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Cuando Tenerife fue el epicentro de la COVID en España: un año del pionero aislamiento de todo un hotel para evitar el contagio de cientos de personas

“La noche del 23 de febrero de 2020 me comunican que había saltado un positivo de COVID-19 en Tenerife, un turista italiano que se encontraba alojado en el H10 Costa Adeje Palace”. Así arranca el relato de Clara Gironés-Bredy, directora médica de la Gerencia de Atención Primaria de Tenerife y coordinadora general del operativo sanitario desplegado hace justo un año en este hotel ubicado en el sur de la isla. El turista, un médico de 61 años que pasaba sus vacaciones en la isla acompañado por su mujer y un grupo de amigos, se convertía entonces en el tercer caso de coronavirus detectado en España. “Lo que vivimos esas dos semanas fue inédito, ocurrió en un momento en el que se sabía bastante poco de la enfermedad”, agrega la coordinadora en una entrevista concedida a este medio. 

La incertidumbre y la falta de experiencia llevó al Gobierno de Canarias, a través de Salud Pública, a tomar la rápida decisión de aislar al establecimiento completo, y así, el 24 de febrero, el hotel cerró sus puertas con 893 huéspedes y 263 trabajadores en su interior. “La consejera de Sanidad en ese momento, Teresa Cruz, tomó esta decisión al considerar como contactos estrechos a todos los que estaban en el hotel en ese momento”, completa Clara.

Con esa sensación de inquietud ante un virus desconocido, arrancaron las primeras 12 horas “frenéticas” del operativo sanitario. “Tuvimos una reunión a primera hora de la mañana, en el Hospital de La Candelaria, con los gerentes, directores médicos y de enfermería de los dos hospitales de referencia de Tenerife, la gerencia de Atención Primaria y del Servicio de Urgencias Canario (SUC). El objetivo era definir las líneas de actuación y repartir las tareas”.

Mientras esto ocurría, sonaba el teléfono del alcalde de Adeje, José Miguel Rodríguez Fraga. Era el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, quien le comunicó la decisión de cerrar el hotel por un positivo de COVID-19. “El 24 de febrero de 2020 fue un día complicado. Primero recibimos la llamada del presidente regional, anunciando el aislamiento del H10, entonces nos invadió la duda, pensábamos que la noticia iba a ser contraproducente para nuestro destino turístico. Con el tiempo, hemos visto que la medida fue acertada y ejemplar”, cuenta a Canarias Ahora el concejal de Turismo del municipio sureño, Adolfo Alonso.

“Fue un momento difícil, sin duda alguna, de gran responsabilidad, porque se trataba de un asunto completamente nuevo, casi sin precedentes. No vacilamos, teníamos claro que era mejor equivocarse cerrando el hotel, que equivocarse dejándolo abierto. Asumimos la responsabilidad. Visto hoy, creo que fue una medida acertada, aunque en ese momento fuera muy cuestionada por la sociedad”, añade Fraga.

También ese 24 de febrero una llamada puso en alerta al enfermero tinerfeño Óscar Abreu. “Nos comunicaron que teníamos que ir al hotel donde se había detectado un caso positivo de coronavirus. En un principio sentí mucha incertidumbre, no sabía a lo que me iba a enfrentar. No obstante, por cuestiones profesionales, yo y mis compañeros nos vimos en la obligación de ir y formar parte del equipo sanitario en el Costa Adeje Palace”. 

Lo primero era registrar el número exacto de huéspedes, identificar a los niños y niñas (más de 200) y organizar el dispositivo sanitario. Era todo tan nuevo que el Hospital de La Candelaria tuvo que acelerar la formación de los sanitarios, que se fueron incorporando al dispositivo paulatinamente. “Hicimos una batida, habitación por habitación, para enseñar el protocolo a los 893 huéspedes. También tuvimos que hacer un pedido grande de termómetros, mascarillas e hidrogel al Colegio de Farmacéuticos. Los enfermeros comenzaban a llegar ataviados con sus equipos de protección individual (EPI) para tomar la temperatura a casi un millar de personas y señalar quiénes eran potenciales pacientes COVID para luego hacerles una PCR”, apunta Clara Gironés-Bredy, quien, junto a Marcela Posca-Maina, directora territorial del SUC de la provincia de Santa Cruz de Tenerife; Ramón Pinto-Plasencia, director de Enfermería de la citada Gerencia, y Verónica Suárez, subdirectora de Enfermería del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, se mantuvieron al mando del operativo. “Llegué el primer día con la intención de irme a casa por la noche, pero no volví. Nos quedamos en Adeje los 14 días que duró la cuarentena”.

El hotel se mantuvo cerrado hasta el 10 de marzo, cuatro días antes del histórico decreto del estado de alarma y su consiguiente confinamiento nacional. Sin embargo, desde el 28 de febrero un gran número de huéspedes fueron abandonando el establecimiento al demostrar que no se habían contagiado del que entonces llamaban “virus de Wuhan”. En total se registraron siete contagios, además del turista italiano, que fue hospitalizado en La Candelaria: su mujer y cuatro amigos dieron positivo en sus PCR. El séptimo caso fue inesperado: una turista británica. “Nunca se llegó a saber bien cómo se había contagiado, lo cierto es que su carga viral era muy baja”, revela Clara Gironés-Bredy.

14 días de anécdotas

“En los 14 días que duró el aislamiento sumamos cientos de anécdotas. Recuerdo con mucha ternura a los psicólogos de emergencias que, en un momento dado, detectaron que los niños y niñas estaban viviendo de forma extraña, no muy saludable, la cuarentena. Algunos no entendían bien por qué estaban allí. Se hizo un trabajo espectacular para que el abordaje de aquel momento fuera algo más lúdico, incluso mágico. Un día vi a una psicóloga haciendo cuentos personalizados para los niños del hotel que luego les contaban por la noche por teléfono”, rememora a propósito del aniversario la coordinadora del operativo. Tampoco se olvida del huésped que logró escaparse del hotel. “Se quería ir, le daba mucha angustia no poder salir del hotel porque había venido de vacaciones y no entendía por qué tenía que quedarse. Luego comprendió que era necesario por su bien y el de todos”.

Al enfermero Óscar Abreu, lo que más le llamaba la atención era la “aparente normalidad”. “Los huéspedes intentaban pasar lo mejor posible esas semanas, tanto niños como mayores que, a pesar de estar en sospecha de haberse contagiado de COVID, una enfermedad nueva, pasaban sus vacaciones lo más normal que podían”.

Para el alcalde de Adeje la mejor anécdota fue la incorporación del personal del hotel para ayudar a sus compañeros. “Recuerdo la preocupación enorme por los huéspedes, también por los trabajadores que, con gran coraje y valentía, decidieron quedarse o entrar al hotel a ayudar. Eran mil personas a las que había que atender en unas condiciones extrañas para evitar los contagios. Fue una experiencia muy humana y enriquecedora”.

H10 Costa Adeje Palace, escuela para aprender lo que vendría después

Óscar Abreu trabaja en estos momentos en el Hospital Universitario de Canarias con pacientes COVID. “Gracias a todo lo aprendido en el aislamiento del H10, cuando retorné a mi puesto de trabajo en el hospital, pude ayudar a mis compañeros, pude enseñarles cómo llevar esta situación”.

Esta experiencia sirvió de ejemplo para todo el país y para el mundo. “Nunca se había aislado un hotel completo con el personal dentro. El resultado no pudo ser mejor: no se expandió el virus y la gente fue bien atendida, al punto de que muchos han vuelto al hotel en los últimos meses”, comparte José Miguel Fraga.

 Para Clara Gironés-Bredy, el mayor aprendizaje fue “saber que, ante un positivo, sus contactos estrechos deben ser rastreados; que el trabajo en equipo es clave, y que sin salud no hay economía”. La coordinadora recuerda el dispositivo como un “auténtico éxito”, aunque señala que pudo fallar la comunicación hacia el exterior. “Es algo que pudimos mejorar, pero esto lo sabemos ahora. En aquel momento el tiempo era lo que era y apremiaba garantizar la seguridad de quienes estaban dentro, pero es verdad que se pudo evitar la angustia generada por la incertidumbre y el desconocimiento, tanto hacia los medios de comunicación como dentro del hotel. No obstante, la gente se sintió muy bien cuidada, eso lo conseguimos. De hecho, seguimos recibiendo agradecimientos de cónsules y de los propios turistas”.

 “Si volviera a suceder algo así, quizá tomaríamos las mismas medidas que se adoptaron entonces, pero ahora con más previsión, porque sabemos las dimensiones de esta enfermedad. Hemos aprendido a valorar que nada es definitivo, que somos vulnerables, también ha servido para reinventarnos, para no tirar la toalla, para pelear por lo nuestro y ser optimistas”, cierra con broche de oro Adolfo Alonso.