Su contacto con el activismo empezó a los 19 años, cuando publicó un autorretrato en internet, un dibujo de sí misma desnuda, que crispó a algunos círculos en Marruecos, su país natal. “No creo en la palabra desnudez, es la sociedad quien me obliga a usarla. Todos nacemos igual y la ropa se vuelve una herramienta política de control”, cuenta Zainab Fasiki, artista y activista en favor del feminismo, los derechos LGBTI y la libertad de culto.
En su segunda visita a la isla de La Palma, Zainab repite como invitada del festival La Voz de la Mujer, de Karmala Cultura, por su trabajo denunciando la discriminación y represión que sufren las mujeres a causa de la religión, la cultura de la violación, la masculinidad tóxica y la censura. Hshouma (vergüenza en dariya, dialecto marroquí del árabe) es el libro que publicó en 2019 y que este año se traducirá al español.
A causa de su militancia, Zainab lleva prácticamente una década conviviendo con insultos, amenazas y acoso que han sido una prolongación de lo que vivió en su infancia: “Crecí con violencia psicológica. Siempre me decían que nunca me casaría, que mirase a las otras niñas y a mí misma. Me comparaban con las que estaban calladas, no enseñaban su cuerpo o su pelo, y eso es traumatizante”.
Desde pequeña tuvo claro que quería ser artista, “pero en Marruecos está prohibido dibujar. Solo dios tiene la habilidad de crear personajes”. Las muchas imposiciones de la sociedad, también dentro de su familia, la hicieron cuestionar la religión desde adolescente, por lo que dejó de ser creyente.
Cuenta que algunos practicantes utilizan el Islam como un pretexto para oprimir a las personas, imponiendo normas ajenas al hecho de ser musulmanes, más allá de las condiciones que existen para serlo de las que el velo no forma parte. “Ser musulmana no tiene nada que ver con tu ropa”, concluye.
A menudo, se encuentra con gente que dice no entender su lucha porque se puede elegir llevar o no el velo, ante lo que Zainab cuestiona la definición de elección en países como Irán, donde “te matarán, te violarán o te encarcelarán si no lo llevas. No hablan de que el velo es forzado porque en el fondo creen que es lo mejor para las mujeres”.
Asegura que esa es una forma de pensar que conoce de cerca, dado que afirma haber crecido con personas así, por lo que reniega de esa “hipocresía”.
Entrando en sus 20, Zainab se graduó en la carrera de Ingeniería después de varios años en el mundo del arte y el activismo. Recuerda que, cuando comenzó a trabajar, fue acosada en su puesto y trató de denunciarlo ante su jefe, quien le dijo que “lo estaba pidiendo” con su pelo visible y los labios pintados de rojo.
Esta es tan solo una de las muchas situaciones que la hicieron plantearse dejar Marruecos para tratar de vivir más tranquilamente, hasta que se dio cuenta de la “necesidad de cambio” en su país.
Llegó un momento en que luchar por los derechos de las personas se convirtió en su pasión, por lo que ya no concibe su vida sin el activismo: “Debemos seguir cada día porque así se cambian las cosas. Espero que esto pueda inspirar a otras mujeres a quedarse porque necesitamos esta revolución”.
“Si tienes una idea, escribe un libro”
Su posición política, además, se inclina por la elección de ser feliz. Asegura que “millones de personas” la odian y le envían mensajes cargados de ira, pero elige ignorarlos. “Nunca he aceptado la muerte porque los libros son inmortales. Puede que no estés físicamente, pero tu nombre estará para siempre”, relata serena. Esa es la razón por la que insiste en todos los talleres que imparte en que, si una persona tiene una idea, escriba un libro.
Todo ello no quita que Zainab se encuentre en una “posición peligrosa” de la que admite no ser siempre consciente, pero que supone un considerable desgaste mental. En ese sentido, valora las redes de cuidado y los festivales como La Voz de la Mujer, donde compartir y generar espacios de apoyo mutuo.
Más allá del reconocimiento que supone, también aprecia especialmente el Premio a la Valentía que recibió en 2022, otorgado por el Festival Internacional del Cómic de Angulema con motivo de la liberación sexual que promueve en Marruecos. “Al final somos humanos, no máquinas, y necesitamos respirar. Este tipo de premios y festivales son necesarios”, resume.
En la actualidad, asegura que es rara la semana en que no coge un vuelo. Hshouma se convirtió en un bestseller que ya ha sido traducido a cinco idiomas y ha llevado su mensaje al panorama internacional, aunque Zainab se entristece de que haya tenido que publicarlo con una editorial extranjera, dado que no pudo hacerlo en Marruecos.
Pero eso no supone un freno para llevar el activismo a su país. Zainab dirige el colectivo Women Power que ella misma fundó, en el que trabaja junto a niñas con interés por el arte para que ellas también puedan convertirse en las creadoras que desean ser. Su objetivo es generar una red de artistas que puedan apoyar y asesorar a estas niñas en diversas artes, como el cine, los cómics o la fotografía, entre otras.
Se trata de una labor complicada, dado que “muchas niñas están atascadas con padres tóxicos que no apoyan su pasión y no las dejan crear”. A pesar de las dificultades que experimenta tratando de convencerlos, se congratula de que “cada niña que participó es hoy una gran artista y está viviendo su pasión”.
Durante años, las obras de Zainab han sido expuestas en diversas galerías internacionales, también en su propio país. Aunque sea contradictorio, la artista señala que “hay leyes pero todo el mundo hace de todo. Es por la cultura de la vergüenza”. Explica que la mayor parte de las galerías pertenecen a gente bien posicionada económicamente que pasa gran parte de su vida en París o Nueva York, por lo que ella puede usar esos “agujeros” para ver sus obras expuestas en salas de Casablanca o Marrakech, entre otras ciudades.
“Ser diferente te traerá odio. Si todos te animan, a lo mejor eres un esclavo”
De sus ilustraciones destaca el uso del color. Van desde dibujos en blanco y negro con gran presencia del rojo hasta personajes con colores muy vivos y la piel azul. Este estilo tiene una clara intencionalidad, tal y como cuenta la artista, y es que, por un lado, la ausencia de color refleja el rol pasivo al que son sometidas las mujeres, actuando como objetos y no sujetos.
El rojo, “el color de la sangre”, recalca, representa la “violencia y urgencia” de los temas que trata, como las violaciones, la vulneración de derechos o los asesinatos.
Por otro lado, el uso de colores vivos se remonta a su adolescencia, cuando comenzó a cuestionarse la religión. En aquel momento, se acercó al hinduismo después de toparse con la existencia de diosas, no solo dioses, con la piel de color azul. A ello se sumó toda la simbología e historia que encierra. “Estas mujeres lloraron en un río donde hay una serpiente que las muerde, se vuelven azules y se convierten en diosas, transformando las violencias que las oprimen en poder”, apunta.
Ese poder, asegura, es necesario para seguir luchando por la adquisición de derechos, aunque resalta que el feminismo marroquí está más avanzando que en otros países musulmanes. “2004 fue el momento en que de verdad transformamos nuestro país en una sociedad más avanzada para las mujeres”, cuenta. No por ello deja de insistir en la necesidad de abolir “leyes homófobas, tránsfobas o machistas”, como la prohibición del aborto o del sexo fuera del matrimonio.
Considera que la provocación y generar enfado es “una parte necesaria del cambio”, por lo que “si eres activista, deberías estar preparada para tener una vida complicada”. Añade que este no es ni debe ser percibido como un trabajo normal, puesto que las vidas de mucha gente están sobre la mesa.
Es por eso que Zainab ha llegado a un punto de su vida en que los insultos pueden ser motivo de alegría, una certeza de que va por la senda correcta: “Cuando nadie habla mal de mí, hay algo que no estoy haciendo bien. Ser diferente te traerá odio. Si todo el mundo te anima todo el tiempo, tienes que entender que a lo mejor eres un esclavo”.