La ‘borrachera’ de visitantes e ingresos turísticos ciega la apuesta por la sostenibilidad en el motor económico de Canarias

Román Delgado

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El turismo en Canarias no solo marcha bien, sino que incluso se puede afirmar que camina estupendamente. Es solo lo que señalan algunos datos oficiales macroeconómicos; es decir, el análisis, por ejemplo, de los registros de turistas extranjeros y nacionales atendidos en los siete primeros meses de 2023 en todas las islas, junto con la evolución de los ingresos por actividad turística tradicional (la función que realizan los hoteles y apartamentos) y el gasto de los turistas que llegaron al archipiélago en los dos primeros trimestres del año en curso. 

También es lo que se refleja el espejo de las pernoctaciones turísticas, en el que el destino Islas Canarias aparece entre las regiones NUTS 2 (territorios básicos normalmente utilizados para la aplicación de políticas regionales y con una población que oscila entre 800.000 y tres millones en la Unión Europea) con mayor número de pernoctaciones al año.

Atendiendo al examen de las mencionadas variables, siempre con el punto de partida de fuentes oficiales (Promotur, Istac e INE, en este último caso a partir de las aportaciones de las herramientas que ofrece Frontur y Egatur), Canarias cerró el mes de julio de 2023 con la visita de nada más y nada menos que 9,17 millones de turistas con origen en el extranjero (8,07 millones) y nacional de Península y Baleares (1,1), lo que significa un incremento porcentual del 15,4% respecto al mismo periodo de 2022 (con 14,62 millones ese año y 12,6 de extranjeros), un año que se acercó a lo normal (aún en la salida progresiva de la COVID), a los mejores del anterior decenio (2016 y 2017, por encima de los 15 millones de visitantes al año y con casi 16 millones en el último de esos dos ejercicios).

Ahora bien, el bum que viven las islas en llegada de turistas, con tan elevado aumento en este 2023, proyecta un global de entrada de visitantes al final de año por encima de los 15 millones de personas e incluso superior al umbral registrado para 2019, el año previo a la aparición de la pandemia por el coronavirus. 

Lo que guerras y revueltas a veces regalan

En el año 2019, Canarias atrajo a 15,11 millones de turistas, 0,86 millones menos que el récord histórico en llegadas de 2017, en plena coyuntura bélica y de rebeliones nacionales en el Mediterráneo, entre otros factores que influyeron en tan elevado resultado (se cifra el desvío de turistas a Canarias por este motivo en más de un millón).

Pues bien, en el año en curso, de mantenerse ese ritmo promedio de crecimiento en las llegadas o incluso si este se aminora un poco, las islas superarán la barrera de los 15 millones de turistas por año otra vez y estarán muy cerca, si es que no se consigue, de obtener la segunda mejor marca en recepción de visitantes de toda su historia; esto es, por encima de la cota de los 15,5 millones, ahora la cifra global de 2018 y la segunda más potente de las registradas siempre el archipiélago. La superación del registro de 2019 ya casi se da por hecha. 

Además, hay otras proyecciones de interés que apuntan en esa misma línea: el aumento de las plazas aéreas este verano (que se cierra con septiembre) y la subida del 8,5% en la oferta de asientos en aviones para la temporada alta de invierno (2023-2024), siempre en relación con los mismos periodos precedentes,

Subida de nuevo al tren más rápido

Tras la pandemia de la COVID, el confinamiento por esta pandemia (desde marzo de 2020) y los problemas de movilidad nacional e internacional debido a los controles para evitar contagios y propagaciones del coronavirus, con efectos muy drásticos en el turismo en 2020 y 2021, sobre todo en esos dos ejercicios, Canarias se sube de nuevo al tren más rápido para captar más y más turistas, lo que es obvio que logra, pero, sin duda, esto tiene otras consecuencias no tan ventajosas, principalmente en el ámbito de la sostenibilidad y de la capacidad de carga que pueden soportar las islas más receptoras: Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura.

El turismo, en términos de llegadas e ingresos, con la excepción del caso peculiar de la isla de La Palma (erupción volcánica y problemas estructurales en la conectividad aérea no la dejan despegar, entre otros impedimentos), va viento en popa en el archipiélago, tanto que a la presencia constante y mayor de extranjeros y peninsulares en espacios turísticos de las islas se ha unido, como es lógico, un incremento notable en los ingresos obtenidos.

En efecto, el turismo va bien, pues llega mucha gente a las islas, y la caja que se hace cada vez es más voluminosa. Si esta es la lectura, seguro. El binomio funciona, y tanto que, a la subida en las llegadas de visitantes del 15,4% en los primeros siete meses de 2023 (enero-julio) respecto a la misma etapa de referencia del año anterior, hay que unir otros dos indicadores de renta (económicos) muy relevantes: uno, los ingresos totales por turismo en establecimientos tradicionales (hoteles y apartamentos), que crecen el 21,6% (2.657 millones hasta julio), debido a la mayor afluencia general de clientes y al aumento de los precios (por encima de la inflación general en España), las dos cosas a la vez, y un segundo elemento, el gasto turístico total que se dispara y logra un alza del 22,9%, con 9.095 millones de euros en los dos primeros trimestre del año, de enero a junio (los registros más recientes), y con un promedio por visitante y día de desembolso de 155,4 euros. Este valor absoluto supone un aumento del 2,1 % respecto al mismo periodo de 2022.

Las cuestiones relevantes que quedan pendientes

Canarias tiene más turistas, muchos más que en 2022 y se prevé que termine el año con más que en 2019 y tantos como en 2016, y además Canarias ingresa más por la actividad en la que está especializada y el gasto de los que visitan las islas se dispara. 

Sí, el turismo va viento en popa y a toda vela. Pero esto solo es así mientras no se hable de qué pasa con el impacto en la sostenibilidad medioambiental, social e incluso económica (mejor redistribución de la riqueza) de la actividad y con los efectos demoledores de la quizá excesiva capacidad de carga en algunos territorios insulares. Son asuntos no afrontados de frente, aparcados. 

Una vez más, esas dos discusiones, junto con la ya famosa implantación de la ecotasa (en el dique seco, incluso su discusión profunda, y con opiniones contrarias a su implantación entre expertos de la Cátedra de Turismo de la ULL) o la limitación directa o indirecta de las llegadas, se han abandonado en la cuneta, aunque ya nadie conciba en Europa un desarrollo sostenible y duradero del turismo sin el análisis de tales parámetros, algo bien reflejado en el proyecto por ahora aparcado o no suficientemente impulsado de la Agenda Canaria 2030. Si no se vela por la sostenibilidad, está claro para algunos expertos que el crecimiento a medio y largo plazo del turismo se detendrá y la tendencia de crecer y crecer ya se revertirá.

Las islas, sus gestores públicos y sus agentes económicos y sociales, siguen sin quitarse la venda de los ojos: no quieren ver el futuro, emborrachados otra vez con el rico presente.