La consejera de Sanidad del Gobierno de Canarias, Teresa Cruz, ha optado por tirar de galones en medio de la lucha contra la pandemia de coronavirus, al recordar, primero en La Diez Radio y luego en los periódicos de Prensa Ibérica, que sigue al mando de su departamento y que los expertos incorporados al comité de crisis son asesores y nada más que asesores. ¿Tiene razones para hacerlo? A la vista de lo que se ha escrito sobre ella en las últimas semanas, sí. ¿Su gestión de la pandemia en lo tocante a Canarias es tan caótica como señalan los comentaristas tan críticos? Es discutible, los números no dicen eso precisamente, pero hay debilidades visibles y propuestas que se le atribuyen bastante alejadas de la sensatez. ¿Acierta la consejera al entrar en la refriega puramente política? Claramente no, y menos en las actuales circunstancias, que son dramáticas y no conceden opción alguna. Es un error, por decirlo en plan suave, convertir la crisis del COVID-19 en la ocasión para desgastar a un cargo público encargado de lidiar con un reto sin precedentes. Es un error, asimismo, entrar al trapo y perder un minuto en una cuestión ahora mismo irrelevante, porque es antipedagógico en un momento en el que los cargos públicos piden y exigen a la sociedad sacrificios relacionados con su conducta personal. Ese elemental detalle lo ha obviado la consejera Cruz con su estruendosa réplica.
Los datos de la pandemia de coronavirus en las Islas no son los peores del terrible paisaje español, aunque son preocupantes: el número de infectados registrados crece por encima del 15% diario y el brote es particularmente grave en Tenerife. Añadamos a ello la carestía de material que ya están sufriendo todas las comunidades autónomas, y que como ya hemos comentado: a) tiene difícil solución a cortísimo plazo; b) alimenta un conflicto larvado entre las autonomías porque cada cual tira para sí misma en la pelea por un material escasísimo. Atrás queda, casi en el túnel del tiempo, la exitosa gestión del primer caso positivo en La Gomera y el audaz confinamiento del hotel H10 Costa Adeje, que la Consejería de Sanidad ejecutó de modo ejemplar. El problema es que comparado con lo que tenemos ahora el operativo del hotel tinerfeño es poco más que un campamento juvenil, y en este momento nos medimos al desafío de verdad, un reto mayúsculo para el que nadie puede sentirse preparado, simplemente porque no hay precedentes. Sin entender esto no es posible entender el nivel de presión que soportan los cargos públicos con responsabilidades en la lucha contra la pandemia. Bueno, lo saben los profesionales sanitarios porque ellos padecen una presión aún superior. Y a dotarles de las mejores condiciones posibles deben centrarse todos los esfuerzos, tanto de la consejera de Sanidad, en primera instancia, como de quienes crean ver en este drama una oportunidad para obtener posiciones de influencia, que es lo que la propia Teresa Cruz sugiere en sus manifestaciones. ¿Un Juego de Tronos ahora? No, por favor, el que quiera eso que ponga HBO.
La consejera de Sanidad admite, en otro pasaje de su entrevista, que no goza del apoyo de todo el Ejecutivo canario en su gestión de la crisis. Con ello concede carta de naturaleza a los comentarios apócrifos que insinuaban tensiones en el Gobierno a cuenta de este asunto. ¿Qué necesidad había de esto? Porque además Teresa Cruz dispone de apoyos políticos sólidos en el PSOE de Tenerife, esto es conocido y supondrá un aval para la consejera a la vuelta de esta crisis, que acabará algún día pero nos sabemos con qué balance. Presentarse como una víctima es desenfocar las prioridades. Seguramente no es Italia el mejor país para tomar lecciones sobre el drama de Covid-19, pero uno no puede menos que acordarse de Giulio Adreotti, el gran caimán democristiano, para subrayar que la finura en el discurso es fundamental en la política en general, y más en tiempos turbulentos. Y como dijo Andreotti sobre la política española durante la Transición democrática, aquí “manca fineza”.