesor Semidan, el Guanarteme regente de Galdar, que un año antes, en 1482, había sido capturado o se había entregado al alcaide de la Torre de Agaete, Alonso de Lugo. Enviado a la Corte de Castilla por Pedro de Vera, fue bautizado como Fernando Guanarteme. Y regresó de la corte de los Reyes Católicos después de haber comprometido su participación con sus guerreros canarios en la conquista de la isla a cambio del Redondo de Guayedra y otras mercedes para él y sus parientes.
Algunos historiadores dicen que la decisión de Fernando Guanarteme de colaborar con las tropas invasoras para acabar con la resistencia canaria se justificaba ante el convencimiento de que era imposible resistirse por más tiempo a un reino tan poderoso, tal y como pudo comprobar durante el tiempo que estuvo retenido en el reino de Castilla. Allí se convertiría al cristianismo y juraría lealtad absoluta a los Reyes Católicos. Entonces fue enviado a Gran Canaria con tropas de refuerzo para acabar la conquista de Gran Canaria.
Fernando Guanarteme aportaría a la conquista no solo su presencia, sino también la de 400 canarios leales que se sumaron a las tropas castellanas. La ofensiva militar se llevaría a cabo en una fecha no determinada entre el otoño de 1482 y el invierno de 1483.
Pedro de Vera, aunque tenia vagas noticias, sobre todo por las incursiones que Alonso Fernández de Lugo había realizado desde la Torre de Agaete, en realidad no conocía el territorio donde se habían hecho fuertes los canarios, y envía por delante a Fernando Guanarteme para localizar el foco de resistencia de los canarios, averiguar con qué fuerzas contaban, cómo estaban posicionados y de paso intentar convencerles para que se entregaran.
“…y el dicho Guadarteme rey acordándose de la promesa que había hecho a sus altezas y a la mucha merced que de sus reales manos había recibido, llevándo consigo a el dicho alguacil mayor Juan Mayor y fue en busca de los canarios sus vasallos que andaban por la sierra amontados, tristes y temerosos con su prisión y ausencia, y los halló en un lugar que hacen la fuerza de Bentagaire, y allí todos se alegraron de verle y les hicieron una gran fiesta, preguntándole lo que había pasado sobre su prisión, y él les dio larga razón de todo y por postre les rogó que se volviesen cristianos como él lo había hecho, y que tuviesen por bien de dar la isla a sus altezas, como él se había dado en nombre de todos, prometiéndoles por su parte toda libertad y buen tratamiento (...) La mayor parte de los canarios quisieron luego hacerlo, más estorbóselo el rey guanarteme de Telde, el cual pretendía ser rey de toda la isla enteramente, porque la mitad de ella la había heredado de su padre, que era ya difunto por muerte del dicho Guanarteme del Galdar porque era casado con su hija, que era el que sacó a Diego de Silva del cercado, que es ya difunto, cuyo hermano era este Guanarteme ahijado del rey, que tenía como tutor lo que le pertenecía a la sobrina, y, todos los canarios aunque por una parte tenían buena voluntad de hacer lo que les pedía don Fernando Guanarteme, por otra no osaban desagradar a el de Telde..,” (Crónica Ovetense. Cap.XXI).
Fernando Guanarteme y Juan Mayor, trasladan a Pedro de Vera, todos los detalles de lo sucedido, y dan cuenta también de cómo era la fortaleza del Bentayga y de la gente que allí estaba, y con esa valiosa información, deciden entonces sitiar la Fortaleza.
“…y teniendo noticias de todo esto, el gobernador Vera y el alféres Jaimes de Sotomayor apercibieron toda su gente y fueron sobre ellos y los tuvieron quince días cercados, y aunque hicieron todos sus poderíos, no fue posible rendirlos. (Crónica Ovetense. Cap.XXI).
Las crónicas Oventense. Matritense y Lacunense, copias de una misma relación, no mencionan cómo Pedro de Vera traslada sus tropas hasta el interior de la Caldera de Tejeda para poner sitio a la Fortaleza del Bentayga, lo que más adelante trataremos.
No pensamos que lo hubiera hecho solo por tierra, aunque parte del contingente militar si lo hiciera, sobre todo, el formado por canarios, gomeros y puede que gran parte del Tercio Viejo, pero el resto del ejército tuvo que acceder a la Caldera, viniendo por mar desde Agaete y desembarcando en la actual Playa de La Aldea, aunque las crónicas la nombran como Tazarte o Tazartico. Las crónicas refieren que el desembarco de las tropas y pertrechos de guerra se realizaron por los barrancos de Tazarte o Tazartico, pero no eran puertos naturales como el de La Aldea, que contaba con una ensenada recogida que la protegía de los temporales, y con suficiente profundidad cerca de la orilla para facilitar el
desembarco de tropas, caballos y pertrechos de guerra. Además, había agua dulce permanente en la Marciega Baja, en la desembocadura del Barranco Grande.