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La travesía agónica de la última patera mortal de Lanzarote: los jóvenes dicen que fueron amenazados para zarpar

Es mediodía del sábado 20 de enero. De la puerta del Palacio de Justicia de Arrecife sale un grupo de personas. Despacio. En silencio. Todos son hombres jóvenes, de origen marroquí, excepto una mujer, que enfoca la cabeza hacia abajo, hacia sus manos. Se llama Fatimata y vive desde hace años en la Isla. Antes de entrar tenía alguna esperanza de que el cuerpo que ha ido a identificar al Instituto Anatómico Forense no fuera el de su hermano Ardaan Bidch, de veinte años, pero no es así. Hace una semana que sus padres no saben nada de él. Estudiaba electricidad en Guelmin pero allí “no hay nada que hacer, ni él ni nadie”, dice Fatimata.

Aziz también tenía veinte años. Su hermano, que vive en Las Palmas de Gran Canaria y prefiere no dar su nombre, dice que trabajaba “de lo que salía”, que no tenía motivos para hacer ese viaje. Como en el caso de Ardaan, Aziz era la primera vez que se embarcaba en esa travesía entre África y Europa, entre Marruecos y Canarias, entre la realidad y los sueños, que han hecho tantos miles en las últimas décadas. “Aziz decía desde 2010 que lo iba a hacer pero nunca lo había hecho, así que no lo tomas en serio”, asegura. E insiste: “No sé por qué vino, tenía para vivir porque un plato de comida no le va a faltar... Yo le dije: 'Ni se te ocurra venir, aquí hay muchos españoles que tampoco tienen trabajo, en España y en Europa no hay nada'. Pero dicen que quieren ir a verlo, y si falla algo pierden la vida”.

Acaban de identificar los cuerpos de sus hermanos. Son dos de las siete personas fallecidas en una patera que salió de Tan Tan en la madrugada del sábado 13 de enero y llegó a Playa Bastián, en Lanzarote, en la mañana del lunes 15. Cinco de ellas murieron de hambre y frío y dos más se ahogaron a sólo unos metros de la costa, después de aguantar una travesía agónica.

Entre los que acompañan a los familiares en esa mañana de sábado están Slaima Khnibla, presidente de la asociación Arenas del Sáhara, y Mustafá El Kourisi, representante de la comunidad islámica de Playa Blanca, que dice que “en Guelmin no hay trabajo ni para el que tiene carrera”. No es la única afirmación en la que coinciden. Hay una cosa que no saben y otra que se imaginan. No conocen los detalles del viaje pero creen que lo organizaron entre ellos, entre los jóvenes, entre amigos del barrio: “Es un secreto entre los chicos, mantienen el secreto”, repiten.

Sin embargo todo indica que no fue así. Ni todos eran conocidos, ni venían de la misma ciudad. Entre los fallecidos hay dos jóvenes de Tan Tan, aunque la mayoría son de Guelmin, del barrio de Teiert, y entre los supervivientes hay saharauis. Según los testimonios de los supervivientes ante el Juzgado de instrucción número 4 de Arrecife, el viaje ya comenzó antes de lanzarse al mar.

Todos los que se embarcaron, excepto los dos presuntos patrones, llegaron en varios coches, uno de ellos un Land Rover, a una casa en Tan Tan en la tarde del sábado 13. De allí salieron hacia la costa entre las dos y las cuatro de la madrugada. Cada uno pagó, a una organización, más de 10.000 dirhams (unos 900 euros). La barca era una lancha neumática negra con un motor, de no más de ocho metros de eslora y tres de manga, así que muchos de los 27 pasajeros, todos varones, tuvieron que hacer la travesía sentados sobre los brazos de la lancha, sin parapeto para el viento y las olas, que entraban a su antojo. Algunos de los jóvenes, según relatan los supervivientes, cuando comprueban la desproporción entre el estado del mar y el de la zodiac, se quieren echar atrás, pero, según su relato, varios hombres, que no se embarcan, les “amenazan con cuchillos” para que zarpen, porque la vuelta atrás puede significar que los delaten. En la causa hay dos testigos protegidos que han declarado que esa organización “amenaza a los jóvenes y a sus familias para que no hablen”.

Fuentes judiciales apuntan que entre los supervivientes no hay menores. Ocho de ellos declararon que no llegaban a los 18 años pero las pruebas de exploración les contradicen. Entre los fallecidos sí podría haber alguno, al menos según el relato de un socorrista que participó en el rescate en Playa Bastián y declaró a El País que uno de ellos “no pasaba de los 15 años, era un niño”.

Dos de los supervivientes son los presuntos patrones: Mohamed Sau y Abdelouahd Ahaira, que niegan esa condición, pero el juez Ricardo Fiestras ha ordenado su ingreso en prisión, acusados de siete homicidios imprudentes y delitos contra los derechos de los ciudadanos extranjeros. Los presuntos patrones se turnaban en el manejo del timón y tenían una brújula o un GPS que no supieron utilizar y que se unió a las malas condiciones del mar para que la travesía acabase en tragedia, explican fuentes judiciales.

El caso es que empieza a anochecer la segunda noche, la del domingo, y se ven luces en la costa pero siguen siendo las de la costa africana. La barca no ha avanzado nada y muchos de los jóvenes, que ya están muy asustados, plantean que hay que dar la vuelta. Los presuntos patrones los amenazan de nuevo y deciden continuar. Sobre las doce de la noche uno de ellos comienza a decir cosas incoherentes. Su silencio significa que ha dejado de respirar. Es el primero de los que mueren de hipotermia.

En la travesía solo les han dado un poco de pan y agua, y tampoco habían comido en la casa de Tan Tan. Varios de ellos relatan que en la barca había más comida pero que los presuntos patrones deciden deshacerse de todo el peso posible porque está entrando mucha agua en la lancha. Dos horas después fallece otro, y poco después otro más. Al amanecer mueren dos más. No es difícil imaginar las condiciones y el pánico con el que viaja el resto, apuntan las mismas fuentes.

A esas alturas del viaje, hace horas que ya han tomado el rumbo correcto. Los presuntos patrones pretenden tirar los cuerpos por la borda, que han extendido en el fondo de la embarcación, tres en proa y dos en popa, pero los jóvenes se niegan, relataron en el juzgado. Ya es de día y se empieza a ver la costa. Pasan las once de la mañana del lunes y algunos supervivientes relatan que, cuando están a sólo unos metros de llegar a su destino, los que saben nadar se lanzan al agua, pero la lancha se desestabiliza y también caen los que no saben nadar. La costa de Playa Bastián es rocosa y el mar está movido. Uno de los que ha sobrevivido a la travesía se ahoga a sólo unos metros y otro llega a la playa pero no responde a la reanimación de los socorristas, que acaban sacando del agua a la mayoría de los jóvenes y evitan su muerte. 

Las instituciones de Lanzarote, el Cabildo y los ayuntamientos, convocaron esa semana un minuto de silencio por las víctimas. Uno más. La de Playa Bastián ha sido la peor tragedia en el mar desde que en 2009 murieran 25 personas, la mitad de ellos menores de edad, en Los Cocoteros, a sólo unos kilómetros de Bastián.

El Consulado de Marruecos se ha hecho cargo de los siete fallecidos para su repatriación. Los dos presuntos patrones están en prisión. A los supervivientes se les ha enviado a centros de internamiento en Tenerife y Gran Canaria y lo más probable es que se les expulse del país. Los miembros de la organización, en Marruecos, estarán preparando el próximo viaje.

Una de las rutas más mortíferas

La ruta de Canarias es una de las más mortíferas. Según el último informe de la ONG Caminando Fronteras, entre 2015 y 2016 murieron un 21% de las personas que trataron de llegar a España por este trayecto, de 207 kilómetros. En 2017, un total de 223 migrantes murieron en su intento de alcanzar territorio español por varias rutas. Las ONG especializadas y organismos como Acnur han reclamado en varias ocasiones que se pongan en marcha mecanismos legales y seguros de acceso para que estas personas no se vean empujadas a arriesgar su vida en el mar o a acudir a traficantes de personas.