El tabú del duelo perinatal: “¿Por qué no te cuentan que a veces no todo sale bien?”
En el mes de marzo de 2019, con 26 años, Melanie C.L. cumplió uno de los sueños de su vida: quedarse embarazada. Aunque llegó antes de lo que se podía imaginar, solo hacía un mes que había decidido dejar de tomar anticonceptivos, y con el miedo y la emoción del momento en el cuerpo, sintió que ella y su pareja estaban preparados para afrontar esta nueva etapa. “Cuando escuché su corazón por primera vez, todos los miedos se esfumaron”, recuerda.
A los cinco meses de un embarazo aparentemente normal, conocen el sexo del bebé, un niño: Mateo. Un bebé que venía para llenar de ilusión una casa de padres jóvenes, de una familia que lo esperaba ansiosa y de unos amigos para quienes ya se había convertido en el consentido del grupo.
Pero un día todo cambió. Aquel mes de agosto, en la cita de la ecografía morfológica, que se realiza a las 20 semanas de gestación para valorar la estructura del feto, sus formas y proporciones y de esta forma concluir que se está desarrollando con normalidad, los médicos descubrieron que el bebé no tenía las medidas mínimas. Algo no iba bien. En ese momento deciden hacerle la amniocentesis, una prueba para analizar el líquido amniótico que rodea el bebé y valorar la situación.
Fueron dos semanas de desesperación, de reposo absoluto en casa y de mucho miedo. “A los 15 días llegaron los resultados y el bebé estaba bien, el problema era la placenta, las conexiones entre el feto y mi cuerpo no eran las adecuadas”, explica Melanie, quien bromea diciendo que con su primer embarazo se hizo un máster en ginecología.
Le realizaron el seguimiento y, aunque pequeño, era un niño fuerte, le indicaban. Sin embargo, no existían muchas probabilidades de que naciera en perfectas condiciones. Expresa con cariño lo bien que le trataron en el Hospital Materno Infantil de Gran Canaria, donde acudía diariamente para realizarse las pruebas oportunas.
En una de esas tantas visitas le dieron la “maldita noticia”, había que ingresarla ya que sus parámetros no estaban bien. Llegó al punto de que la placenta estaba devolviendo sangre infectada a su cuerpo, lo que hacía que sus riñones e hígado no estuvieran funcionando bien. Había que tomar una decisión, quizás la más dura de su vida para ella y su pareja, Aarón. “Solo pensaba en que era un mal sueño, que mi bebé estaba bien y todo había pasado, era la peor sensación que he tenido en mi vida”, rememora.
Las esperanzas de vida de Mateo eran inexistentes y el riesgo de ella era muy alto. En ese momento comienzan a provocar el parto. “Tras muchas horas, tenía que empujar, traer al mundo muerte en lugar de vida, como hacían la mayoría de las mujeres”, cuenta visiblemente emocionada. “Yo empujaba con todas mis fuerzas porque quería salir corriendo del Materno”.
Una vez finalizado el proceso le ofrecieron ver al feto, pero decidió no enfrentarse a esa realidad. “Prefiero quedarme con la imagen que yo me hice de él en mi cabeza, era un niño guapísimo”, se imagina. Su pareja sí lo hizo, entró y se despidió del feto, como le habían recomendado los especialistas, “fue un momento muy duro”, apunta.
La jefa de Servicios de Ginecología del Materno Infantil de Gran Canaria, Alicia Martín, explica que ese proceso se llama “duelo perinatal”, familias que pierden al feto al final del embarazo, el parto o justo después de nacer el bebé, en torno a un 1% en Gran Canaria.
Martín añade que desde hace más de 10 años se comenzó a trabajar en una iniciativa de acompañamiento a estas familias, ya que supone un trauma psicológico, una fractura, un duelo, que antiguamente se solucionaba, simplemente, no hablando del tema. “Se ha comprobado que los padres que pierden a un bebé, sobre todo al final, tienen que hacer un duelo, una despedida y la recuperación psicológica, que debe ir acompañada de profesionales”. Por ello, en estos momentos el hospital ha lanzado dos iniciativas para llevar a cabo este duelo perinatal.
“Lo primero que se ha hecho son unas cajas de duelo. A la madre le entregamos una caja de cartón donde se introduce una huella del recién nacido o alguna pertenencia. Le hacemos foto si ellas quieren. El feto muerto se le da a la madre, le animamos a que lo abrace, a que lo tenga un rato, a que se pueda despedir de su hijo o hija”, detalla. Esta iniciativa ha sido pagada gracias a una colecta entre los ginecólogos del Materno. El siguiente paso es crear una consulta, en la que trabajarían una ginecóloga del paritorio, una matrona y una psiquiatra para iniciar un duelo perinatal. El objetivo es acompañarlas y ayudarlas en ese proceso. La idea de este proyecto es ponerlo en marcha con las embarazadas a término. Para mujeres que interrumpen el embarazo por malformaciones antes del quinto mes y para las que tienen varios abortos.
Hoy Melanie disfruta con su hija Zaira, quien está a punto de cumplir cinco meses. Una niña llena de vida, “un ángel que me envían y que sin duda tiene un pedacito de Mateo en ella”, detalla mientras mira a su pequeña con ternura. Seis meses después de la pérdida volvió a quedarse embarazada con un tratamiento y un control de inicio a fin para así cumplir su sueño.
Sin embargo, insiste en que le hubiera gustado tener información de estos casos antes de vivirlo. “¿Por qué nunca te cuentan que a veces no todo sale bien y que existen muchos peligros y complicaciones ocultas?”, se pregunta. “La maternidad es un proceso difícil, serio y en el que no sólo se necesita revisión física, también mental”.
Explica que la sociedad “no está preparada” para tratar estos temas, ya que no se educa para ello. “Me miraban con cara de pena y yo no quería eso”. Relata que en el momento de inscribir a su hija Zaira en el Registro Civil, en los papeles a cumplimentar le preguntaban por el número de partos, evidentemente ella respondió “dos” y en ese momento le preguntaron “¿dónde está inscrito tu otro hijo?”. “Tuve que explicarle lo que había ocurrido, no nos informan ni preparan de todo lo que rodea al mundo de la maternidad y el embarazo”, sentencia.
Unas afirmaciones en las que coincide la ginecológica del Materno, quien añade que muchas veces te animan a que tengas otro hijo y todo pasará. “Un hijo nunca suplanta a otro, puedes tenerlo y estar muy contenta y ser muy feliz, pero no cubrirá la huella que te dejó el otro”.
A Melanie le parecen dos “muy buenas iniciativas” las que se quieren poner en marcha desde el Materno Infantil de Gran Canaria. “Es totalmente necesario, pues a mi no me vio ningún psicólogo, tuve que costeármelo yo, y por desgracia hay mucha gente que no se lo puede permitir”. “Nadie quiere enterrar a un hijo, y menos a un hijo que acaba de nacer, hace falta mucho apoyo por parte de la sanidad pública”, insiste.
Considera que tratarse con un profesional es esencial en estos casos, “cuando llegué a mi casa, donde ya había recuerdos de mi hijo, se me vino el mundo encima. Tenía claro que necesitaba ayuda”, cuenta sin tapujos. “La psicóloga me animó a despedirme de él, le escribí una carta y le di las gracias por enseñarme a ser mamá”.
Con su testimonio quiere llegar a todas familias que pierden a un bebé y animarlas a que busquen ayuda para superarlo. Además, aprovecha la oportunidad para lanzar un mensaje de realidad: “Estos casos existen y se deben tener en consideración”.
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