El juzgado que desde hace casi diez años investiga qué le pasó Yéremi Vargas ha concluido la ronda de declaraciones que abrió este verano después de la Guardia Civil pusiera a su disposición a Antonio Ojeda, El Rubio, como principal sospechoso de la desaparición del niño de Vecindario.
El abogado de la familia del pequeño, Pedro Sáchez, ha reconocido este lunes que desconoce cómo seguirá el procedimiento, ya que el juez todavía no se ha pronunciado sobre las últimas pruebas que los Vargas han solicitado: una reconstrucción de lo que pudo ocurrir el 7 de marzo de 2007 y un careo entre El Rubio y un compañero de celda que asegura que le confesó que “hizo desaparecer” a Yéremi.
La respuesta del juez instructor podría producirse en unas dos semanas, lo que dará además orientaciones sobre cuál puede ser el futuro del procedimiento abierto contra Antonio Ojeda, ha indicado.
De los cinco testigos que han declarado este lunes el letrado de familia considera que el “único elemento clave” es lo relativo a unas afirmaciones que hizo El Rubio en su momento, cuando contó que había visto a una señora llevarse a un niño el sábado 10 de marzo de 2007, día de la desaparición, a las 12.30 horas en un turismo marca Seat Toledo del que aportó la matrícula.
Sin embargo, la Policía ha comprobado que ese vehículo pertenece al Ministerio de Defensa y que quien lo conducía en aquel entonces era un joven que este lunes ha declarado al juez que no lo usó aquel día, debido a que sólo trabajaba de lunes a viernes.
Para la familia, es “bastante probable” que el coche no estuviera en ese momento en las cercanías del solar donde se perdió la pista de Yéremi Vargas y que Ojeda lo citara porque quizás vio ese turismo dos días más tarde en la Recuperadora Canaria, lugar de gestión de residuos que frecuentaba, dada su dedicación a la chatarra.
Otro de los testigos que ha comparecido este lunes ha recordado haber visto a El Rubio en los alrededores del bar Nisio, que se encuentra al final de la calle donde desapareció Yéremi, aunque “no concretó lo suficiente”.
Y otro testigo más, encargado del vertedero del sur de Gran Canaria en las fechas en las que desapareció el niño, ha acreditado que entonces no había control de entraba y salida de las instalaciones, ni de lo que allí se depositaba, como animales muertos.
Por su parte, un chatarrero de la época ha corroborado que Antonio Ojeda frecuentaba ese vertedero, mientras que una chica, hija del dueño del bar que frecuentaba Ojeda, “vagamente recuerda” si lo vio por la zona antes o después de la desaparición.