La teoría del intercambio social o por qué los pobres defienden el turismo con más ahínco que los ricos en Canarias

Turistas en Playa del Inglés, en Gran Canaria

Toni Ferrera

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El Instituto Canario de Estadística (ISTAC) publicó esta semana los resultados de una novedosa encuesta sobre la percepción turística en el Archipiélago meses después de las multitudinarias manifestaciones que exigieron un cambio de modelo económico en las Islas.

Las respuestas del sondeo muestran que el 69% de los canarios cree que el turismo impacta en el coste de la vida, el 76,4% opina que el sector contribuye al desarrollo económico de la comunidad y el 60,9% asegura que genera demasiados residuos y contaminación.

Las cifras difundidas por el ISTAC solo permiten discriminar los resultados según sexo y grupo de edad. Pero los microdatos sí recogen la diferenciación de los encuestados por clase social y reflejan que, cuanto más bajo es el estatus socioeconómico, mayor es la defensa del turismo con carácter general.

El ISTAC entrevistó a unas 2.232 personas. De ese total, 221 aseguraron formar parte de la Clase Social I, aquella que engloba a directores y gerentes de establecimientos de diez o más asalariados y a profesionales tradicionalmente asociados a licenciaturas universitarias; 144 manifestaron sentirse de la Clase Social II, que recoge prácticamente lo mismo, pero esta vez hace mención a directivos con menos de diez empleados; 378 se integraron en la Clase Social III, que hace referencia a ocupaciones intermedias y trabajadores por cuenta propia; 200 se enmarcaron en la Clase Social IV, es decir, supervisores y personal en empleos técnicos cualificados; 671 en la Clase Social V, o lo que es lo mismo, agricultores y otros profesionales semicualificados; y 407 en la Clase Social VI, esto es, trabajadores no cualificados. Otros 212 prefirieron no contestar a esta pregunta.

Pues bien, con esta distinción, las cifras del sondeo muestran que el apoyo a la propuesta de potenciar el turismo como uno de los motores básico de la economía canaria es mayor a medida que desciende el nivel social del entrevistado. Ocurre lo mismo con la idea de que los beneficios de la industria son muy superiores a sus costes. Las clases sociales V y VI están más de acuerdo o simplemente de acuerdo con ello que las de los niveles I y II.

Como es lógico, esto significa que las críticas hacia el sector provienen de las clases más adineradas. Estas son las que más creen que el turismo encarece el costo de la vida en general y también las que más consideran que dicha actividad consume agua, energía o suelo en detrimento de la población residente. En este último caso, además, la diferencia es notoria. El 30,32% de la Clase Social I está muy de acuerdo en este aspecto, frente a solo el 10,07% de la Clase Social VI.

Las conclusiones sorprenden a primera vista: trabajadoras como las camareras de pisos, las llamadas kellys, hosteleros, cocineros… Una parte importante de la clase obrera vinculada al turismo y expuesta a las condiciones laborales precarias denunciadas en las protestas del 20 de abril, es también la misma que preferiría que el sector no desapareciera de la noche a la mañana en Canarias pese a ser la que más padece las externalidades negativas del mismo, como el encarecimiento de la vida o la reducción de la oferta de viviendas asequibles.

Esta relación puede deberse a la teoría del intercambio social, sugiere Alberto Jonay Rodríguez, doctor en Antropología por la Universidad de La Laguna (ULL) e investigador en el Instituto Universitario de Investigación Social y Turismo. Se trata de una creencia que, en clave turística, señala que la población local evalúa esta actividad económica en función de los beneficios esperados o los costos obtenidos a cambio de los servicios que se prestan y los recursos que se aportan.

De esta forma, los residentes estarían dispuestos a entrar en un intercambio con los turistas si ellos pueden obtener algunos beneficios sin incurrir en costes inaceptables. “La historia de Canarias es una historia de pobreza. Con todos los problemas que tenemos, puede defenderse que estamos en las décadas de mayor riqueza y desarrollo. Y con los niveles de paro… Tener un empleo se valora mucho”, razona Jonay Rodríguez.

Así, las consecuencias económicas del turismo tienen un mayor peso, por encima de otras de naturaleza social o cultural, como sugirió un estudio elaborado por geógrafos canarios hace un año. “Se trata de una opinión alineada con la que la sociedad canaria tiene [sobre el sector], que ante todo se enjuicia como un factor de desarrollo, en un contexto económico con pocas opciones”, concluyeron.

En la misma línea ahonda Claudio Milano, también doctor en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), quien destaca que es compatible valorar la importancia del turismo para la economía con el mensaje de que necesita redefinirse para rebajar sus impactos. “No todo es blanco o negro”, sentencia el experto. 

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