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Mientras el mar de Canarias se prepara para la revolución eólica, algunos pescadores temen perder su trabajo

Amanece en el sureste de Gran Canaria y el mar vuelve a la calma después de unos días turbulentos. Hoy los barcos de la cofradía del Castillo del Romeral saldrán a faenar “detrás del pescado”, como resume Álvaro, su presidente. “Yo pesco a mil metros [de profundidad] con nasa. O voy a 50 con caña. Los barcos aquí son polivalentes. Están tanto cerca de la orilla como un poco lejos”.

Mientras habla, en la postal de fondo se acumulan los molinos de viento que caracterizan a esta zona de la isla. Los hay por todas partes. De una forma un tanto dispersa, quizá, como si nadie hubiese regulado su implantación. Álvaro, que está de cara al océano, gira la cabeza y los observa de vez en cuando, sabedor de que esa estampa, esa foto de aerogeneradores y palas gigantes, se hará realidad algún día en el mar en el que trabaja. “En las últimas semanas lo he escuchado cada vez más: que vienen los molinos, que vienen los molinos”, destaca.

Canarias, según subraya la hoja de ruta de eólica marina y energías del mar en España aprobada a finales de año por el Gobierno nacional, vivirá un desarrollo temprano de estas nuevas tecnologías, encuadradas en la economía azul y a punto de entrar en fase de comercialización. El objetivo es usar al Archipiélago, comunidad que quiere alcanzar la descarbonización de su territorio para 2040 (diez años antes que el resto del país), como banco de ensayos por tres motivos, esencialmente.

Primero, porque el coste de generación es muy alto en las Islas. En 2018, la electricidad generada por energías renovables en Canarias solo representó el 10,5% del total; el porcentaje restante procedió de la quema de combustibles fósiles (fueloil, gasoil y diésel). Y como el Archipiélago debe importar ese combustible para introducirlo en las centrales térmicas, el megavatio hora puede salir hasta tres veces más caro que en la Península.

Segundo, porque las Islas son una anomalía con respecto al resto del territorio español en lo que respecta a la profundidad de las aguas. A 13 kilómetros de la costa, por ejemplo, apenas hay entre 300 y 500 metros de profundidad. Eso no ocurre en el resto de España, por lo que los precios de instalación y mantenimiento serían más baratos en el Archipiélago. Y tercero, porque el recurso eólico marino es “excepcional”, sobre todo en el sureste de Gran Canaria, acentúa Elena Sánchez, gestora de propuestas de Floating Power Plant, una empresa especializada en el diseño de plataformas flotantes que mezclen la energía eólica y undimotriz.

“Estos factores hacen que se te reduzcan los costes del cable eléctrico, que se te reduzca la necesidad de poner una subestación eléctrica…”, continúa Sánchez. “Pero lo más importante son las pérdidas eléctricas. Cuando tú tienes un parque eólico, lo que quieres es estar cerca de la costa. ¿Por qué? Porque así pierdes menos energía en el transporte”.

El mar de Canarias está cerca de vivir una revolución eólica marina con decenas de promotores peleándose por un hueco en las zonas más estratégica. Las propuestas se han incrementado en los últimos años y sufrieron un parón en verano de 2021, cuando el Ejecutivo español anunció una moratoria para la presentación de nuevos proyectos que se estaban amontonando encima de la mesa. Muchos de ellos, además, han sido rechazados por las instituciones locales.  

El Cabildo de Gran Canaria ha mostrado su negativa a siete parques eólicos marinos en el sureste de Gran Canaria por su impacto paisajístico. Fuerteventura, por otro lado, se opone a la idea de asentarlos en el Lugar de Importancia Comunitario (LIC) de El Banquete y Baja de Amanay, como se tiene previsto. Y al Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana no le parece “justificada ni adecuada” la ubicación de los dos aerogeneradores flotantes del parque Mar de Canarias, que se situarán a dos kilómetros de la orilla. En este escenario, el sector pesquero canario también podría verse afectado.

Álvaro camina por el muelle y para a un marinero. “Una consulta, jefe, ¿tú has oído hablar de que quieren poner molinos de viento en el agua?”, le pregunta. Y el hombre le contesta: “Mira, mientras en las zonas de pesca donde yo voy no me interfiera, me parece bien. Pero yo no he oído nada. Sabemos que, si son cosas del Gobierno, nosotros somos los últimos que nos enteramos. Pero cuidado, que yo soy viejo y marrullero”.

Una ordenación del espacio marítimo que informa poco sobre la pesca canaria

El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico sacó a consulta pública hace unos meses el plan de ordenación del espacio marítimo de la demarcación canaria. Es una demanda europea desde 2014 que pretende regular todas las actividades que tienen cabida en el mar y detallar la compatibilidad entre ellas: patrimonio cultural subacuático, acuicultura marina, navegación, actividad portuaria y, ahora también, energías renovables, en particular la eólica marina.

El documento, de más de 350 páginas, no busca “anticipar la (in)compatibilidad entre los diferentes usos y actividades en el ámbito marino, sino el de identificar aquellas zonas donde existe solape entre ellos”, y así determinar cuáles son los emplazamientos más idóneos de cada sector. El texto hace especial hincapié en la eólica marina, precisa las regiones de interés para su explotación comercial y qué interacciones puede haber entre esta tecnología y el resto. De todos los análisis realizados, el de la pesca es el que más cojea.

“En el caso de las Islas Canarias, no se dispone de datos relativos a la distribución espacial del esfuerzo de la flota artesanal por no utilizar dispositivos VMS”, apunta el Ministerio. “Sin embargo, por el gran número de barcos activos (más de 600) y la estrecha plataforma continental, una gran parte de la plataforma está comprometida con la actividad pesquera”. Así, el Gobierno llega a una conclusión. “Se estima que los polígonos propuestos para el desarrollo de la energía eólica en Canarias (…) tienen una alta probabilidad de presentar una interacción con la actividad pesquera”.

En este punto sobresalen dos problemas: uno de base, que es la falta de información con respecto al sector pesquero en las Islas, y otro provocado por esa escasa documentación y que podría jugar en su contra para la ordenación del espacio marítimo. Al no saber dónde se sitúan los barcos, a qué distancia de la costa y cómo actúan, se convierten en una actividad “fantasma” para los reguladores. Agustín, secretario de la Cofradía del Castillo del Romeral, confiesa que el Gobierno de Canarias ya le ha pedido en los últimos meses datos sobre ello. Pero tanto él como Álvaro lo ven complicado.

“Yo voy a todas las pescas. Desde pescado de 400 kilos a pescados de uno. Desde pescados que están a 20 metros de fondo a otros que coges a 1.000 metros. O gambas que cojo a esa profundidad. ¿Cómo te especifico yo a ti a dónde voy? Es muy complicado”. El Ejecutivo nacional se reunió el pasado mes de julio con representantes del sector pesquero para debatir estas cuestiones. El Parlamento europeo también ha pedido que las cofradías tengan voz a la hora de establecer dónde se implantarán los parques eólicos.

Noelia Ortega, directora del Centro Tecnológico y Naval y experta en economía azul, ve “fundamental” que la planificación se aborde desde el punto de vista económico y social. Y que haya muchos datos de por medio en la toma de decisiones. “Tenemos que saber qué personas se verán implicadas y el impacto que sufrirán. La clave es manejar la información más variada posible y ser muy técnicos y muy rigurosos. ¿Sabemos qué supone para las familias vinculadas a la pesca artesanal todo esto? ¿Qué supone para las empresas? Son preguntas que debemos hacernos”.

Cuál podría ser la relación entre los parques eólicos y la pesca

El proyecto Plasmar, coordinado por el investigador Andrej Abramic, estudia la ordenación marítima en el Archipiélago a partir de la inminente llegada los aerogeneradores flotantes. Para ello, se basa en cinco factores: potencial oceanográfico, sensibilidad ambiental, restricciones relacionadas con la conservación marina, interacciones tierra-mar y posibles conflictos con las actividades actuales. En este último aspecto entra en juego la pesca. Y a forma de conclusión, los expertos coinciden en que hace falta mucha más información para definir qué relación debe establecerse entre ambos sectores.

Porque los aerogeneradores pueden actuar como grandes bancos artificiales de peces que faciliten su captura. Pero también pueden cambiar las condiciones hidrográficas, incluyendo corrientes, olas, turbidez y salinidad, lo que podría afectar a ecosistemas marinos en las zonas poco profundas y costeras. “En Plasmar hemos analizado todo, pero sí es verdad que la pesca no está bien representada. Este tema no se ha estudiado tanto no porque no sea importante, sino porque no sabemos mucho más. Hay que encontrar una solución”.

Los doctores en Ciencias Marinas por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), José Juan Castro y Lorena Couce Montero, conocen al dedillo la situación del sector pesquero en Canarias. Ellos argumentan que no hay muchos datos relativos al sector porque “el Estado nunca se ha preocupado” en recopilar cifras al respecto y los pescadores tampoco han colaborado en exceso. La imagen final es que sí sabe qué capturas hace cada barco, pero no se especifica ni dónde lo están haciendo ni con qué arte están trabajando (esto último solo se actualiza desde 2018). “No solo afecta a los trabajadores, también a todo el suministro de la comunidad autónoma. Si estableces un parque eólico en un área rica de pesca, estás eliminando parte de captura al sector primario del sistema público”, recalca Castro.

La ley exige que los barcos de más de 15 metros cuenten con un dispositivo VMS, la llamada “caja azul”, que funciona como un sistema de localización vía satélite. En Canarias se puede conocer la distribución espacial de los barcos cerqueros, palangreros y atuneros, que pescan principalmente en aguas oceánicas. Sin embargo, en torno al 90% de la flota son barcos menores de 15 metros, indica Castro. Su rastreo no viene recogido en ningún documento. “Ellos serán los más afectados, sin duda”, sostiene. “En otros lugares del mundo, como en el mar del Norte, la ordenación espacial que tienen es muy superior a la nuestra. La información está más caracterizada, pero aquí no es así”, remacha Couce.

Según la estructura sectorial del PIB en Canarias, la pesca, junto con la agricultura, la ganadería y la silvicultura, apenas representa el 1,5% del Producto Interior Bruto en las Islas. Castro cree que este es uno de los motivos por el cual está actualmente “olvidada” en la futura ordenación marítima.

Algunos países, como Estados Unidos, ya han planteado indemnizaciones masivas al sector para la introducción de los parques eólicos marinos, según Reuters. En el Archipiélago, la empresa Esdras, la primera que ha recibido el visto bueno por parte del Ministerio, ha señalado que, en caso de que la actividad del parque eólico cause perjuicio económico a los pescadores, establecerá junto con las administraciones “los mecanismos de compensación o indemnizaciones pertinentes”.

Una solución que no agrada a Álvaro. “¿Cuánto me va a afectar? ¿Cuánto dinero me podrían dar? Mira, yo soy del mar. A mí me gusta el mar. Trabajo, pero al mismo tiempo no lo hago, ¿entiendes? Es mi forma de vida. Y eso no tiene precio”, concluye con la mirada puesta en su barco.

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