Asier Antona, el flamante presidente del PP en Canarias (se proclamó líder elegido por los militantes de su partido en el congreso regional celebrado el fin de semana pasado en Gran Canaria), no salió fotografiado este domingo pasado en la ya histórica primera plana del diario ABC, pero seguro que tampoco le hubiese importado.
Según lo apreciado en la tarde de este martes en el Parlamento de Canarias, con una visión más propia del plano picado que del contrapicado, Antona ama hasta la extenuación la espiritualidad, se empeña muy a menudo en los mensajes reconciliadores y siempre que puede edifica un discurso que rebosa de consignas de paz. De esta manera, principalmente lo vivió este observador en las partes media y final de la intervención central de Antona en el pomposamente llamado debate sobre el estado de la nacionalidad canaria.
Lo primero que hay que decir es que, si Antona maneja como nadie los mensajes de paz, amistad y perdón, muy atrás no se queda en el dominio de la tauromaquia. El portavoz parlamentario del PP, nada más entrar al ruedo, renegó del epígrafe nacionalidad canaria, que España debe prevalecer ante todo, y optó por referirse a la convocatoria que lo llevó al estrado con una construcción gramatical más propia del mismo Rajoy: el “debate general sobre el estado de Canarias”.
Por si acaso, llegó marcando bien el territorio. Esto de entrada, que nacionalismo, cuanto menos, mejor que mejor. Luego, las dos estocadas a los primeros toros que aparecieron en el ruedo, ambas mortales: para el astado de la ganadería de CC, una, y para el astado de la del PSOE, la otra. Tumbados sobre la arena, Antona mandó a arrastrarlos, unidos, hacia las cuadras. Algo así ocurrió, y valga la metáfora.
Asier Antona eligió, y en esto no fue nada original, un inicio con palo duro y unos tramos medio y final en los que fue enseñando la zanahoria hasta que el presidente Fernando Clavijo la mordió con un “estamos de acuerdo con sus cinco medidas urgentes”. Réplica y contrarréplica concluían sin alharacas, en una especie de sí quiero.
El PP ocupó este martes el centro del debate, la posición de árbitro de silla en el partido de tenis que jugaron CC y PSOE, y parece que no le ha ido nada mal. Asier Antona siente que tiene la sartén por el mango en la coyuntura política que ha nacido tras la ruptura del pacto entre nacionalistas y socialistas y con el nuevo Gobierno español del PP. Esta sensación no lo deja vivir: lo tiene hinchado.
Tras las dos estocadas del segundo uno, con los toros ya rendidos sobre la arena, hubo más leña al fuego y más revolcones. Antona mató primero y siguió matando después, pero solo un ratito, no mucho, que si no CC igual se cabrea y entonces...
El líder del PP vino a decir que la pelea primigenia que se escenificó en este debate parlamentario entre los antiguos amantes del Gobierno de poco ha servido a los canarios (ha sido algo “bochornoso”). No hacía falta dispararse tiros con los pacientes de la sanidad pública y los usuarios de los servicios sociales. Esta acción de tirar y devolver, de devolver y tirar, a Antona le pareció un verdadero horror, algo totalmente intolerable y muy reprochable, aunque jamás reconoció haber visto cosa similar entre los de su partido, ni en las intervenciones aún recientes de Mercedes Roldós, en sus sonadas críticas tras dejar el puesto de consejera de Sanidad. Es lo que tiene la amnesia; perdón, el olvido interesado.
A mensaje bien subrayado en el discurso de Asier Antona, banda sonora con batucada casera (algo también utilizado por los otros dos grandes, CC y PSOE, cuando a ellos les tocaba hervir la sala). Y así una y otra vez, hasta el mayor de los aburrimientos.
Antona se veía en el centro, no en el centro político, pero sí quizá como el pegamento capaz de unirlo todo y dar paso a la estabilidad necesaria. Claro que sí. Antona, tras su versión de matador con traje de luces, tras dar el palo antes de entregar el alimento de la zanahoria, poco a poco, se paró un momento para compartir las medidas que, según él, conducen a la salvación, despejan el camino hacia el futuro. Son 80, ni una más ni una menos, 80, el número que en este caso representa la buena nueva.
Pero de esas 80 acciones, antes de que este barco que es Canarias se hunda hasta el mismo lecho abisal, sin posibilidad entonces de mantenerlo a flote, las islas necesitan con extrema urgencia al menos cinco, cinco pinchazos de adrenalina para recuperar las constantes vitales. Y, casualmente, de esta medicina, de esta terapia de choque, también tomó Fernando Clavijo. De fondo no se escucharon acordes nupciales, pero la casa de todos los canarios, antes sede del conservatorio de música de Santa Cruz, hubiera soportado en ese momento, sin deslumbrar a los presentes, la entrada con notas sinfónicas de la banda municipal.
Antona entró a matar, y mató; luego repartió vaselina de menos a más; recetó los calmantes y, con la peña en duermevela, invitó a todos los presentes a darse la mano en son de paz. Feo estaría que mensaje tan aceptado en el plano humano solo se dirigiera a las huestes de Clavijo, sobre todo porque aún no es el momento de despejar la equis que ya no es incógnita.
Una vez queda bien nítido, completamente transparente, que lo anterior, el pacto de 18 meses entre CC y PSOE en el Gobierno de Canarias, no ha servido de nada, se activa la operación de salvación de todos los males que hay en la comunidad autónoma y el aquí estoy yo, una especie de conseguidor posmoderno, para resolverlo todo. De camino se recuerda, en clave algo subliminal, que otra vez tiene que ser alguien del PP el que asuma tan dura papeleta. Pero no importa: para eso llegamos y tan contentos.
Ya hacía tiempo que Antona había abandonado su mayor intensidad en el uso de expresiones como “bochornoso”, “tirarse los trastos a la cabeza”, “jugar con los pacientes”... Esto había quedado atrás, pero aún con apariciones puntuales y bien medidas, porque terminada la corrida, o sea, muerta la rabia, había que resucitar al socio, y esto entonces se hace casi por arte de magia. Y retorna el aquí estoy yo, en representación del PP, para decir que “ahora sí empieza el debate general sobre el estado de Canarias”. Lo anterior solo eran guerras y más guerras, pacientes que vuelan de una bancada a otra, peleas intestinas con membretes de sanidad y asuntos sociales.
La solución al desierto que hoy es Canarias el propio Antona la había trabajado y la tenía muy clara, y también sabía que debía servirla desde el estrado con dotes de predicador. La solución, sus señorías, son mis 80 medidas para llevar a Canarias al futuro más prometedor, y de estas, de las 80, cinco para ya, cinco para salir de la UVI y pasar al enfermo a la UCI, incluso para llevarlo a planta, donde ya, apostado en la cama de la recuperación definitiva, Clavijo se debe prestar al preconcebido encuentro y al unamos nuestras fuerzas por Canarias.
Antona advirtió que estaba allí, en el mismo centro del debate y de la política canaria y quizá en el mejor lugar estratégico del momento, para “liderar la actividad en un gobierno alternativo que permita salir del actual punto muerto”. Lo oye usted, Clavijo. Yo, el PP, soy la “alternativa para resolver con urgencia los problemas de Canarias”. ¿Cómo...? Pues con mis 80 soluciones, ni una más ni una menos: 80. Pero antes hay que estabilizar al enfermo y, para esto, las primeras cinco, que no queda otra tras comprobar que el “fracaso del PSOE y CC ha sido el mismo fracaso de Canarias”.
Y así, uniendo líneas entre puntos separados por pequeños espacios, se llega a que lo urgente es evitar que el muerto se confirme como tal, para lo que, primero, el tan mentado crédito extraordinario de este año hay que dedicarlo íntegramente a las áreas de sanidad, servicios sociales y educación; segundo, se va a necesitar la definición de un plan sanitario para dotar de más personal esa misma área, para salir del actual atolladero; tercero, hay que buscar una potente inversión para atender el aprendizaje de los idiomas (algo ya apuntado por Clavijo en una región que solo vive del turismo, o casi); cuarto, otro plan urgente que garantice la diversificación y la internacionalización de la economía regional, y quinto, la ayuda fiscal a las empresas y las familias canarias (la bajada de impuestos), esto ya en el ejercicio de 2018. Luego, recuperado el moribundo, vendrán las 75 medidas restantes, las de la estabilidad total, que, por ahora, no se sabe bien. No había tiempo para tanto.
Dibujado el camino que conduce al cielo, a la salvación, solo faltaba la aparición de Fernando Clavijo, que lo hizo en su turno de réplica y dio la aceptación, el sí quiero. A Clavijo le pareció bien esa batería de cinco planes y entonces solo se echó de menos la banda de música.
Antes de esa sintonía perfecta en las medidas de choque, Asier Antona, quizá en un brote de optimismo incontrolado, llegó a decir que “todas las cosas buenas que han ocurrido en esta tierra [en la actual legislatura] han sido obra del Gobierno español del PP”. Amén.
Como el matrimonio debía ser con todos y todas, la mano tendida por el PP del nuevo aunque viejo Asier Antona llegó a todos las estancias de los grupos parlamentarios y así, lo que estaba concebido como el encantamiento con freno a CC, pasó a convertirse en un espacio homogéneo y amplio de paz, sin derechas ni izquierdas ni centros, sino todos unidos en un corro, con las manos entrelazadas y cantando al unísono un nuevo estribillo en el que se repite hasta la saciedad “hablemos de esa Canarias real”, “nos vamos a necesitar todos”, “dejemos atrás todo lo anterior”.
Más o menos, así terminó la homilía. Subió Clavijo, ya cansado de tanta partida de tenis de mesa, y se mostró de acuerdo en lo esencial. El noviazgo camina e igual pronto hay boda. Antes habrá que casar los Presupuestos Generales del Estado de 2017. Si esta ceremonia termina con el arroz tirado por fuera de la iglesia, ¡ya verán ustedes...!
No se comprometan, que igual pronto hay otro enlace, y mucha fiesta añadida.