Sólo por hacer la travesía por el Canal Beagle, el viaje hasta Puerto Williams merece la pena. La forma habitual para llegar hasta este rincón patagónico que adelanta el mismísimo fin del mundo es navegar desde la vecina Ushuaia. El pequeño barco sale todas las mañanas desde la ciudad más austral de Argentina y recorre las escasas cuatro millas que separan las dos orillas del canal en un suspiro. Este es un lugar al que se viaja una vez en la vida. Y por eso duele menos pagar los más de 200 euros que cuesta el pasaje de ida y vuelta entre las dos ciudades del extremo sur del continente americano. Y del mundo. Por debajo de Puerto Williams ya no vive nadie más salvo los militares y científicos que están en la Antártida o los pescadores que viven en Punta Toro. Fin del mundo de verdad. Otra cosa que debes tener en cuenta es que el barco llega a la isla a eso de las 10 de la mañana (sale una hora antes desde el puerto de Ushuaia) y que vuelve a las 13.00. Así que lo normal es, si no contratas una excursión organizada, hacer al menos una noche aquí. Desde la lejana Punta Arenas también llega el avión (y un barco que demora 30 horas). La compañía Dapa Airlines realiza las conexiones diarias con un precio de 100 dólares por trayecto.
En verano (aquí desde el 21 de diciembre al 21 de marzo) los días larguísimos invitan a quedarse al menos dos días para poder compaginar la visita a Puerto Williams con una de las mejores rutas de senderismo que se pueden hacer en la región patagónica (comparable a la mítica W de Torres del Paine –también en Chile- o la red de El Chaltén –Argentina-. Estamos hablando de los Dientes de Navarino, una imponente cordillera que cuenta con un circuito de 50 kilómetros con salida y llegada en Puerto Williams que suele demandar unos 3 ó 4 días de caminata. Pero de eso ya hablaremos. Lo primero es llegar hasta la pequeña capital isleña, base de operaciones parta explorar Navarino. ¿Con dos días es suficiente? Lo peor de llegar hasta aquí son los horarios de vuelta. El avión a Punta Arenas sale a las 12.00 y el barco a Ushuaia a las tres. Si quieres hacer al menos parte del trekking y ver algunas otras cosillas vas a tener que pasar dos noches. Por lo menos.
Que ver en Puerto Williams.- La llaman ‘ciudad’ pero no es más que un pueblecito de unos 3.000 habitantes que tiene la impronta típica de las poblaciones patagónicas: es decir, esas casitas de madera y techos de chapa que dan esa sensación de la provisionalidad del pionero. Puerto Williams se camina en un rato. A la calle Yelcho se la conoce como la ‘Costanera Aérea’ ya que desde su minúsculo paseo arbolado se puede ver toda la costa de la ciudad, buena parte del Canal Beagle y las imponentes montañas que se encuentran en la orilla argentina (aquí a pocos kilómetros de distancia). En el Museo Antropológico Martín Gusinde (Camino a la Cascada) puedes rastrear la historia del lugar a través de sus colecciones históricas y arqueológicas. Desde el día a día de las comunidades canoeras que vivían aquí (el pueblo Yagan) de la pesca y la recolección, hasta la llegada de los colonos europeos ya bien entrado el XIX. Primero fueron los misioneros anglicanos (junto al museo se encuentra la casa desmontable que el misionero Waite Hockin Stirling se trajo desmontada desde Inglaterra) y después los ganaderos. En Villa Ukika, justo a la salida oriental del pueblo, aún subsiste una pequeña comunidad yagán que se empeña en mantener lo que queda de su cultura. Allí han creado un centro comunitario y un taller artesanal (Kipa-Akar). En Caleta Mejillones (38 kilómetros hacia el oeste) hay un cementerio en el que se enterraron muchos de los indígenas que sobrevivieron a la colonización europea del siglo XIX y XX. A los últimos yaganes los confinaron en esta área de la isla y los obligaron a convertirse al cristianismo; y como cristianos los enterraron. Hoy es un lugar consagrado a la memoria.
Si sólo vas a pasar una noche en la isla puedes hacer una pequeña incursión por su naturaleza subiendo hasta la Cascada de Los Bronces, que está a dos pasos de la carretera que conduce a Puerto Navarino (el lugar dónde fondea el barco de Ushuaia). Otros paseos cercanos a la capital son el Parque Etnobotánico de Omorá (Tel: (+56) 61 262 17 15), un centro dónde se organizan paseos guiados y actividades de divulgación sobre la biodiversidad de la isla y el entorno de la Punta Bluff (muy cerca de la ciudad) dónde puedes ver algunos espacios naturales de interés (como la Laguna Zañartu o la Península Gusano) y hasta viejas trincheras que se excavaron en 1978 por temor a una invasión desde Argentina.
Un paseo hasta la Caleta Eugenia.- las únicas carreteras que existen en Navarino son las que conducen hasta Puerto Navarino (hacia el oeste) y la que llega hasta Caleta Eugenia (al este). Sólo la orilla del Canal Beagle está abierta al tráfico quedando el resto de la isla fuera del alcance del tráfico rodado. Una de las excursiones más bonitas y fáciles de hacer es la que conduce hasta Caleta Eugenia. Desde Puerto Williams hay unos 25 kilómetros, una distancia nada despreciable. Lo más normal es contratar a alguien que te lleve desde el hostal. Este camino es de gran belleza paisajística y te acerca al punto más estrecho del Canal Beagle. En la zona hay parajes costeros de gran belleza como la propia Punta Eugenia o la espectacular Caleta Pentalón. Pero también restos arqueológicos de los yaganes como el conchero que existe en la propia Caleta Eugenia. Más allá queda Puerto Toro, un pequeño asentamiento de pescadores (apenas viven un par de familias) al que se llega a través del servicio de ferrys de Punta Arenas.
Los Dientes de Navarino.- Esta cordillera de picachos verticales divide la isla en dos. Hacia el norte, las colinas cubiertas de bosque que descienden de manera rápida hacia el Cabal Beagle. Y hacia el sur una enorme llanura en la que hay grandes extensiones de turbera y dos lagos de importancia (el Navarino y el Windhond). Como te decíamos con anterioridad, existe un circuito que parte desde las inmediaciones de Puerto Williams y culmina en Caleta Virginia (muy cerca de la desembocadura del Río de Los Cobres). Si sales y vuelves caminando hasta la capital, son unos 50 kilómetros. Parece poca distancia, pero el trazado es muy exigente y demanda al menos tres días (lo más normal es hacerlo entre cuatro y cinco jornadas). Lo bueno que tiene esta ruta es que permite acercarse hasta la orilla del Windhond y caminar un rato por las turberas del sur antes de volver a subir hasta el mítico Paso Virginia, uno de los más exigentes del senderismo patagónico. Una posibilidad de acercarse a los Dientes de Navarino sin la necesidad de pegarse tres o cuatro días caminando es el ascenso hasta el Cerro Bandera (5 kilómetros sólo ida), un ascenso exigente que te deja ver desde el umbral de la puerta este verdadero paraíso de picachos, lagunas, restos de glaciares y abismos. Este sendero es de los más bonitos de la Patagonia.
Fotos bajo Licencia CC: Diego Tirira; Gerrit Burow; Dimitry B.; CucombreLibre