Miles de personas peregrinan bajo una fina lluvia desde primera hora de la mañana de este sábado desde Teror hacia Las Palmas de Gran Canaria junto a la Virgen del Pino, retomando la tradición centenaria de “bajar” a la Patrona de la isla a la catedral, un acontecimiento que no se producía desde el 2000.
Desde medianoche, los alrededores de la basílica de Teror estaban ya rodeados de centenares de fieles a “Pinito”, como cariñosamente se conoce a la isla a esta imagen de la Virgen, preparados para acompañarla a pie en los cerca de 25 kilómetros de recorrido que la separan de la catedral de Santa Ana, en la capital.
La Delegación del Gobierno y el Obispado de la Diócesis de Canarias esperan que a lo largo del camino se sumen a esta procesión más de 150.000 personas, que harán que su avance se ralentice, sobre todo cuando la comitiva entre en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, alrededor de las 10.00 de la mañana.
Desde allí hasta la catedral, se calcula que la procesión tardará alrededor de ocho o nueve horas en completar su recorrido.
La peregrinación se presenta tan multitudinaria, que las autoridades han movilizado medio millar de efectivos de seguridad y protección civil y hasta un hospitalito de campaña para garantizar que todo transcurre sin más sobresaltos que los atascos de tráfico en Las Palmas de Gran Canaria, donde cerca un centenar de calles se irán cortando a lo largo de la tarde al paso de la comitiva.
La imagen de Virgen salió de su basílica a las 05.20 horas para presidir una misa en su honor oficiada por el obispo Francisco Cases ante una plaza repleta de fieles y engalanada con banderas de Canarias, pañuelos de la Patrona y pendones en numerosas ventanas.
A las 06.40 horas, las campanas repicaban para anunciar que la comitiva se ponía en marcha, con la imagen de Nuestra Señora del Pino portada por un todoterreno del Ejército y cubierta por un manto rojo, copia del que se usó en 1767 cuando se inauguró su basílica.
La imagen de la Virgen del Pino baja a la catedral de Santa Ana, donde permanecerá 15 días, para conmemorar sus cien años como Patrona oficial de Gran Canaria, condición que los fieles de la isla ya le habían otorgado oficiosamente muchos años antes.
De ello es prueba la tradición de las “bajadas”, de las que hay constancia desde 1607. Desde entonces hasta nuestros días, la Virgen del Pino ha sido llevada en peregrinación a la catedral de Gran Canaria en 50 ocasiones, la mayoría de las veces para rogar por el fin de una sequía, una epidemia o una guerra, pero también para “implorar el acierto del gobierno” (1808) o para celebrar grandes momentos de la Iglesia, como el final de Concilio Vaticano II (1965).
En el siglo XX, se celebraron cinco: en 1936, por la Guerra Civil; en 1954, por las misiones jesuitas; en 1965, por el Concilio, en 1988, por el Año Mariano; y en el 2000, por el Año Jubilar.
El obispo Francisco Cases ha reconocido públicamente en su homilía que para él es emocionante participar por primera vez en esta tradición y encabezar esta procesión multitudinaria.
Su sentimiento lo comparten la mayoría de los fieles que esta madrugada aguardaban a la Virgen ante la basílica, algunos para vivir esta experiencia por primera vez y otros, con el recuerdo de haber participado hace 14 o 26 años en las más recientes.
“La Patrona de la isla es nuestra mayor ilusión, por eso vengo aquí con fervor”, reconocía una ellas, Mandy, que nunca había vivido hasta esta madrugada una bajada.
Sí había presenciado la anterior bajada de la Virgen del Pino y también su encuentro con el Cristo de Telde, otra de las imágenes religiosas más veneradas de Canarias, María Rosa, una jubilada que se ha acercado a la basílica a rogar por sus enfermos.
“Vengo aquí con muchos problemas y Ella me libera, le cuento mis cosas y me libra de mis penas”, reconoce esta vecina de Telde, que esperaba ya a la puerta de la iglesia a las 2.00 de la madrugada.
Prácticamente de todos los municipios de Gran Canaria había representación esta madrugada ante la basílica y abundaban las personas engalanadas con trajes típicos de Canarias, que ayer celebró su día grande, o que lucían alguna de sus prendas más identificativas, como el cachorro (sombrero negro de fieltro).
Es el caso de Pedro, de Santa Lucía de Tirajana, que dice que, para él, lo vivido esta mañana es memorable, “un recuerdo para toda la vida”. Con él se regresa ya a su municipio, tras el madrugón.
A otros, como Agustín, de Telde, no les arredra ni la distancia ni la lluvia. “Yo la acompaño hasta catedral”, aseguraba con firmeza, mientras prepara el chubasquero para ponerse en camino