Más de 200 personas y 1.000 animales muertos: el resultado de la peor tormenta en Tenerife desde que hay registros

La llamada tormenta de San Florencio, también conocida como el Aluvión, arrebató vidas, casas, animales y el futuro de muchas familias canarias. Más de 21 pueblos del norte de Tenerife sufrieron las consecuencias de lo que a día de hoy se recuerda como el peor desastre meteorológico en la Isla desde que se tienen registros.

Más de 200 personas perdieron la vida tal día como hoy, en la noche del 7 al 8 de noviembre. Los municipios afectados por estas fuertes lluvias fueron el Puerto de la Cruz, con 32 víctimas; La Villa de la Orotava, con 104; el Realejo alto, con 25 personas; el Realejo bajo, con 14; La Guancha dejó 52 fallecidos; San Juan de la Rambla, 10; Icod de los Vinos, cinco y Santa Úrsula, uno. Esto deja un total de 243 personas, sin embargo, existen diferentes crónicas que recogen que en realidad fueron 293 las víctimas de este incidente.

En cada uno de los territorios se vivieron hechos desafortunados, uno de ellos fue el naufragio de una fragata en el Puerto de la Cruz que provocó que 15 de los 19 tripulantes que llevaba la embarcación, fallecieran.

Este evento meteorológico hizo que cientos de vidas humanas llegaran a su fin, sin embargo, también se cobró la de los animales. Unos 1.009 son los que la tormenta arrebató, registrando los máximos en La Villa de la Orotava, unos 591.

Una boda truncada por la catástrofe

El Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife, concretamente el Archivo Zárate Cólogan, describe los estragos que la terrible tormenta provocó hace casi 200 años. Se relatan historias y anécdotas de lo que vivieron los afectados ese día. Una de ellas describe cómo un joven de La Guancha salvó a su futura esposa y a los padres de ésta, teniendo poco después el fatal desenlace de ser víctima de una riada provocada por el temporal. La novia, al ver lo ocurrido, se precipitó al agua tras él.

Los bosques también fueron protagonistas, pues los montes de este municipio norteño fueron arrollados por las aguas que descendían del Teide. Tan solo quedó en pie un único pino. Tal y como reseñan, el barranco se dividía en cuatro brazos, los cuales hicieron que los habitantes del pueblo no se vieran tan afectados. “En este pueblo no hubiera quedado ni un viviente”, recoge el archivo.

Relato del acontecimiento

Don Antonio Santiago Barrios, beneficiario de la parroquia de Santiago Apóstol, reseñó en 1944 lo ocurrido a partir de la copia original que se encuentra archivada en dicha parroquia.

Tal y como recoge, los inviernos desde 1820 habían sido muy benignos, con aguas muy serenas y los veranos apacibles. En 1824 reinaba la sequía, de modo que en abril y mayo casi se pierden las cosechas. En aquel entonces y por orden del Obispo José Martinón, se realizaron en todas las parroquias del Archipiélago rezos públicos “para implorar las lluvias que tanto necesitaban los campos”. Según relata, en mayo hubo abundantes cosechas de trigo, millo, vino y papas.

En 1826, el año de la tragedia, se había experimentado un tiempo caluroso y con muy pocas lluvias. “Llegó el amanecer del día 7, muy oscuro, triste, lleno de nubes y haciendo algún viento. Al paso que sus horas iban creciendo, se iba aumentando la oscuridad”, relata Antonio Santiago Barrios.

Durante todo el día se escuchaban ruidos, los habitantes desconocían el origen. Algunos decían que venía del mar, otros que era simplemente viento. Sobre la una de la madrugada los relámpagos, el fuerte viento y las lluvias obligaron a los norteños a refugiarse en sus casas. A las 10 de la mañana del día siguiente amanecieron pensando que lo peor ya había pasado, sin embargo, esta tragedia les persiguió hasta el 9 de noviembre cuando por fin la tormenta cesó. A partir de ahí, solo se escuchaban llantos de aquellos que habían perdido familiares, ganado, casas e incluso terrenos.

Estragos en el Realejo Bajo narrados por Antonio Barrios

“En este lugar había un puente de fábrica regular de piedra y cal, y formaba su piso unas vigas de tea muy fuerte, y sus parapetos muy decentes; a la puerta del naciente, por la parte de arriba, adornaba la calle, hasta los parapetos del puente, un muro hecho con bastante gusto, y a la parte de abajo había tres casas de alto y bajo, y por este mismo lado, hacia abajo del barranco, había una calle que tenía cuatro casas, y la última de abajo era la carnicería, y un poco más abajo estaba la casa de los Beltranes de alto y bajo, con un gran lagar por la parte del poniente del puente; al lado de arriba había otra casa terrera grande que llegaba casi al puente; y todas estas nueve casas y el puente perecieron la noche del aluvión del siete a ocho de noviembre, pereciendo igualmente con ellas catorce personas. En este pueblo y jurisdicción no aconteció ningún otro hecho digno de escribirse”, relataba Antonio Santiago Barrios.

Estragos en San Juan de la Rambla narrados por Antonio Barrios

“Este pueblo fue uno de los que más sufrieron en el aluvión de la noche del siete a ocho de noviembre. Antes de esta desgraciada noche era este pueblo, aunque pequeño, muy hermoso, y sus habitantes se habían esmerado en su aseo y presentaba un golpe de vista muy agradable; tenía un puente regular a la entrada de la plaza de la parroquia, por la parte del naciente de ésta; sus calles estaban muy bien empedradas, y todo él. El aspecto público estaba con el mayor aseo; más, la noche del aluvión quedó todo arrasado como así su ayuntamiento; lo dice un acta extendida el día treinta de noviembre de 1826”, explicaba.

“Además de lo referido en el acta de aquel ilustre ayuntamiento que tuvo cuidado de dejar escrito en su archivo lo sucedido en aquel pueblo en la noche triste y aciaga del siete de noviembre, en el pago de Santa Catalina, donde el día 25 de noviembre aquellos vecinos celebraban con mucho aparato y regocijo a la virgen y Mártir Santa Catalina. Esta Ermita estaba muy aseada; la imagen de la Santa era nueva y de mucho gusto y su plaza la cubría un hermoso parral, y la noche del 7 de noviembre, un nuevo barranco que se formó por la parte de arriba o un brazo del barranco ni mediado que se desprendió de éste y que con mucha violencia bajó por aquellos riscos se la llevó de cimientos, no quedando ni un débil vestigio de ella, y solo se adivinaba dónde estuvo por un pedacito muy corto del parapeto que dividía la plaza del camino y que las aguas dejaron por la parte de arriba de la plaza. Aquí creo que se llevó la bodega del Sr. Del Valle”, describía el beneficiario de la parroquia.

Investigaciones más recientes

Por su parte, dos investigadores de la Universidad de La Laguna, José Bethencourt-González y Pedro Dorta Antequera, del Departamento de Geografía, publicaron un documento en el que analizaban y comparaban este evento con el Delta del año 2005.

Destacaron que la “Tormenta de San Florencio” registró daños incalculables. En el recuento realizado por los investigadores se muestra que, solamente en la isla de Tenerife, fueron destruidas más de 600 casas de particulares. A ello se suman los daños causados en los montes de las Islas, especialmente en la agricultura, con pérdidas de suelo que pudieron superar el 30% en algunas áreas. Pero afirman que las mayores pérdidas se registraron en vidas humanas, pues las fuentes consultadas hablan de “infinidad el número de muertos” y de “cadáveres flotando” en los días posteriores a la tormenta, debido al arrastre producido por la imponente fuerza de los barrancos. Según el recuento de la documentación disponible, sólo para la isla de Tenerife pudo haber 298 fallecidos, cantidad que se probablemente incrementará con investigaciones futuras y con los datos del resto de Islas.

La AEMET ha recordado este lunes a través de Twitter esta tragedia:

En la red social Twitter existe un hilo muy interesante desarrollado por un perfil que recoge todos los conocimientos del cronista tinerfeño José Agustín Álvarez Rixo, que falleció en 1883 y que dejó muchos y variados testimonios sobre el siglo XIX en Canarias.

Les dejamos a continuación el acceso directo a este hilo: