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Así se perpetúa la obesidad infantil: en nueve de cada diez colegios de Santa Cruz de Tenerife se vende comida rápida a la vuelta de la esquina

Toni Ferrera

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La obesidad infantil se extiende por Canarias cada año como una realidad a cuestas que ya es imposible de obviar. Los niños del Archipiélago presentan índices de sobrepeso por encima de la media nacional y hay muchos factores que lo explican: mayor tasa de pobreza, un hábito de ejercicio físico inferior al resto del Estado y una disponibilidad de locales de comida basura casi infinita. Si llevamos la lupa a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, podemos concluir que en nueve de cada diez colegios se venden alimentos poco saludables a la vuelta de la esquina, según los datos que ha analizado ahora.plus.

En la capital tinerfeña la mayoría de los menores salen de la escuela y cuentan con una oferta muy amplia de estos productos, prácticamente en cada calle. En la Escuela Infantil Añaza, por ejemplo, el dato de establecimientos a menos de 500 metros (poco más de cinco minutos de paseo) que albergan en sus estanterías comida rápida, bollería industrial o ultraprocesados llega a 138. En otros la incidencia es menor, como en el CEIP La Salud (21) o el IES Tomás de Iriarte (8). La mediana entre todos los colegios públicos y privados es de 14. Solo en 10 de los 122 centros identificados (8,19%) no hay constancia de este tipo de locales a su alrededor.

También podemos saber qué es lo que más frecuenta. Cuando los menores se dirigen o vuelven del cole, o se compran algo en las inmediaciones del recinto a la hora del recreo, es más probable que se encuentren con una panadería o una cafetería. También, aunque un poco menos, con supermercados y restaurantes de comida rápida (McDonald’s, Kebab…). Ya por último figuran los bazares y las tiendas de 24 horas, las chocolaterías y los kioskos.

Todos estos comercios presentan una gama de productos perjudicial para la salud, los llamados alimentos obosogénicos. Están ahí y provocan patrones de compra poco saludables en las familias gracias a su accesibilidad y bajo coste. Según datos de la última Encuesta de Salud de Canarias (ESC2015), Tenerife presenta el principal grupo poblacional canario de entre uno y 15 años que asegura seguir una alimentación poco adecuada. Uno de cada cinco menores de esta isla no hace ningún tipo de deporte; todo son actividades sedentarias. Y es por ello que nacen reflexiones contundentes y poco optimistas, como la de Pedro Luis de Pablos, catedrático en Medicina por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC): “La obesidad infantil será un tsunami de gasto sanitario” en las Islas.

Por qué es importante conocer el entorno alimentario de los menores

Que un niño consuma más o menos un producto concreto no tiene una sola respuesta. Coexisten factores físicos, socioculturales, económicos y políticos, como el entorno alimentario escolar y de qué forma está definido ese espacio. Como respuesta al aumento desbocado de los índices de obesidad infantil, las escuelas han sido una elección popular entre los científicos para implementar programas de intervención porque ofrecen un contacto continuo con los menores durante sus años de formación, cuando comienzan a brotar las primeras conductas alimenticias.

En Estados Unidos se ha extendido un proverbio que dice: la distancia que va de tu casa al supermercado es un medidor de la calidad de tu dieta y tu peso corporal. Extrapolado esto al ámbito educativo, sabemos que es allí donde los menores de 18 años pasan gran parte del día. Y es por ello que de entre todas las medidas que se toman para rebajar la obesidad entre las poblaciones más jóvenes, analizar el círculo socioeconómico que rodea a los colegios está ganando relevancia.

Por el momento hay estudios al respecto con resultados mixtos, pero es evidente que cada vez son más los textos que abundan en este hecho concreto y señalan que su relación con el sobrepeso infantil está más vinculada a la causalidad que a la correlación. Uno de los últimos, publicado por la revista Public Health Nutrition y enmarcado en Canadá, concluye tras analizar la dieta de 812 niños que aquellos expuestos a una mayor cantidad de comida basura alrededor del centro educativo ingerían más alimentos perjudiciales para su salud. Se han detectado resultados similares en California y Finlandia. “Tener accesibles productos insanos sin duda contribuye a que los más pequeños acaben tomando más chuches”, subraya la catedrática en Economía de la Salud por la ULPGC Beatriz González López-Valcárcel.

Otro trabajo, esta vez elaborado por expertos españoles de la Universidad de Alcalá, escrudiña los alrededores de los colegios de Madrid y destaca que son los distritos más desfavorecidos los que cuentan con una oferta de tiendas hasta un 62% mayor que en los barrios de clase media. “Nuestros hallazgos apoyan la hipótesis de la ‘amplificación de la privación’, donde los individuos socialmente desfavorecidos experimentan una desventaja contextual adicional con respecto a su acceso a servicios de promoción de la salud debido al lugar de residencia”, concluye el texto.

Santa Cruz de Tenerife no es Madrid

Según lo expuesto en estas investigaciones, el caso de Santa Cruz de Tenerife debería seguir la norma: en una comunidad empobrecida como Canarias lo normal es que hubiera decenas de encuentros con puestos de comida rápida en los barrios de renta más baja. Sin embargo, no sucede así (por lo menos en la capital de la provincia occidental). Los centros educativos peor rodeados están en el centro de la ciudad, entre Plaza de España y el barrio de Cuatro Torres. En otras zonas con menos músculo económico, como Hoya Fría, El Sobradillo o Las Retamas, es todo lo contrario.

El contraste con los resultados de Madrid es notorio, pero también es cierto que la capital española es un territorio mucho más desigual que Santa Cruz de Tenerife. Solo hay que fijarse en el trecho que existe entre el distrito con la renta mediana anual más alta con el que menos de cada territorio. En la urbe canaria la resta se hace entre el distrito 1 (Rambla de Santa Cruz – Puerto, con 17.930 euros) y el 4 (La Salud y Barrio Nuevo, 8.046), lo que hace una diferencia de 9.884 euros; en la madrileña es entre el distrito 5 (Chamartín, con 28.190 euros) y el 12 (Vallecas, 9.860), un desacople de 18.330 euros.

Por ello quizá el caso de Santa Cruz de Tenerife en este sentido habría que cogerlo con pinzas. Los estudios publicados hasta el momento recalcan que las conductas alimentarias están determinadas por una amalgama importante de factores, no solo el entorno escolar. Es verdad que en la zona centro hay más oferta de comida basura, pero también de todo lo demás. El perfil de los niños es distinto y habría que estudiar de forma minuciosa el componente social y cultura con el que cuenta en el hogar.

Además, la Encuesta Canaria de Salud de 2015, la última que se ha realizado, fue muy clara y señaló que existe una relación en el Archipiélago entre el porcentaje de personas con obesidad y el nivel socioeconómico; entre empresarios y directores de empresas de más de diez trabajadores (clase I), el índice de obesidad se sitúa en un 12,34%, no obstante, entre trabajadores no cualificados (clase VI), asciende a un 20,19%.

Qué hacemos con las tiendas de comida basura cerca de los colegios

Es una pregunta difícil de responder. El estudio de la Universidad de Alcalá subraya la necesidad de examinar la obesidad “desde una perspectiva de justicia social”, esto es, instar a los investigadores, planificadores urbanos y políticos a trabajar juntos para hacer frente a esta epidemia utilizando un enfoque de sistemas múltiples.

Un ejemplo sería lo que ha hecho la ciudad de Londres. La capital británica prohibió en 2019 la apertura de nuevos comercios de comida rápida a menos de 400 metros de un centro escolar. Portugal acaba de anunciar que para el próximo curso los colegios no venderán alimentos ultraprocesados ni bebidas azucaradas en sus cafeterías.

Pero esto no implica que se vaya a atajar el creciente sobrepeso entre los menores. Como exponen los trabajos que se han hecho hasta el momento, las intervenciones en estos espacios no han sido siempre positivas. Y es cuando González-Valcárcel se pregunta: ¿cómo consigues que se monten fruterías alrededor de la escuela? Intervenir en el mercado no es fácil. Tienes que poner incentivos. Nos gustaría que hubiera tiendas de fruta fresca y verduras en el entorno, el tema es cómo conseguirlo con las políticas“.

Para responder a ciertas dudas tres científicos del Imperial College de Londres acaban de publicar un artículo titulado Mejorar el entorno escolar alimentario para prevenir la obesidad: qué funciona y qué no en la revista Obesity Reviews. El título ya es elocuente. Los expertos revisaron cientos de papers publicados hasta enero de 2020 que tratan las intervenciones en este contexto.  

La mayoría se llevaron a cabo en Estados Unidos (53%), Reino Unido (10%), Noruega (6%) y Sudamérica (6%). Después de analizar qué ha servido más entre todos los programas desplegados (modificar los menús escolares, regular las máquinas expendedoras alrededor de los centros…), el texto concluye de la siguiente manera: “Los colegios ofrecen muchas oportunidades para desarrollar estrategias de prevención contra la obesidad infantil. Incrementar la disponibilidad de verduras a su alrededor, presentar comidas saludables atractivas, que los chavales interactúen desde una temprana edad con chefs, personal local y padres para integrar poco a poco una dieta sana, etc., pueden ayudar a mejorar la dieta de los menores”.

Sin embargo, la clave no está solo en qué decisiones tomar. También cómo se toman y quiénes están detrás de ellas. “Alcanzar un entorno escolar alimentario saludable es un proyecto de largo recorrido que involucra múltiples estrategias de educación, incentivos y regulación. Las reformas requieren del compromiso de los gobiernos a través de refuerzos y una continua supervisión de las políticas. La evidencia, por ahora, está ahí: intervenir en el ámbito más cercano de los colegios puede mejorar la conducta alimentaria de los niños”.

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