El cambio climático es uno de los factores que está teniendo impacto en los conflictos de distintos países africanos, tal y como apunta Viviane Ogou, investigadora especialista en el Sahel y activista. Algunas de sus consecuencias son los desplazamientos fruto de la escasez agrícola o de la desertificación, por lo que indica la necesidad de financiar políticas para luchar contra este fenómeno, todavía con muchas carencias.
Ogou, quien también es fundadora de la asociación Puerta de África y ha estado implicada en instituciones como el Parlamento Europeo o la Comisión Europea, señala que no es sencillo emprender cambios en esta materia. No se trata solo de implementar medidas específicas, cuenta, sino de “cómo transformamos toda nuestra economía y cómo hacemos la transición verde”.
Este proceso está truncado, por un lado, por las elecciones, dado que las estrategias de adaptación climática pueden requerir varios ciclos para ser efectivas. Por otro lado, recalca que “a nivel interno europeo, ni se sabe ni se quiere hacer una gestión migratoria que implique una apertura y liberalización de las fronteras” en las que cada vez hay más refugiados por motivos climáticos. En este caso, se implementan medidas a corto plazo en lugar de otras más duraderas.
“No depende solo del gobierno que tenemos hoy, sino del que tengamos mañana, y no solo depende de un país, sino de 27 y de todos los lobbies internacionales y el resto de relaciones”, incide. A ello se suma el auge de partidos de extrema derecha en Europa, haciendo que sea más complicada la adopción de medidas para combatir el cambio climático.
Incentivar el desarrollo económico para luchar contra el terrorismo
La implicación de Ogou en la investigación, el activismo y el ámbito institucional le ha permitido tener distintas visiones en los temas que investiga. Entre ellos, el aumento de la violencia y la inseguridad vinculadas al terrorismo en países del Sahel, como Mali.
Insiste en la importancia de diferenciar entre los líderes de los grupos yihadistas de aquellos ciudadanos que colaboran con ellos. Los segundos “trabajan con quienes les ofrecen seguridad en ese momento. Si pudieran trabajar con la ONU, Francia o el Gobierno de Mali, lo harían”.
Mientras que los líderes tienen una ideología y objetivos marcados, el resto son “personas corrientes que necesitan comer y formar parte de una estructura para llevar adelante su proyecto de vida”. Por ese motivo, Ogou señala que un factor clave para luchar contra el terrorismo pasa por reforzar el desarrollo económico local, de modo que la ciudadanía disponga de opciones laborales para no tener que colaborar con los grupos terroristas.
Además, señala que el contexto está fuertemente marcado por los conflictos interétnicos presentes en el Sahel, en los que destaca el rol de los fulani. Algunos ciudadanos fulani han tenido fuertes vínculos con los grupos terroristas, por lo que “se identifica a todo el grupo como parte de los yihadistas y está habiendo ataques étnicos contra ellos. El hecho de que haya esta violencia e inseguridad constantes hace que se busque todo el rato quién puede ser el enemigo”.
Al mismo tiempo, existen distintos colectivos que acusan a las fuerzas militares francesas de neocolonialismo y de ser poco efectivas en sus misiones antiterrorismo, lo que está dando lugar a un nuevo crecimiento del sentimiento antifrancés entre la población. Este ha tenido distintos picos, algunos de ellos situados en los años 60, durante la descolonización, o los 2000, con la guerra en Costa de Marfil y la intervención francesa.
Ogou considera que “se tienen que mejorar los mecanismos, tanto aquí como allí” para hacer frente a la inseguridad y el aumento de la violencia que afecta a la zona del Sahel, aunque reconoce que, al tratarse de un asunto complejo, no es sencillo resolver la situación: “Creo que Francia y Europa están haciendo todo lo que saben para frenar el terrorismo porque, al final, la inseguridad en el África Occidental viene también a Europa”.
La investigadora señala que, históricamente, los grupos yihadistas han empleado la narrativa antifrancesa como parte de su estrategia de comunicación, aunque indica que se trata de distintos fenómenos que se interrelacionan. Mientras que los yihadistas pretenden desmarcarse de Occidente, la población general experimenta un descontento con Francia dado que son sus tropas las que han liderado las estrategias antiterrorismo, a las que acusan de haber fracasado.
Esta situación está llevando a la retirada de efectivos franceses en distintas regiones del Sahel a petición de los gobiernos nacionales, mientras exploran posibles relaciones con Rusia para que cumpla con el mismo cometido.
Fomentar las inversiones en países africanos
Las relaciones entre África y Europa son “muy longevas y peculiares”, apunta Ogou cuando explica que la salida de un modelo colonial dio lugar a la introducción de uno donante-receptor, en el que “se han generado ciertas dependencias” que la población africana rechaza. No obstante, ni África ni Europa están interesadas en terminar esas relaciones, sino que “lo que quieren los africanos es cambiar los términos de los contratos”.
Los acuerdos posCotonú son algunos de los que pretenden cambiar esas relaciones, pero hay ciertas cuestiones que los han frenado, como países que no los firman o retrasos en su negociación por diferentes factores como la migración, el cambio climático o temas relacionados con los derechos humanos, entre otros.
Algunos de los términos que buscan los dirigentes africanos son “un modelo más centrado en las inversiones” donde siga habiendo ayudas al desarrollo, que ambos continentes se vean beneficiados y África se represente a sí misma en el G20 y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Sin embargo, la investigadora indica que los procesos de cambio necesitan periodos largos para estabilizarse, más aún teniendo en cuenta la fragilidad política de los países del África Occidental, mayoritariamente herederos de estructuras francesas que no llegan a funcionar en estos territorios.
Ogou destaca el papel de Níger, donde sí ha habido más inversión, en este caso porque “es un bastión para la Unión Europea porque es por donde cruza gran parte de la migración. Entonces, se necesita que sea muy estable”.
El modelo fronterizo, por su parte, también está sobre la mesa en el debate público. La investigadora apunta que “tiene que dejar de haber una contención agresiva y violenta” en la que “se priorice y defienda la vida humana y la dignidad”. En este sentido, el derecho internacional plantea que “no se tienen que hacer devoluciones en caliente, que se estudien todos los casos de manera personalizada y se ofrezca asistencia jurídica y traducción a todas las personas que migran”.
Como activista, señala la necesidad de reconocer las muertes y “tomar responsabilidades por los asesinatos, como en la masacre de Melilla”. Asimismo, aboga por el establecimiento de vías seguras y legales para erradicar la migración precaria y peligrosa, pero no la migración en sí.
“Es muy fácil ser crítico cuando no tienes distintas perspectivas, pero todo es complejo”
Ogou considera un “verdadero privilegio” haberse podido implicar tanto en el activismo como en las instituciones, pasando por la investigación. Tras colaborar con el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y, brevemente, con las Naciones Unidas, ha podido observar que “hay mucha gente comprometida trabajando con muy buena voluntad para que el mundo funcione lo mejor posible”.
Asegura que, a menudo, los activistas desconocen el esfuerzo que hacen las instituciones, las cuales, a su vez, tampoco conocen a activistas que tienen mucho que aportar. Por otro lado, admite que la academia, en ocasiones, no sabe comunicar sus hallazgos, dando lugar a un panorama que necesita mayor comunicación entre las partes.
“Lo más difícil para mí es tener las diferentes perspectivas porque, cuando no las tienes, puedes ser crítico muy fácilmente, pero luego te das cuenta de que todo es complejo”, razona, para concluir: “Lo que tenemos que conseguir es juntarlas y que haya la mejor coordinación posible. También hay esfuerzos para ello”.