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Los científicos, asombrados con la “extraña quietud” y el “silencio sepulcral” del volcán de La Palma

Canarias Ahora

14 de diciembre de 2021 22:02 h

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Un “silencio sepulcral” invade la ladera del volcán de La Palma. El rugido de su explosividad, que se ha convertido en una constante desde el pasado 19 de septiembre, cuando entró en erupción, ha enmudecido este martes para dar paso a un escenario en el que “solo se escucha el viento”, pero en el que no hay vida, solo cenizas. Rubén López, vulcanólogo del Instituto Geográfico Nacional (IGN), ha sido testigo de esta estampa silente y desoladora, y la ha compartido con un vídeo en Twitter. El único movimiento que hay es el de los remolinos del polvo volcánico creados por el aire. “El mejor regalo de estas Navidades”, respondía a las imágenes un usuario.

El director técnico del Plan de Emergencia Volcánica de Canarias (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende, señaló este martes que la emergencia volcánica “está claramente atenuada” por varios factores: el cráter no emite lava, no hay señal de tremor desde la noche del lunes, no hay inflación del terreno y la sismicidad es baja.

Así las cosas, el volcán de La Palma se presenta prácticamente sin signos vitales. Desde las 21.00 horas del pasado lunes hasta ahora no ha registrado tremor volcánico y, según el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), la emisión de dióxido de azufre (SO2), otro de los signos de actividad eruptiva, se ha desplomado a menos de cinco toneladas diarias, cantidad “extremadamente baja”, cuando durante semanas ha estado por encima de varios miles de toneladas por jornada, el niveles altos o muy altos.

Sin embargo, los científicos se mantienen en una situación de prudente espera ante este letargo. “No podemos decir que nos encontremos ante lo que usted quiere y yo más que usted: que esto se acabe”, contestó Morcuende a los medios de comunicación. Los expertos se muestran cautos a la hora de hacer afirmaciones por una razón: el volcán sigue siendo impredecible. Para comprobarlo, solo hay que echar la vista al domingo pasado, cuando llevaba varias horas tranquilo y entró en una “importante fase explosiva”, que expulsó más cenizas y bombas de lava. Poco después, volvió a la calma.

Desde el cielo también se puede apreciar esta “extraña quietud”, como lo ha descrito el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), que ha podido comprobar esta tranquilidad tensa a vista de dron.

Después de la reunión del comité científico del Pevolca se explicó que, a partir del último episodio de emisión de piroclastos y la formación de una importante columna de ceniza, en la tarde del lunes, fue cuando se vio que el tremor, un indicador del movimiento subterráneo de lava, comenzó a disminuir. Desde las ocho de la tarde de ese día bajó la señal y dos horas después ya solo se percibía “ruido de fondo”, que sigue en este momento, es decir el ruido que se escucha “cuando no hay actividad”.

Emisiones de gases

El volcán más destructivo de La Palma parece haberse quedado sin fuerza o, al menos, ha comenzado a pederla, pero todavía no se puede cantar victoria, como ya apuntan los científicos. En este sentido, hay un indicador que no registra noticias tan favorables como el resto. Morcuende informó este martes que la emisión de dióxido de azufre en el penacho se mantiene en niveles altos (de entre 1.000 y 29.999 toneladas diarias), aunque continúa con una tendencia descendente desde que alcanzó su máximo, el pasado 23 de septiembre.

Ello implicó que el pasado lunes se declarara el confinamiento domiciliario en todo el Valle de Aridane. No obstante, actualmente, la presencia de dióxido de azufre en las zonas pobladas ha mejorado hasta niveles buenos.

Las emisiones han descendido en el cono principal del volcán, pero hay zonas en las que se siguen produciendo emisiones de gases. El Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) ha explicado que sigue realizando medidas de gases en tubos volcánicos, donde han encontrado “concentraciones potencialmente letales de dióxido de carbono”, con lo cual, advierten, “hay que seguir con la vigilancia y con extremo cuidado en determinadas zonas en las que, aunque no se vea o no se huela, los gases pueden acumularse”.