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La planificación urbana de Santa Cruz: el discurso y los hechos

Eustaquio Villalba

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Desde las primeras elecciones municipales en 1979 el municipio de Santa Cruz ha sido gobernado por el mismo grupo político, aunque haya cambiado varias veces de nombre, y son por tanto responsables de las transformaciones y los cambios experimentados por la ciudad en estos años. En 1983, el Ayuntamiento de Santa Cruz publicaba un libro con el acertado título de Construir la Ciudad donde se explicitan los criterios, objetivos y soluciones generales para la revisión del Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad.

El estudio fue presentado por el entonces alcalde Manuel Hermoso Rojas, que concluyó con las siguientes palabras: “Por eso la consolidación de nuestro sistema democrático nos hace ver también con esperanza el futuro de este nuevo Santa Cruz, que de acuerdo con ese eslogan ilusionado que nos propone el Consejo de Europa será cada vez más, con el esfuerzo de todos, una Ciudad para vivir.”

El equipo técnico de la revisión estaba formado por siete arquitectos y un ingeniero de caminos, el responsable, el arquitecto José Ángel Dominguez Anadón, escribió en la presentación del trabajo. “La conclusión a la que se llega es que el nuevo Plan debe tener, en lo técnico, un claro contenido de proyecto, es decir de algo que puede ser inmediatamente puesto en obra, y en los administrativo, un sentido de regla de juego, es decir, de algo que tenga que ver con la diaria puesta de un bloque sobre otro en el edificio de la Ciudad pueda sentirse identificado, (Las negritas son mías) dicho sea sin pretensión literaria, sino como respuesta directa a los fenómenos que este estudio pondrá de manifiesto.”

Así nos ha ido, los autores del estudio dejan fuera del planeamiento cualquier forma de participación ciudadana en la construcción de la ciudad y, literalmente, solo atienden a los intereses de los que ponen los bloques. Fue toda una declaración de intenciones de unas personas que creen que el planeamiento urbano es algo que solo corresponde a los políticos, a los técnicos y a los empresarios de la construcción, por el contrario a los vecinos ni se les cita cuando explica la forma que tienen de entender el urbanismo.

Han pasado más de tres décadas, tiempo suficiente para comprobar cómo han construido la ciudad, si han conseguido un Santa Cruz para vivir; pero la realidad de la ciudad del 2015 es bien distinta y más bien parece un ejemplo de mala planificación urbana. En lo que acertaron con los autores del estudio es una forma de construir la ciudad que ignora a los vecinos, a sus necesidades y a sus demandas. Los ejemplos son múltiples y variados, desde la ubicación del auditorio al hecho de que la mayoría de clínicas y hoteles de la ciudad no cuenten con accesos, como el caso del Hotel Escuela y de su vecino estadio de fútbol.

Barrios como el de Ifara o el nuevo Santa Cruz de la zona Cabo-Llanos son ejemplos de mal urbanismo hecho por los que ponían un bloque sobre otros con la colaboración de los políticos y técnicos. Vías tan mal concebidas, y tan costosas, como la que se hizo sobre el cauce del barranco de Santos, solo sirven para que al arquitecto que la concibió, y uno de los principales técnicos del urbanismo de Santa Cruz, Juan Manuel Palerm (Sobre este “experto” en paisaje ya he manifestado mi opinión aquí), le hagan una entrevista con tanto jabón que solo se explica al conocer el nombre del periodista: el premio Canarias Carmelo Rivero. .

La mayor parte de los miembros del equipo responsable del estudio han opinado, como arquitectos urbanistas, sobre el caso de Las Teresitas y, en concreto, sobre el “mamotreto”. Exigen que no se derribe a pesar que es evidente que es parte inseparable del caso de corrupción más grave de los descubiertos en Canarias. Sus argumentos en contra de las sentencias judiciales no me han convencido, pero conociendo cual era en 1983 sus objetivos para Las Teresitas resulta comprensible, pues a ellos nunca les ha preocupado el deslinde marítimo costero ni los terrenos de dominio público.

Su propuesta era bien clara: critican el exceso de volumetría contenido en el Plan parcial vigente en aquellas fechas que preveía edificios de doce y quince plantas en el frente de playa, y dicen que se “ordenará la edificación siguiendo la concha de la playa y se establecerá una altura regulatoria de seis plantas en el plano de fachada de la misma y se admitirá una segunda línea edificatoria de baja altura.” Y para el fondo de la playa, en los terrenos ganados al mar y por tanto dominio público, proponen reservarlo para usos hoteleros y, por supuesto, no tienen en cuenta las limitaciones que les impone el deslinde en los terrenos de titularidad estatal.

La imagen resultante hubiese sido una playa llena de edificios tapando su seña de identidad: los riscos de Anaga. Por si fuera poco llenar de edificios la playa, proponen usos residenciales extensivos en los valles de Huertas y el Cercado. Hacen unas propuestas urbanísticas que suponían una alteración irreversible del paisaje de la playa, además promueven un número de viviendas que implican un gran crecimiento de la población residente y, curiosamente, no se les ocurrió pensar como iban a entrar y salir diariamente de una zona que es un fondo de saco circulatorio, como se comprueba cada vez que hay una afluencia masiva a la playa.

No solo San Andrés tiene un problema con el tránsito, barrios como María Jiménez o Valleseco cuentan con los mismos accesos que hace treinta años mientras que su población ha experimentado un aumento espectacular. El disparate hecho con la plaza de España ha dejado a la ciudad sin el lugar tradicional para las concentraciones populares, la conexión puerto ciudad es de pena y la conservación del patrimonio histórico es lamentable y el último ejemplo lo tenemos con la “restauración” del puente del Cabo. Esta es la ciudad que han construido Coalición Canaria y sus técnicos. Es coherente, por tanto, que unos y otros sigan defendiendo el pelotazo de Las Teresitas, mamotreto incluido, ya lo hacían en 1983.

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